A través del Rayo Hewitt capítulo 2

Sigue la apasionante aventura de Lucile y John Hewitt. Después de la revelación en la carta de su padre, Lucile reacciona rápidamente y toma cartas en el asunto. 



Capítulo II

La historia de Lucile Hewitt

Si dijera que estaba preocupada y estupefacta no alcanzaría para describir lo que sentí al recibir esta carta. Mi querido y anciano padre, ¡viajo sobre una onda de luz en dirección a un nuevo mundo lleno de nuevos y desconocidos peligros! No entiendo, siempre me advertía y me pedía que fuera cuidadosa. Incluso en 1945, mi padre aun se rehusaba a subirse a un aeroplano porque creía que eran peligrosos. Con frecuencia le rogaba que me dejara llevarlo a pasear en mi avioneta pero él afirmaba que no tenía el valor suficiente para subirse. Aun cuando arriesgaba su vida cotidianamente en su amado laboratorio.

Es una verdadera pena que yo no tuviera su inclinación por la ciencia. ¡Podría haber ayudado mucho a mi padre! Honestamente lo intenté, intenté seguir una carrera científica y no fue culpa mía el haber fracasado estrepitosamente.

Cuando papá descubrió su Rayo Hewitt y se hablaba de utilizarlo para viajar, ahí fue cuando mi interés por la ciencia se despertó. ¡Viajar a la velocidad de la luz!¡Imaginen la emoción! Sin que papá lo supiera, ya que de lo contrario me lo habría prohibido, me escabullí del colegio y me ofrecí como voluntaria para el viaje de prueba del Rayo Hewitt. Yo fui una de esas almas intrépidas de las que habla papá.¡Fue glorioso! Pararte frente al rayo y moverte miles de kilómetros en un parpadeo. ¡Eso sí que es viajar!
Cuando discontinuaron el uso del Rayo Hewitt mi interés en la ciencia sufrió el mismo destino. Pero uno de mis grandes intereses en la vida se había revelado ante mí. Viajar, y viajar con velocidad ilimitada. Lo mas veloz que encontré después de eso fue el aeroplano y puedes estar seguro que me hice con uno.

Para cuando aprendí a operar mi primer aeroplano tenía dieciséis años. Cuando el interés general por la aviación creció, el mio creció a la par, y ahora con veintiséis años piloteo un gigantesco avión comercial entre New York y Honolulu, es lo que he hecho por los últimos cinco años.

La mañana que recibí la carta de papá coincidió con el fin de mi turno. Estuve seis días de turno y ahora me correspondían tres de descanso. Ese era mi esquema laboral.

Después de leer la carta, fui de inmediato al laboratorio. Lo primero que atrajo mi atención fue la enorme máquina de Rayos Hewitt. Después de examinarla detenidamente, encontré los controles y con un poco de estupor la encendí. Un suave y casi invisible rayo color ámbar resplandeció en la abertura con forma de embudo. Ya con un poco mas de valor me quite un guante y lo coloque experimentalmente en la plataforma sobre la cual brillaba el rayo. Al principio no sucedió nada pero entonces el guante empezó a brillar con el mismo suave resplandor del rayo y de forma casi imperceptible, desapareció, se convirtió en parte de la luz que lo envolvía.

Volví mi atención hacia el receptor de ondas de luz, lo encendí y ajuste el dial en veinte. La pantalla se encendió de inmediato. Una sucesión de hermosos colores desfiló frente a mí. Active el interruptor señalizado como Espectro y al hacerlo la pantalla cambió por completo. Los hermosos colores se habían separado para luego mezclarse y entrelazarse descontroladamente, pequeñas lineas se formaba aquí y allá. Lo observé fascinada por un tiempo y luego lo apagué.

En fin, Papá se había ido y yo aquí, con un laboratorio lleno de maravillosas maquinarias que apenas si lograba comprender. Leí su carta una y otra vez para asegurarme de que iba a estar bien. ¿Pero cómo podía convencerme de semejante cosa? Era un científico maravilloso pero fuera de su laboratorio estaba perdido. Siempre había sido como un niño en el mundo exterior.

Después de dos días de pensar y enferma de preocupación me decidí a conseguir a alguien que pudiera operar la maquinaria y así seguirlo hasta ese extraño mundo. Me puse manos a la obra y llamé por radio a mi antigua compañera de clases, Marion Wells, que ya tenía una prominente carrera como científica.

Estaré ahí en diez minutosme dijo y corto la comunicación.

Y en exactamente diez minutos su auto-plano aterrizaba verticalmente en nuestra entrada, las alas se retraían automáticamente al tocar el suelo. Admiré su habilidad para conducir mientras atravesaba el portón y se deslizaba bajo los arboles hasta el porche de la casa.

En el laboratorio Marion demostró un gran interés por el Rayo Hewitt. El receptor de ondas de luz de hecho le resultaba familiar. Entonces se volvió y observo detenidamente la pantalla. Con curiosidad le pregunté si sabía que significaban los colores y las lineas.

Si, es un sistema de código de onda internacionalasintió. Lento pero con firmeza, esta forma de comunicación está reemplazando los métodos de antaño. Las estaciones de ondas de luz son mucho mas simples de construir, mucho mas baratas y el servicio que proveen es ampliamente superior al viejo telégrafo.

Una vez que las maravillas en el laboratorio han sido examinadas y puestas a prueba, nos sentamos e intentamos resolver el problema de traer a Papá de vuelta sano y salvo. Marion proponía esperar a recibir un mensaje concreto de su parte pero yo estaba demasiado preocupada para considerarlo. Quería que Marion se quedara aquí a interceptar mensajes mientras yo iba a buscarlo.

Sé razonablerogaba Marion. Este plano de existencia al cual ha ido tu padre es sin lugar a dudas tan grande como el mundo en el que vivimos ahora. Quizás se ha movido o lo han llevado a cientos de miles de kilómetros de distancia. ¿Cómo esperas encontrarlo?

Buenorespondí obstinadamente, si está ahí del otro lado, quizás me necesite, y si me necesita, debo ir con él. Lo encontraré de alguna manera.

Muy bien. Dime como planeas volver una vez que lo encuentres.

Debo haber tenido una apariencia fatal porque Marion se inclinó y me palmeó la mano.

No te preocupes, Lou. Tengo un plan. Pero hay que ponerse a trabajar de inmediato si esperas cruzar en un futuro cercano.

Rápidamente me pidió el manuscrito de mi padre y obtuvo un detalla descripción para crear y operar una nueva máquina de Rayos Hewitt.

Verasexplicó finalmente, vamos a construir otra maquina de rayos y la enviaremos contigo. Es tu única oportunidad de volver.

Durante las siguientes semanas trabajamos arduamente. Llamé por radio a mi compañía para extender mi licencia y me la dieron. Hasta que una tarde finalmente, terminamos. Eran las cinco en punto y encendimos el receptor de ondas de luz siguiendo las instrucciones de papá. Marion observó atentamente el mensaje sobre la pantalla pero algo no estaba bien y tuvo que consultar las notas de papá.

Lou, me temo que tenemos un problema. Este no es el código privado de tu padre. O el código internacional que yo conozco.

Quizás es el mismo mensaje que papá había estado recibiendodije.

Si, eso debe ser. Por alguna razón tu padre está incapacitado para mandar su mensaje y estos seres intentan comunicarse contigo.

¡Oh! Sabía que le había pasado algo dije casi llorando. Déjame ir ahora Marion. Puedes terminar la otra maquina y enviarla después.

Norespondió. Es mejor no correr ese riesgo y esperar a que la otra maquina esté lista.

No estuvo lista sino hasta la mañana siguiente y pudimos empezar. Me vestí con mi ropa de piloto y me calcé una Colt .45 y una cartuchera de balas. Un par de pañuelos limpios y un paquete de cigarrillos completaban mi equipaje.

Aunque estaba muy preocupada no pude evitar sentir un arrebato de emoción cuando subía a la plataforma y le indicaba a Marion que encendiera el rayo.

Un tenue resplandor me envolvió. Sentí un hormigueo desde la cabeza hasta los pies. Mis manos empezaron a brillar tenuemente. ¡Estaba cruzando! Sentí un repentino lapso de ausencia en mi consciencia, entonces, el hormigueo regresó... se detuvo... y cuando me quise dar cuenta estaba del otro lado.

 

La desorientación me duro unos cuantos segundos. Lentamente mi cabeza se aclaró. Estaba en alguna especie de lugar cerrado. Los muros, el techo y el suelo eran blancos como la nieve. Me agaché y toqué el suelo. Se sentía como la Tierra. Toque los muros, eran rocas. Estaba en una cueva, una cueva blanca como la nieve.

Un cueva debía tener una entrada. Pensé. Empaqué la máquina de Rayos Hewitt y la deje en una esquina y empecé a caminar pegada a uno de los muros. El túnel dio tres vueltas antes de que pudiera ver una abertura. El brillo reflejado de los muros blancos gradualmente dio lugar a un tenue color rosa, que se oscurecia cada vez mientras me acercaba a la abertura y a un extraño resplandor sonrosado.

Salí cautelosamente de la cueva y me quede inmóvil ante semejante maravilla. El suave resplandor de un sol rojo brillaba alto en el cielo sonrosado. La cueva estaba sobre una pequeña colina y había allí un sendero que bajaba y se adentraba en un bosque con arboles carmesí. Bajé corriendo por el sendero, hecho de tierra tan blanca como la de la cueva, para observar de cerca esos arboles.

No tardé demasiado en alcanzarlos, sus hojas eran de un color carmesí brillante, pero los troncos y las ramas eran blancos como el suelo. A su alrededor crecían arbustos carmesí con flores del mismo color pero un poco mas claras y pequeños brotes color plateado. Un poco mas adelante había un pequeño arroyo que serpenteaba alegremente así que me decidí a seguirlo y ver donde me llevaba. Había mucha paz y tranquilidad. El aire era suave y confortable, un contraste directo con los intensos vientos invernales que había dejado atrás. Era un lugar realmente mágico.

Al principio tuve miedo de encontrar algún animal extraño o persona pero entonces, me armé de coraje y abandoné el amparo de los arboles bajo los cuales había estado viajando y caminé junto al arroyo hacia un área mas desprotegida.

Sin la mínima advertencia, un sonido aterrador rompió el silencio. Tomé mi revolver y corrí a resguardarme en los arboles y ahí espere, agitada detrás de un ancho tronco blanco mientras el sonido se acercaba.

Cada vez mas cerca, el sonido se hacía cada vez mas fuerte hasta que algo surgió de entre los arbustos a mi derecha, algo realmente increíble.

Dos enormes criaturas, hombres o animales, no podía saberlo a primera vista, ya que eran una mezcla de los dos, cayeron rodando sobre el camino frente a mí. Estaban trenzados en una pelea a muerte. Chillando y gritando forcejearon y pelearon, se separaban solo para volver a arremeter el uno contra el otro, desgarraban y mordían hasta que disgustada ya no pude seguir mirando semejante escena.

Cuando volví a verlos, uno de ellos yacía agonizante en el suelo y el otro, aunque victorioso seguía emitiendo el aterrador sonido y descuartizando vivo a su oponente. Esa imagen me enfureció de tal manera que olvidé mi precaria posición y levanté mi revolver, que aun sostenía en la mano, y abrí fuego contra el monstruo.

El estallido del arma detuvo el aullido de la criatura que se dio vuelta y observó estúpidamente sin entender que sucedía. Eventualmente descubrió de donde venía el extraño sonido y miro hacia donde yo estaba. Completamente aterrorizada, volví a levantar el arma pero antes de que mis temblorosos dedos pudieran jalar el gatillo, la criatura se desplomo estrepitosamente.

A unos metros de ella yacían entonces dos inmensos cuerpos. El que había caído en batalla estaba demasiado mutilado así que me acerqué al que yo le había disparado. El cuerpo, que medía cerca de dos metros y medio y pesaba, según mis cálculos, unos doscientos kilos, estaba cubierto de cabello corto y pinchudo. Las manos y pies de las criaturas eran como grandes garras que le daban la apariencia de ser una cruel y poderosa criatura.

¡Pero su rostro! ¿Cómo podría describirlo? Si su cuerpo era humano, excepto por el hecho que sus manos y pies eran como garras y lo tenía cubierto de cabello, su rostro estaba lejos de ser humano. La monstruosa cabeza parecía demasiado grande y pesada incluso para su enorme y poderoso cuerpo y el cuello que la soportaba, era chata atrás y arriba y de frente era puntiaguda con dos aberturas como nariz.

Los ojos, ahora fijos con la mirada vidriosa, eran pequeños y verdes, y su boca, una ranura enorme con gruesos labios, había quedado inmóvil en una mueca que exhibía dos filas de afilados y feroces dientes. No tenía mentón y su mandíbula desembocaba abruptamente en el cuello. En definitiva, era la cosa mas espantosa y aterradora que había tenido la mala fortuna de encontrar en mi vida.


Continuará...

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