El satélite Jameson- Primera parte.

El día de hoy, tenemos la primera parte de una genial historia de aventura espacial, la primer entrega de una larga saga galáctica.  Junto a Ray Cummings, Jack Williamson y tantos otros autores, Neal R. Jones fue un pionero del space opera que tanto prolifero en la literatura pulp de los años 20, 30, y hasta mediados de los 40. 

Al igual que los autores mencionados anteriormente, Jones introdujo un elemento novedoso, fantástico para la época y con superficiales detalles técnicos. No adelanto mas, los dejo con la primera parte de esta emocionante historia... 

¡Qué lo disfruten!

Por Neil R. Jones

Publicado originalmente en Amazing Stories, julio 1931.

Traducido por Ema U.

Los mamuts del mundo antiguos se han preservado maravillosamente en el hielo de Siberia. Solo a unos pocos kilómetros en el espacio, el frío es mucho mas intenso que en las regiones polares y su poder de preservación  de los cuerpos muertos probablemente sea proporcionalmente mas efectiva. Cuando el científico/héroe de esta historia sabía que estaba a punto de morir, concibió una idea brillante para la preservación de su cuerpo y el resultado excedió sus expectativas. El qué, cómo, y por qué, está brillantemente explicado en esta historia.

 

Prólogo

El cohete satélite.

En lo profundo del espacio, a unos treinta mil kilómetros de la Tierra, el cuerpo del profesor Jameson viaja en un contenedor dentro de un cohete en un viaje interminable, girando alrededor de una gigantesca esfera. El cohete era un satélite del inmenso y giratorio mundo alrededor del cual orbitaba. En el año 1958, el profesor Jameson había buscado la forma de preservar su cuerpo en forma indefinida después de su muerte. Había trabajado muy duro y durante mucho tiempo en ello.

Desde los tiempos de los faraones, la raza humana ha estado buscando los medios para proteger a los muertos de los estragos del tiempo. El arte egipcio de embalsamar a sus muertos había sido una maravilla, una práctica que la humanidad ha perdido en el despertar de la era mecánica, y nunca ha sido redescubierta. Pero incluso embalsamar el cuerpo del profesor Jameson a la egipcia resultaría infructuoso, en vista que en millones de años, la disolución de los cuerpos sería tan efectiva como cremar uno inmediatamente después de su muerte.

El profesor había buscando la forma de preservar su cuerpo por toda la eternidad. Pero eventualmente había llegado a la conclusión de que nada en la tierra es imperturbable mas allá de un cierto limite de tiempo.

Por lo tanto, mientras siguiera buscando una forma terrenal de preservación, estaría condenado a la decepción. Todos los elementos terrestres están compuestos de átomos, que están eternamente en descomposición y recomposición, pero nunca se destruyen a sí mismos. Un fósforo puede arder, pero los átomos siguen imperturbables, se convierten en humo, dióxido de carbono, cenizas, y otros elementos básicos. Estaba claro para el profesor que nunca podría lograr su propósito si pensaba en utilizar un sistema de estructura atómica como el fluido embalsamador o cualquier otra composición para preservar otro sistema de estructura atómica, como el del cuerpo humano, cuando toda estructura atómica está sujeto a un cambio que es universal sin importar que tan lento sea.

Entonces, hablando para si mismo, evaluó la posibilidad de preservar el cuerpo humano en el mismo estado de su muerte hasta el fin de la vida en la Tierra, hasta ese día en que la Tierra finalmente regrese al sol desde donde se desprendió originalmente. En forma casi repentina, así como así, se le había ocurrido la respuesta al dilema que lo había obsesionado, la respuesta lo dejo maravillado, las potencialidades eran impresionantes.

 

Enviaría su cuerpo al espacio dentro de un cohete para convertirse en un satélite de la Tierra hasta que el planeta deje de existir. Ese fue su razonamiento lógico. Cualquier sustancia, ya sea de origen orgánica o inorgánica, arrojada a las profundidades del espacio existiría indefinidamente. Había visualizado su cuerpo muerto dentro de un cohete, volando hacia las infinitas fauces del espacio. Se preservaría en perfectas condiciones, mientras que en la Tierra, millones de generaciones humanas vivirían, morirían y sus cuerpos, descompuestos, regresarían al polvo y serían cosa del pasado. Persistiría, inalterado, hasta el día en que la humanidad, bajo una fría estrella, se desvanezca para siempre en la gélida y delgada atmósfera de un mundo en agonía.

¡Era una magnifica idea!

Al principio lo asaltaron las dudas ¿Y sí su cohete funerario aterrizaba en algún otro planeta, o era atraído por la inmensidad del sol y arrojado a las llamas de la esfera incandescente? El cohete podría fijar rumbo fuera del sistema solar, sumergido en el interminable océano del espacio durante millones de años, para finalmente entrar en algún sistema solar de alguna lejana estrella, al igual que los meteoros entran al nuestro. ¿Y si el cohete se estrellará en un planeta de ese sistema o en la estrella misma, o se convirtiera en una satélite de algún cuerpo celestial?

Fue en este punto donde se le ocurrió la idea de convertir su cohete en un satélite de la tierra, e inmediatamente lo incorporó al esquema. El profesor había calculado el impulso necesario para llevar el cohete a una distancia lo suficientemente lejos de la tierra para que no terminara cayendo y se estrellará, pero lo suficiente para que la gravedad de la tierra evitara que éste abandone la órbita terrestre y el sistema solar. Al igual que la Luna, giraría por siempre alrededor de la Tierra.

Eligió una órbita para su cohete a cien mil kilómetros de la tierra. El único miedo que tenía en este punto eran los enormes meteoros que vagaban por el espacio a grandes velocidades. Pero superó ese obstáculo, y eliminó las posibilidades de una colisión con estos titanes estelares. Instaló propulsores en el cohete para desviar cualquier meteoro que se acerque a la trayectoria de la nave. El anciano profesor se había preparado para todas las contingencias y se preparaba para descansar de sus tareas y deleitarse con los increíbles e inigualables resultados que obtendría. Su cuerpo jamas se descompondría, y sus huesos jamas se convertirían en polvo, polvo de donde todos los hombres se han originado y a donde todos eventualmente regresan.

Su cuerpo permanecería en perfecto estado durante millones de años,  inalterado por periodos de tiempo que solo geologos y astrónomos podrían concebir.

Sus esfuerzos superarían incluso a los mas salvajes sueños de H. Rider Haggard, que representó la maravillosa practica de embalsamar de la antigua nación de Kor en su inmortal novela, Ella, en la cual Holly, acompañado por la incomparable Ayesha, contemplan la magnifica, realista y magistral forma de embalsamar de la desaparecida civilización de Kor.

Asistido hábilmente por su sobrino, quien desempeño sus instrucciones y deseos después de su muerte, el profesor Jameson partió a su peregrinaje espacial en el cohete que él mismo había construido. Su sobrino y heredero mantuvo el secreto guardado por siempre en su corazón.

 Generación tras generación siguieron su rumbo. La humanidad gradualmente murió y terminó por desaparecer de la faz de la tierra. La humanidad fue mas tarde reemplazada por otras formas de vida que dominaron el globo por un periodo determinado de tiempo, hasta que eventualmente también se extinguieron. Los años se apilaban uno sobre otro y se contaban por millones, pero el satélite de Jameson seguía su solitaria vigilia alrededor de la tierra, la distancia entre el satélite y el planeta se fue cerrando gradualmente, cediendo involuntariamente a la poderosa atracción de éste ultimo.

Cuarenta millones de años después, su órbita había caído hasta los treinta mil kilómetros de la tierra mientras que el planeta muerto se acercaba cada vez mas al frío sol cuyo esfera roja y apagada cubría gran parte del cielo. Alrededor de las llamas, podían verse muchas estrellas a través de la enrarecida y delgada atmósfera terrestre. A medida que la tierra se movía lenta y gradualmente hacia el sol, la luna hacia lo propio hacia la tierra, y se veía como una inmensa gema, resplandeciendo ante el cielo del crepúsculo. 

El cohete con los restos del profesor Jameson continuaba su interminable travesía alrededor de la tierra, cuya rotación ahora se había detenido por completo, con una cara mirando eternamente al moribundo sol. De ahí continuó su solitario camino, un ataúd cósmico, acompañado por un cortejo fúnebre repleto de centelleantes estrellas entre el profundo silencio de la eternidad del espacio que lo envolvía. No había compañía para el solitario cohete, excepto por meteoros que ocasionalmente pasaban junto a él a una velocidad excepcional con destino incierto a través del vacío del espacio entre mundos distantes.

¿Será que el satélite del profesor seguirá en órbita hasta el fin del mundo? ¿O será que el suministro de los impulsores se agotará al cabo de eones y convertirá al cohete en presa fácil del primero meteoro que se cruce en su camino? ¿regresaría alguna vez a la tierra cuando su órbita se hubiera acercado demasiado y la gravedad lo hiciera estrellarse en la superficie del desolado planeta? ¿y cuando el cohete finalmente termine su carrera, será que el cuerpo del profesor se habrá conservado en perfecto estado o será apenas un puñado de polvo? 

Capítulo I

40.000.000 de años después.

En las fronteras del sistema solar, una inmensa, oscura y puntiaguda nave acelera a través del espacial en dirección al pequeño punto de luz emanado por la esfera roja y opaca del moribundo sol, estrella que algún día yacería fría y oscura para siempre.  Como un gigantesco meteoro, la nave atraviesa el sistema solar en dirección al gran sol rojo desde algún lejano sistema planetaria en los mas recónditos extremos del universo. 

En el interior de ese viajero estelar, extrañas criaturas de metal operaban los controles del leviatan que se abría paso hacia el centro luminoso del sistema. Atravesó rápidamente la órbita de Neptuno y Urano en dirección al sol. Los cuerpos de estos extraños seres eran bloques cuadrados de un metal muy similar al acero sostenidos por cuatro extremidades articuladas que habilitaban su movilidad. Seis tentáculos, todos de metal, como el resto de su cuerpo asomaban de la parte superior del cubo. Sobresaliendo por encima de todo estaba su extraña cabeza metálica se elevaba en el centro del cuerpo y estaba equipada con un circulo de ojos que la rodeaba completamente. Las criaturas, con ojos mecánicos y pestañas de metal, podían ver en todas direcciones. Y un solo ojo coronaba el extremo de la cabeza puntiaguda, descansando en una suave cavidad craneal.

Eran Zorianos del planeta Zor, mundo que orbitaba alrededor de una estrella a un millón de años luz de nuestro sistema solar. Los Zorianos habían alcanzado, hacia unos cuantos cientos de miles de años, un nivel de desarrollo científico que los había llevado a buscar la inmortalidad y alivio para sus agotados cuerpos, atiborrados de imperfecciones de la carne y de la sangre. Habían buscado liberarse de la muerte, y lo habían conseguido, pero al mismo tiempo habían destruido su capacidad de nacer. Fue así que, durante varios cientos de miles de años, la historia del planeta Zor no registró nacimientos y apenas unas pocas muertes.

Esta extraña especie de individuos había construido sus propios cuerpos mecánicos, y,   operándose los unos a los otros habían trasplantado sus cerebros a sus cabezas metálicas desde donde dirigían las funciones y movimientos de sus inorgánicos cuerpos. Las muertes por desgaste de la carne eran cosa del pasado. Cuando una parte del cuerpo mecánico se rompía, se reemplazaba, y así, los Zorianos tenían prácticamente vidas eternas con muy pocas excepciones. Desde el avance tecnológico, hubieron apenas un puñado de accidentes en los que la destrucción de las cabezas y por ende de los cerebros, resultaron irreparables. Fueron pocos, sin embargo, y la población de Zor había disminuido. Los hombres maquinas de Zor ya no necesitaban su atmósfera, y de no ser por el frío del espacio, podrían haber vivido tanto en el vacío como en la superficie de algún planeta. Sus cuerpos de metal, especialmente la cabeza que contenía sus cerebros, requerían de cierta temperatura aun cuando podían sobrevivir cómodamente en lugares donde sus cuerpos originales hubieran muerto congelados.

El pasatiempo mas popular entre los hombres de Zor era la exploración del universo. Esto les proporcionaba una fuente inagotable descubrimientos, desde las mas variadas formas de vida hasta las mas diversas condiciones planetarias a los cuales bajaban a descansar. Cientos de naves espaciales habían sido despachadas en todas direcciones, muchas de ellas habían emprendido expediciones que duraban cientos de años antes de regresar a su distante planeta natal de Zor. 

Esta nave Zoriana en particular había ingresado a un sistema solar donde sus planetas cerraban cada vez mas sus órbitas alrededor de una opaca esfera roja, un sol moribundo. La tripulación de la nave, que era de alrededor de cincuenta individuos, examinaba cuidadosamente los variados planetas de ese sistema tan particular con sus poderosos telescopios.

Estos hombres maquinas no tenían nombres y se identificaban con letras y números. Conversaban los unos con los otros a través de impulsos de pensamiento, y no eran capaces de de producir sonidos vocalmente ni de escuchar uno pronunciado. 

-¿Adónde vamos primero?-preguntó uno de los hombres en la consola de mando a otro parado junto a él examinando la cartilla de navegación.

-Todos parecen ser mundos muertos, 4R-3579-respondió el otro-, pero el segundo planeta desde el sol parece tener una atmósfera que podría albergar vida, y el tercer planeta también puede ser interesante ya que tiene un satélite. Examinemos los planetas interiores primero, y exploraremos los exteriores al final si determinamos que valen nuestro tiempo.

-Demasiado esfuerzo por nada- apresuró 9G-721-.Este sistema planetario es igual a tantos otros que hemos explorado antes. El sol es tan frío que no podría sostener ni a las formas de vida mas comunes que generalmente encontramos en nuestros viajes. Deberíamos visitar sistemas con estrellas mas brillantes.

-Hablas de formas de vida comunes-resaltó 25X-987-¿Y qué hay de las poco comunes? ¿Qué acaso no hemos encontrado vida en mundos muertos, fríos, sin luz solar ni atmósfera?

-Si, es verdad-admitió 9G-721-.Pero ese tipo de hallazgos son increíblemente raros.

-Pero sin embargo, la posibilidad existe, incluyendo a este sistema-le recordó 4R-3579-, y qué si pasamos un poco de tiempo improductivamente en este sistema,¿qué acaso no tenemos vidas inmortales por delante? La eternidad es nuestra. 

-Empecemos por el primer planeta-comandó 25X-987, que estaba al mando de esta particular expedición zoriana-y en el camino inspeccionemos la superficie del tercer planeta a ver si alberga algo que sea de nuestro interés. Si es así, después de visitar el segundo planeta podemos volver al tercero. El primer mundo no vale la pena. 

La nave espacial zoriana pasó a toda velocidad a unos cuantos miles de kilómetros sobre la superficie terrestre en dirección al planeta que conocemos como Venus. Mientras avanzaba, redujo drásticamente su velocidad para que los zorianos pudieran examinar el tercer planeta de cerca con sus instrumentos.

De repente, uno de los hombres maquina entró corriendo al cuarto donde 25X-987 observaba la topografía del mundo bajo sus pies.

-¡Encontramos algo!-exclamó.

-¿Qué es?

-¡Otra nave!

-¿Dónde?

-Inmediatamente delante nuestro, cerca. Venga a la cubierta delantera y podrá verla con el telescopio.

-¿Qué curso lleva?

-Se comporta en forma extraña-respondió el hombre maquina-.Parece estar girando alrededor del planeta.

-¿Crees que hay seres inteligentes, como nosotros, en ese mundo muerto y que esa es una de sus naves?

-Quizás es una nave de exploración como la nuestra pero de otro mundo-sugirió.

-Pero no una de las nuestras-dijo 25X-987.

Juntos,los dos zorianos se dirigieron rápidamente a la sala de observación de la nave donde mas hombres maquina examinaban ansiosamente la misteriosa nave. Sus impulsos mentales volaban de acá para allá como balas incorpóreas.

-¡Es muy pequeña!

-Va muy despacio.

-Es una nave con capacidad para apenas unos pocos hombres-observo uno.

-No sabemos el tamaño de las criaturas-recordó otro.

-Quizás haya miles de ellos en esa nave. Pueden ser tan pequeños que hasta podríamos no verlos a primera vista. Hay registro de seres así.

-Pronto lo averiguaremos.

-¿Me pregunto si nos han visto?

-¿De dónde crees que vengan?

-Del mundo debajo-sugirió alguien.

-Quizás.


No se pierdan la emocionante conclusión de este relato.

Muy pronto.


El cable nocturno


Es muy poco lo que se sabe sobre Henry Ferris Arnold, incluso se ha llegado a poner en duda sobre sí es una persona real o sí fue el seudónimo de algún otro autor. Lo cierto es que bajo esta denominación, el autor escribió tres relatos, de distintas longitudes, que publicó a fines de la década del 20 en la revista del género por excelencia como es Weird Tales Magazine. 

El relato de hoy es corto, no es inédito en español pero dado el valor que tiene, es uno de los cuentos mas exitoso de la revista, creímos necesario hacer una actualización propia. Que disfruten "El cable nocturno" de H. F. Arnold.










Por H. F. Arnold

Publicado originalmente en Weird Tales, marzo 1929

Traducido por Ema U


Nueva York, 30 de septiembre.

El embajador Holliwell ha muerto hoy. Sucedió mientras se encontraba solo en su estudio...

 Hay algo infame en recibir cables nocturnos. Te sientas en el ultimo piso de un rascacielos a escuchar el susurro de una civilización. Nueva York, Londres, Calcuta, Bombay, Singapur, ellos son tus vecinos de al lado una vez que las luces de la calle atenúan y el mundo se ha ido a dormir.

Solo, en las tranquilas horas entre las dos y las cuatro, los operadores dormitan junto al telégrafo y las noticias llegan. Incendios, desastres y suicidios. Asesinatos, tumultos, catástrofes. Algunos terremotos con una lista de bajas tan larga como tu brazo. El operador nocturno de cables anota todo, semi dormido, tipeando con un solo dedo en su maquina de escribir.

Una vez cada tanto tiempo, prestas mucha atención y escuchas. Escuchas hablar sobre alguien que conociste alguna vez en Singapur, Halifax o Paris, mucho tiempo atrás. Quizás habían sido promovidos, aunque era mas probable que hubiera sido asesinado o se hubiera ahogado. Quizás habían decidido simplemente bajar los brazos y optaron por un bizarro final. Algo interesante que les hiciera salir en las noticias.

No era algo que sucediera a menudo. La mayor parte del tiempo solo te sientas y dormitas, y tipeas, tipeas sobre la maquina de escribir y deseas estar en tu cama.

A veces, cabe destacar, suceden cosas realmente extrañas. La otra noche sucedió algo que aun no he podido superar. Ojala pudiera superarlo.

Veras, soy administrador nocturno en una ciudad portuaria del oeste, el nombre no es importante.

Hay, o mejor dicho había, solo un operador nocturno en mi equipo, un sujeto llamado John Morgan, de unos cuarenta años, estimo, del tipo sobrio y muy trabajador.

Era uno de los mejores operadores que haya conocido, lo que se dice un hombre “duplicado”. Es decir, que puede manipular dos instrumentos a la vez y tipear dos historias distintas en diferentes maquinas al mismo tiempo. Era uno de tres hombres que conozco que pueden hacerlo en forma consistente, hora tras hora, y sin cometer un solo error.

Generalmente, utilizamos solo un cable de noche, pero a veces, cuando era tarde y las noticias llegaban rápido, las estaciones de Chicago y Denver habilitan un segundo cable y entonces Morgan hacía su gracia. Era un mago, un mago mecánico automático que funcionaba de maravillas pero con cero imaginación.

La noche del dieciséis se quejo de estar cansado. Era la primera y ultima vez que lo escuché decir una palabra sobre sí mismo y lo conocía desde hacia tres años.

Eran apenas las tres de la mañana y operábamos con solo un cable. Yo estaba en mi escritorio inclinado sobre unos informes sin prestarle demasiada atención, hasta que me habló.

Jimdijo él¿te sientes un poco encerrado aquí?

Ehm, no Johnrespondí, pero puedo abrir una ventana si quieres.

No te molestesdijo. Debo estar un poco cansado.

Eso fue todo lo que dijo, y siguió trabajando. Cada diez minutos me levantaba y caminaba hasta su escritorio y tomaba una pila de copias que se apilaban prolijamente junto a su maquina de escribir a medida que los mensajes salían impresos por triplicado.

Unos veinte minutos después de que habló, noté que había abierto el otro cable y estaba utilizando las dos maquinas. Creí que era un poco inusual, ya que no habían noticias “candentes”entrando. Cuando volví a levantarme, recogí las copias de ambas maquinas y las llevé a mi escritorio para clasificar los duplicados.

El primer cable no era nada fuera de lo ordinario y lo miré por encima rápidamente. Entonces volví mi atención a la segunda pila de copias. La recuerdo particularmente porque la historia venía de un pueblo del que jamas había escuchado hablar: Xebico. He aquí el despacho. He conservado un duplicado de nuestros archivos.

Xebico, 16 de septiembre CP Boletín.

La niebla mas densa en la historia de la ciudad se ha asentado sobre el poblado a las cuatro de la tarde de ayer. Todo trafico se ha detenido y la niebla cubre todo como una cortina. Luces de intensidad ordinaria no pueden penetrar la niebla, que se hace cada vez mas densa. 

Los científicos no se ponen de acuerdo sobre la causa y las oficinas locales de medición del clima dicen que jamas había ocurrido algo así en la historia de la ciudad. 

A las 7 pm de anoche, las autoridades municipales... 

(sigue)

Eso era todo lo que decía. Nada fuera de lo ordinario para esta oficina, pero, como he dicho, lo que llamó mi atención de esta historia fue el nombre del pueblo.

Unos quince minutos después volví a buscar otra tanda de copias. Morgan estaba desparramado en su silla y había movido su lampara eléctrica, el resplandor ya no iluminaba sus ojos y solo alumbraba las dos maquinas de escribir.

En la pila de la derecha seguían llegando cosas normales, pero la tanda de la izquierda traía otra historia de Xebico. Todos las gacetillas de prensa llegan en tomas, lo que significa que partes de muchas historias distintas llegan todas juntas, a veces con algunos párrafos de cada una en un mismo comunicado. La segunda historia llegó marcada como “mas de la niebla”

Esto decía:

A las 7 pm la niebla se había incrementado notablemente. Todas las luces eran ahora invisibles y el pueblo había quedado sumido en una oscuridad total.

Una particularidad del fenómeno es que la niebla viene acompañada de un hedor enfermizo, no se compara a nada que hubiéramos experimentado antes aquí. 

Debajo del estilo periodístico de la redacción estaba la hora, 3:27, y las iniciales del operador, JM.

Había solo una historia mas en la pila del segundo cable. Esto es lo que decía:

2ndo agregado a la niebla de Xebico.

Los relatos acerca del origen de la niebla son muy diferentes. Entre los mas inusuales, está el que cuenta el sacristán de la iglesia local, que se abrió camino hasta el cuartel general completamente histérico y declaró que la niebla se había originado en el cementerio de la aldea.

Cuando lo vio por primera vez era una suave sabana gris flotando sobre las tumbas, decía él. Luego empezó a elevarse, cada vez mas alto. Una brisa subterránea parecía inflarla, se separaba y volvía a unirse.

Fantasmas de la niebla, que se retorcían angustiados, convertían la niebla en extrañas formas y figuras. Y luego, justo en el punto mas álgido de la misa, algo se movió.

Me di vuelta y me alejé corriendo de aquel maldito lugar. Detrás de mi pude oír gritos que venían de las casas que rodeaban el cementerio.

Aunque la historia del sacristán ha sido ampliamente desacreditada, una partida ha sido despachada a investigar. Inmediatamente después de contar su historia, el sacristán colapsó y ahora está internado en el hospital local, inconsciente. 

Es una historia extraña,¿verdad? A pesar de que estamos acostumbrados, a través del cable llegan todo tipo de relatos inusuales. Pero por alguna razón, quizás porque estaba todo tan tranquilo esa noche, el informe sobre la niebla había tenido un gran impacto en mí.

Fue casi con pavor que volví a acercarme a la pila de copias. Morgan no se movió, y el único sonido en la habitación era el tap tap del telégrafo. Era perturbador, me ponía los nervios de punta. 

Había otra historia de Xebico en la pila de copias. La busque con ansias.

Nueva pista sobre la niebla de Xebico CP

La partida de rescate que salió a las 11 pm a investigar la extraña historia del origen de una niebla que, desde ayer a la tarde, ha sumido a la ciudad en la oscuridad no ha regresado. Otra partida mas numerosa ha sido despachada.

Mientras tanto, la niebla se ha puesto aun mas densa, si es que eso fuera posible. Se filtra a través de las grietas de las puertas e inunda la atmósfera con un deprimente hedor a podredumbre. Es opresivo, aterrador, es como si trajera consigo la sutil sensación de algo que ha estado muerto durante mucho tiempo.

Los residentes de la ciudad han abandonado sus hogares y se han reunido en la iglesia, donde los sacerdotes ofician la oración. El panorama es indescriptible. Adultos mayores y niños por igual están aterrados y muchos incluso han enloquecido de terror.

Entre los hilos de neblina que cubren parcialmente el auditorio de la iglesia, un viejo párroco está orando por el bienestar de su rebaño. Cantan y se persignan, alternadamente.

Desde las afueras de la ciudad se escuchan los lamentos de voces desconocidas. Resuenan los ecos a través de la niebla en una clave extraña, una clave menor y sin ritmo. Sonidos que no se parecen a nada, lo mas aproximado sería decir que es como el viento soplando en un túnel. Pero la noche está en calma y no hay viento. La segunda partida de rescate... (continúa) 

Soy un hombre muy tranquilo y nunca en los mas de doce años que he trabajado con cables me había emocionado tanto por algo, pero a pesar de eso, me levanté de la silla y caminé hasta la ventana.

Quizás me equivoque, pero a lo lejos, en los desfiladeros urbanos de la ciudad a mis pies me pareció ver un leve rastro de niebla. ¡Bah! Era solo mi imaginación.

En la oficina de prensa, el cliqueo de los telégrafos parecía haber elevado el ritmo de su tonada. Morgan no se había movido un centímetro de su silla. Su cabeza seguía hundida entre sus hombros, seguía tipeando los despachos en ambas maquinas con un dedo en cada una.

Parecía somnoliento, pero no; interminable y eficientemente, las maquinas traqueteaban linea tras linea, implacables y sin esfuerzo, como la muerte misma. Había algo en el movimiento monótono de la maquina de escribir que me fascinaba. Caminé hasta ahí y me paré detrás de su silla, leyendo sobre su hombro a medida que iba escribiendo, palabra por palabra.

Ah, ahí viene otra: 

Flash Xebico CP

Ya no habrán mas boletines desde esta oficina. Ha sucedido lo imposible.No han llegado mensajes a esta oficina desde hace mas de veinte minutos. Estamos totalmente aislados del exterior e incluso de las calles debajo.

Me quedaré con el cable hasta el final.

Es el final, en efecto. Desde ayer a las 4 pm  la niebla ha cubierto la ciudad. Seguido al informe del sacristán de la iglesia local, dos partidas de rescate fueron enviadas a investigar las condiciones de las afueras de la ciudad. Ninguna de las partidas ha regresado y no hemos recibido noticias de ellos. Parece evidente ahora que jamas regresaran.

Desde mi instrumento puedo ver hacia abajo, a la ciudad bajo mis pies. Desde la posición de esta oficina, en el piso trece, puedo ver casi toda la ciudad.Pero ahora, lo único que puedo ver es una gruesa capa de oscuridad donde solía ver una ciudad llena de vida y luces.

Mucho me temo que los incesantes lamentos que escucho constantemente desde las afueras de la ciudad son los gritos desesperados de los habitantes de esta ciudad. Se escuchan cada vez mas fuertes y cada vez mas cerca, cada vez mas cerca del centro de la ciudad.

La niebla ha cubierto todo. Y es incluso mas densa que antes, si eso fuera posible, pero las condiciones han cambiado. En vez de ser la opaca e impenetrable barrera olorosa, ahora parece arremolinarse y retorcerse como una masa informe, dibuja figuras de una agonía casi humana. De tanto en tanto, la masa se abre y puedo ver brevemente, fragmentos de las calles debajo.

Las personas corren de aquí para allá, gritando desesperadas. Un enorme caos de sonidos llegó volando hasta mi ventana, el mas relevante de todos era un inmenso y sibilante sonido de vientos, vientos invisibles e imperceptibles.

La niebla había cubierto la ciudad nuevamente y el silbido se acercaba cada vez mas.

Ahora está directamente debajo de mi.

¡Por dios! Por un instante la niebla se abrió y pude ver la calle debajo.

La niebla no es simplemente vapor, ¡está viva! Junto a cada una de las agonizantes figuras humanas hay una figura que la acompaña, un aura de extraños y variados colores. ¡La forma está prendida a ellos!¡Cada una a un ser vivo!

Los hombres y mujeres han caído. Boca abajo. Las figuras de nieblas les acarician con ternura. Están de rodillas junto a ellos. Están... no me atrevo a decirlo.

Los retorcidos cuerpos han sido despojados de sus ropas. Están siendo consumidos... poco a poco.

Un piadoso muro de vapor ardiente ha cubierto la escena y ya no puedo ver mas nada.

Debajo, el muro de vapor está cambiando de color. Parece estar iluminado por fuegos internos. No, no es así. Me equivoqué. Los colores vienen de arriba, son reflejos del cielo.

¡Arriba! ¡Miren arriba! El cielo está completamente en llamas. Colores nunca visto antes por hombres o demonios. Las llamas se mueven, empiezan a mezclarse. Brillan tanto que los ojos me arden, están muy lejos ahora.

Ahora han empezado a girar, dibujan círculos, y se retuercen para formar intrincados diseños y patrones. Las luces se mueven a la par unas con otras y conforman un caleidoscopio de un brillo fuera de este mundo.

He descubierto algo. Las luces son inofensivas. Irradian fuerza y cordialidad, casi alegría, podría decir. Pero es su mismísima fuerza la que lastima.

Mientras observo, se están acercando mas y mas, saltan millones de kilómetros a la vez. Millones de kilómetros a la velocidad de la luz. Sii,esta luz es la quintaesencia de toda la luz. Debajo, la niebla se funde en un radiante neblina, cubierto por un arco iris de cientos de variaciones del espectro.

Puedo ver las calles. ¡Están llenas de personas! Las luces se acercan. Me rodean. Estoy completamente cubierto. Yo...

El mensaje se detiene abruptamente. El cable de Xebico no responde. Bajo mis ojos, en el angosto circulo de luz que dibuja la lampara, el rodillo de la maquina ya no gira sobre sí mismo ni dibuja letra por letra, a través de la pagina.

La habitación parece haberse llenado de una quietud solemne, un silencio poderoso e impactante.

Bajé la vista para ver a Morgan. Sus manos habían caído inertes a sus lados, mientras su cuerpo estaba peculiarmente encorvado. Devolví la lampara a su posición original, iluminando su rostro. Sus ojos no se movían.

Un presentimiento repentino invadió mi cuerpo,me ubique a su lado y envié un cable a Chicago. Un segundo después el clic anuncio una respuesta.

Vaya. Esto debe ser un error. Chicago informa que el Cable numero dos no ha sido utilizado durante toda la noche.

¡Morgan!grite¡Morgan! Despierta, no es real. Alguien nos ha jugado una broma. Que...Entusiasmado, lo tomé por los hombros.

Su cuerpo estaba muy frío. Morgan había estado muerto por horas. ¿Era posible que su cerebro sensible y sus dedos automáticos hubieran seguido registrando datos tiempo después de su partida?

Nunca lo sabré, ya que nunca mas regresaré a trabajar en el turno nocturno. Busqué en un atlas mundial y no hay registro de un pueblo llamado Xebico. Lo que sea que haya matado a John Morgan permanecerá por siempre un misterio.

 Fin.


Mas allá del marco







Hoy presentamos un relato totalmente nuevo de una autora nueva (nueva para el sitio, claro). 

María Moravsky, escritora de origen ruso y radicada norteamericana llegó a los EEUU. poco después de la revolución del 17. Si bien escribía poesía en su país natal cambio radicalmente hacia la ficción corta que publicó en tanques del género como Amazing Stories y Weird Tales.

Hoy presentamos "Mas allá del marco", publicado originalmente en Weird Tales de julio 1940. 


Por María Moravsky

Traducido por Ema U. 

Los resplandecientes edificios de oficinas luchaban por un lugar en el marco contra una antigua ciudad con dorados chapiteles y coloridos techos. El pasado prevaleció.

Helena Wolna, una joven bibliotecaria polaca de la división eslava, sentada en su escritorio, miraba una vieja pintura con tristeza.

La pintura colgaba frente a una ventana que miraba a una plaza céntrica. Las luces de un rascacielos distante se reflejaban en el cristal que protegía los pergaminos, y las antorchas de una antigua procesión se mezclaban con el reflejo de las lamparas eléctricas.

Helena observó la pintura, y vio, detrás del resplandor del cristal, la imagen contrapuesta de la luz de las velas de la catedral polaca y el radiante edificio de oficinas que luchaban por un lugar dentro del marco. 

Impaciente, bajo las persianas de la ventana. Desprovista ahora del reflejo intruso, la pintura se reveló en toda su extraña belleza. Husares alados galopaban a ambos lados de un carruaje dorado, y escoltaban a una mujer muy joven y frágil hacia la catedral. Sus rostros, iluminados claramente por las antorchas, estaban plenamente animados y habían sobrevivido al paso de los siglos.

 Todo lo que Helena sabía sobre ese fragmento de la historia de su antiguo país venía de los libros de historia. Pero tenía una obsesión romántica por verla. Su memoria racial parecía saber algo sobre esa escena casi olvidada...

La pintura parecía ahora un poco borrosa. Quizás el cristal se había nublado por el vapor de la niebla matinal. La miro de cerca y vio que el cristal había desaparecido por completo.

La antigua escena parecía muy distante ahora. Una gruesa cortina de niebla apareció entre la joven y la pintura. Helena estiró sus brazos hacia la borrosa figura, inconscientemente le hacia señas para que se acercara... y entonces, las antorchas parpadearon.

La pintura estaba gradualmente cobrando vida. El carruaje se movía y avanzaba, entonces los caballos se detuvieron súbitamente. ¿Qué había sucedido? Helena se acercó aun mas, sumergiéndose en la neblina.

Tanteando entre la rojiza oscuridad, tropezó con algo duro y pensó sin demasiada sorpresa que estaba cruzando el marco, el umbral detrás del cual yacía esa antigua vida.

El oscuro marco se expandió. Sus margenes internos se extendían indefinidamente, se convertían en un oscuro corredor con paredes color ceniza, cielorrasos altos y pulidos y resbalosos suelos. Se adentro mas y mas por ese oscuro y angosto túnel que terminaba en una apertura nebulosa mas adelante.

Avanzó y avanzó mientras la apertura se ampliaba y la neblina se dispersaba. Finalmente llegó hasta el final del túnel. Un viento fuerte, cargado con extraños recuerdos sopló sobre su rostro. La ciudad de techos con tejas y chapiteles dorados brillaba a la distancia, iluminada la luz del ocaso que había conseguido traspasar la niebla. El atardecer estaba retrasado, las antorchas palidecían.

Innumerables carruajes circulaban por el camino en dirección a la ciudad resplandeciente, tiros de bueyes, jinetes, y campesinos con pesadas botas. Plumas de faisán adornaban sus sombreros y campanas tintineaban en sus cinturones. Las mujeres vestían amplias y ondulantes polleras con coloridos listones cocidos que simulaban un arco iris viviente.

Cantaban, reían y cotilleaban.

¿Es verdad que el Rey Jagiello ha prometido bautizar a su pueblo si nuestra Krolewna se casa con él?

¡Claro que si! Se bautizaran en tandas. Entraran al río, y nuestros sacerdotes orarán sobre el agua para consagrarla. Y una vez que se hayan salpicado con agua bendita y les hayan dado el nombre de nuestros santos, cada nuevo Cristiano recibirá una camiseta blanca y una pieza de pan.

De seguro muchos de ellos se bautizaran dos veces solo para recibir eso.

Fue el conductor del tiro de bueyes que un poco borracho pronunció estas ultimas palabras. Un sacerdote con un hábito marrón oscuro que llevaba una soga como cinturón y viajaba de pasajero en la carreta reprobó con sus dedos la broma del conductor.

Helena escuchaba la conversación con mucha atención. Por alguna extraña pero esencial razón sentía que era algo que le concernía.

Krolewna Jadviga viene camino a Cracovia. Ha visitado a las Hermanas White para pedir consejo. Dicen que finalmente ha decidido casarse con este rey bárbaro.

Está todo cubierto de pelo, como un ososiguieron cotilleando.

Su segundo nombre es Helenadijo alguien. 

Entonces Helena comprendió que ella era la princesa que todos esperaban. Miró su vestimenta; un diseño extravagante y fastuoso. Incluso bajo la capa de polvo podía ver lo reluciente de la seda de su voluminosa pollera, el corset con bordes de piel, y lo grueso del pelaje que cubría su túnica.

Un caballero que pasaba la vio, y quedo deslumbrado, tanto así que barrio el camino de tierra con la pluma de su sombrero.

¿Cómo llegó hasta aquí Krolewna?¿Puedo ofrecerle mi caballo?

Yo... mi carruaje se descompuso camino a Cracovia. Odiaría decepcionar a las personas que esperan por mí en la catedral. Deje atrás mi escoltarespondió ella con confianza como repitiendo una oración que había oído muchas veces. 

Su cortejo se va a preocupar por usted, Krolewna.

Déjalos que se preocupendijo riendo ligeramente. Estoy cansada de tanta fastuosidad.

El caballero la ayudó gentilmente a subir y la ubico detrás suyo en el caballero generosamente ornamentado. Jadviga llevo sus dedos al fantástico diseño de oro forjado y preguntó: 

¿Dónde obtuviste esta montura? Parece un diseño extranjero. 

Si, es turco. Despaché al pachá que lo poseíadijo con un risa poco placentera. Era la risa de un asesino.

Jadviga recordó que la guerra era de lo único que se ocupaban los caballeros. ¡Los temibles Hussars! Sonaba bien en las crónicas, pero conocer a uno era repulsivo. ¡Se jactaba de despojar a un muerto!

Nunca me casaré con un caballero, pensó. 

Entonces recordó. Iba de camino a Cracovia, a casarse con el caballero mas grande entre los caballeros... el Rey de Lituania había prometido unificar su país con el reino de Polonia y Jadviga, que había heredado el trono de su padre, era el sello de esa promesa. ¿Cómo había podido olvidar eso, aunque fuese por un breve instante?

Le pareció por un momento que el evento había sido olvidado durante siglos... hizo un esfuerzo por recordar el por qué lo había olvidado. Pero su mente confundía los eventos pasados. ¿O serían futuros?

Sintió una extraña sensación, como si se deslizara a través de los siglos.Las épocas se mezclaban...

¿Habían Hussares en los tiempos de Jagiello? Absolutamente no. Y los turcos aun no habían puesto un pie en Europa. Sin embargo podía oír el silbido de la gran caballería alada diseñada para aterrorizar a los paganos de Asia; vio el enorme plumaje de águilas volando sobre Polonia, proyectando su gigantesca sombra sobre el futuro de ese país, mientras ella cabalgaba hacia atrás, cabalgaba hacia el pasado.

Su mente era un torbellino. Le dolía la cabeza debajo del pesado casco. Se llevo la mano a su frente ardiente y vio en su dedo un anillo de oro oscurecido, un diamante rústicamente cortado resplandecía en él. Si, estaba comprometida.

Su mente se aclaró cruelmente en ese momento. Estaba comprometida para casarse con ese inmenso lituano, el que la gente comentaba que tenía el cuerpo cubierto de pelo como un oso. ¡Qué desagradable! Quería llorar.

Pero recordó su dignidad, las personas no debían verla llorar. El caballo atravesaba entonces el portal que llevaba a la catedral. 

Alguien la reconoció a pesar de la pobre iluminación de las antorchas, de nuevo envueltas en neblina y la creciente oscuridad. Una voz gritó.

¡Larga vida a Jadviga!

Y el eco despertó entre los sólidos muros de la catedral y replicó débilmente.

...vida a Jadviga...

Seguía sin sentir la alegría de estar viva. Parecía estar atravesando un doloroso sueño erróneamente llamado vida.

Jagiello estará aquí para la misa de la tarde, para recibirla, Jadviga.

No notó quien había dicho eso, su atención había sido captada por el sonido de un martillo.

¿Quién está trabajando aquí tan tarde?¿Qué acaso no terminan de trabajar al ocaso?

El caballero que la había llevado respondió, a la vez que la ayudaba a desmontar del inquieto caballo:

Algunos talladores de piedra tienen que trabajar de noche para completar las reparaciones en la catedral. Debe estar listo para la ceremonia de su boda.

Siguió el sonido de los martillos. Parecían persistir y atraerla como si fuera una señal enviada por alguien muy querido... En el extremo mas alejado de la catedral vio a un muchacho de cabello claro que reemplazaba una piedra en el muro junto al cañón. Su cabello tenía un pálido resplandor dorado a la tenue luz de la antorcha.

Su rostro me resultaba extrañamente familiar. En algún lugar, siglos atrás, había visto esos ojos soñadores, grises con una pizca de azul cobalto alrededor de las pupilas... Le encantaba verlos, siglos atrás ¿o sería siglos en el futuro?

¡Qué pensamiento tan ridículo!musitó.

Dime tu nombrele preguntó al muchacho.

Antes de responder, se inclinó hacia adelante y se seco los ojos con la manga de su ropa. Fue entonces que se dio cuenta que el muchacho lloraba.

¿Por qué lloras?preguntó gentilmente.

Su escolta estaba sorprendida de que ella hablara así con un plebeyo. La multitud a su alrededor estaba boquiabierta ante la escena tan inusual, una Krolewna conversando con un simple tallador de piedras.

El muchacho dudo. Levantó su mirada y sus ojos se encontraron. Como si una fuerza mas fuerte que su voluntad lo obligara, vocifero:

Mi padre está enfermo. Sufrió un accidente cuando manipulaba un cuenco donde fundía metales en busca del elemento de la Verdad. Es un gran alquimista, sabe. Se quemó con el metal fundido. Soy demasiado pobre para llamar al curandero real. Los demás no pueden ayudarlo. Por eso trabajo de noche, así puedo ganar lo suficiente... Pero quizás muera antes de que yo pueda...

No alcanzó a terminar la oración. Sorprendido, con la boca abierta, observó como Jadviga colocaba su pequeño pie sobre la piedra que él estaba arreglando. La luz de muchas antorchas resplandeció sobre su hebilla de diamante. Krolewna forzó la hebilla de su zapato y se la dio al muchacho.

Tómalo, para tu padre.

El joven la observó con silenciosa gratitud. Cuando bajó su pie de la polvorienta roca, él tomó su martillo y cortó el contorno de su pie, que había dejado una huella sobre el polvo.

¡Que la marca su buena obra viva por los siglos!exclamó, señalando el profundo tallado.

Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, estos dos individuos entendieron que el mas común de todos los milagros había sucedido; se habían enamorado. Y, junto a la sobrecogedora alegría los invadió también la revelación instantánea de que su amor era una flor a la cual nunca dejarían florecer; Jadviga Helena estaba comprometida con el rey.

Las amarantinas banderas de Polonia, mas rojas que la sangre y mas brillantes que el fuego, flamearon ante una brisa que olía a pino quemado.  Las borlas doradas resplandecían ante la luz de las alegres fogatas que ardían ahora en las calles. Hombres en sukmanas y mujeres con listones ondulantes se reunieron a su alrededor. Los platilleros de Lituania y los gaiteros de Crakovia intentaban opacarse los unos a los otros tocando sus melancólicas y simples melodías lo mas fuerte posible. Pero en ese momento, sus tintineos quedaron ocultos bajo el rugido de los cuernos de bienvenida del rey. Era un sonido alegre que señalaba el inicio de las festividades y entretenimientos, pero para Jadviga sonaron como las trompetas del Día del Juicio. 

Una enorme multitud de personas de apariencia extraña, cabello blanquecino, piel amarillenta y robustos cuerpos se paraban en las aguas del serpenteante río que les llegaba hasta las rodillas...

Jadviga podía oír el silbido de las turbulentas aguas que pasaban entre sus velludas piernas. Los solemnes curas vestían casullas doradas y oraban en voz alta bajo el frio y gris firmamento... Una majestuosa ceremonia de bautismo... El sol salía, repentinamente desde detrás de una espesa nube y sus rayos, que se sentían casi tangibles, bajaban como las cuerdas de una gran arpa que se extendían desde el cielo hacia la tierra. 

... El murmullo:

¡Un milagro!¡Un milagro!

Ella lo vio y lo oyó todo en la forma desapegada y solitaria que lo ve una persona que observa desapercibida el festín de un extraño. Como el alma descarnada miraría el cuerpo que acaba de abandonar. Se miró a sí misma en el espejo, de pie junto a un hombre fornido de hombros anchos con una brillante armadura y un águila blanca pintada sobre su escudo dorado.

Usa su armadura incluso durante las festividades. Siempre con sospechas, siempre listo para la guerrareflexionó ella.

Le dedicó una larga y dura mirada, como la de un domador que observa a la fiera que debe quebrar. Pero cuando él le devolvió la mirada, ella titubeó. ¿Acaso no era una carga demasiado grande? Unificar los reinos no era tarea para una mujer.

A Jagiello le aburrió la ceremonia tan larga. Bostezaba abiertamente desplegando sus enormes y lobeznos dientes.

Jadviga sentía que tenía que hacer un pedido. ¿Qué era? Haciendo el esfuerzo, como quien recuerda forzosamente un recuerdo de la infancia, dijo:

El tallador de piedras...¿recuerdas al tallador de piedras de la catedral?

¿Al que le diste tu hebilla de diamante? Si, me han contado de sus extravagancias, mi reina.

Levantó la mirada hacia sus sombríos ojos. Había en ellos una chispa, se lo veía entretenido. No estaba enojado, solo bromeaba...

Su padre murió. Es una lastima, el hombre era un sabio. Si hubiera un poco mas quizás hubiera descubierto la Piedra Filosofal.

Mi pueblo y yo no necesitamos de la filosofíadijo Jagiello amargamente. Estos alquimistas a menudo resultan ser peligrosos hechiceros. ¿Qué hay de su hijo?

Waclaw quiere conseguir trabajo en la corte.

¡No mientras yo viva!Sabe cómo tallar figuras para las lapidas ¿verdad? Por Perun que nuestra familia aun no las necesita.

Por favor, no maldigas usando a dioses paganosJadviga lo reprendió amablemente. 

En el espacioso jardín terraza del palacio de Jagiello, tapado por grandes arboles traídos por enormes plataformas desde los lejanos bosques de Lituania, Helena Jadviga yacía acostada en su hamaca de seda, escuchando las confusas melodías de distantes violines y acordeones.Una multitud celebraba el carnaval bailando en el mercado local, celebrando antiguas festividades paganas que el Cristianismo hacia disfrazado de Pascuas.

Una inmensa tristeza y soledad la agobiaban, no porque su rey se hubiese ido lejos a luchar contra los fanáticos religiosos Teutones sino porque regresaría pronto.

Regresaría y entonces, los servicios del cuidador de halcones de cabellos dorados correría peligro...

¿Qué es lo que le preocupa, pani?escuchó que preguntaba una cálida voz.

¿Qué crees tú?le dijo con una mirada elocuente.

Para dispersar su tristeza ¿quiere que lea en voz alta algo de Slowacki?

Se levantó de la hamaca, conmocionada y sin palabras. El muchacho había hecho referencia a poemas de alguien que aun no había nacido, el genio cuyo alma aun deambulaba en los sombríos valles del futuro.

Como si pudiera oír sus pensamientos, su amante respondió:

Estamos predestinados a conocernos siempre... tanto en el pasado como en el futuro...

Nieblas iluminadas por la luz de la luna cargaban el aroma desvanecido de las ultimas lilas de la primavera... los gritos distantes de las multitudes celebrando...

El sonido de las campanas y el rugido de los cuernos....y, dominando todos los aromas y sonidos, el aroma del cabello del muchacho y el burlón sonido de sus indiscretos besos.

El rey regresó... y el halconero se procuro un halcón encapuchado. Pero entonces, ¡el terror! ¡Ese horror!

¿Sabes cuidar de las aves? ¿Hace cuánto tiempo estás aquí? Nunca te he visto antes. La gruesa voz de Jagiello preguntaba mientras sus velludos dedos tamborileaban sobre la coraza dorada que protegía su pecho.

He estado sirviendo en el palacio desde hace dos, no, tres añosdijo tartamudeando.

¡Ya veo! Entonces debes conocer a todas mis aves. Sin dudas conoces sus caprichos. Sabes que atacaran a un extraño... Ahora, dígame mi leal halconero, ¿le sacaría la capucha a este halcón?

La feroz ave voló entonces hacia el muchacho... El silbido de sus alas, tan fuerte, tan insoportablemente fuerte que recordaba al magnifico plumaje de los Hussares Alados... y entonces, una puñado de cabellos dorados manchados con sangre, arrancados de su adorable cabeza.

¡Ja ja! Te recuerdo tallando piedras en la iglesia de Cracovia!¡Te daré tiempo para que talles la piedra de tu tumba!

Oscuridad...neblinas ensangrentadas nadaban bajo los arboles del jardín artificial...parecía que el techo del palacio se rompería bajo el peso el grueso y enriquecido moho extraído de los fértiles campos de Sandomir, para dar lugar a las parasitarias flores del paraíso personal del Rey.

Años mas tarde, acostada en su recamara, decorada solo con un crucifijo y un obraz de la virgen, la enferma esposa del Rey Jagiello recordó al tallador de piedras a quien había intentado sacar de su corazón a fuerza de ayunos, oraciones y buenas obras.Su alma cansada y despojada de sus anhelos terrenales, ahora codiciaba solo una mirada de sus ojos gris azulados.

Traigan a Waclawle susurró a su vieja sirvienta que se había inclinado a acomodar su almohada.

La sirvienta la miro con compasión.¿La reina había olvidado que el muchacho había muerto hacia tantos años?

Waclaw ya no vive en este reinodijo mientras se persignaba.

Pero Jadviga-Helena no quería creerlo.

Prometió que esperaría por mí, lo prometió. Sus labios incoloros murmuraron en forma inconsciente las olvidadas palabras de un extraño poema:

Olvidaremos que alguna vez hemos muerto... 

Se detuvo, intentando recordar las extrañas lineas. Estaban en un idioma extranjero, no en polaco. 

Mi amor esperará por mí en la orilla

Y me llevará de la mano... 

Se detuvo a pensar en el significado de esas palabras extrañas que parecían fluir desde el interior de su cuerpo. Pero solo pudo repetir: 

Olvidaremos que alguna vez hemos muerto... 

¡Solo una mirada de sus ojos! Sabía que tenía que, que lo encontraría esperándola mas allá de los muros de esta sofocante recamara.

Pensó que podría moverse. Le pareció que se había levantado de la cama y caminaba tambaleando hacia la puerta. Pero solo era su alma la que se había desplazado de su pesado e imperturbable cuerpo atado por una enfermedad mortal a su cama cubierta por piel de oso .

Atravesó entonces la pesada puerta de roble, entre las barras de acero forjado que atravesaban las placas pulidas del suelo. Camino con pasos ligeros que no eran de este mundo a través de los pasillos de piedra de su castillo, junto a los centinelas en armadura, por la verja de hierro y cruzando el puente levadizo, lejos muy lejos, hacia el final de la ciudad donde los polvorientos caminos conducían desde los suburbios hasta el antiguo muro.

Una luz tenue brillaba a través de una grieta en el muro. Ella miró a través de ella. ¡Era extraño lo grueso que se hacia ese muro! La grieta se extendía infinitamente, se expandía para formar un corredor de paredes blanquecinas y suelos pulidos y resbalosos.

¡Un pasaje subterráneo!pensó la Reina Jadviga.

Al final del túnel había una apertura. Se hacía cada vez mas ancha y un sinnúmero de estrellas brillaban al final del camino. Una extraña luz resplandecía estable, no como una antorcha o una vela, sino cien veces mas potente. Pero que sin embargo no era la luz de las estrellas. Eran lamparas brillando a través de cientos de ventanas de un gigantesco edificio. ¡Un rascacielos!

Como si saliera de una niebla escuchó a alguien preguntar:

¿Usted está a cargo de esta biblioteca? 

 Se frotó los ojos. Un joven estaba parado frente a su escritorio. El suave desplazamiento de silabas del extranjero le dio a su voz una cierta calidez. Sus mejillas eslavas, el suave contorno de su boca, su mentón redondeado y sus cabellos dorados eran incongruente con su estilo de ropa americana.

Esos ojos soñadores con una pizca de azul cobalto en la franja exterior del iris la miraron profundamente a los suyos y pudo oír las campanas de esa antigua catedral sonando y anunciando tristemente esa hora inolvidable. Ambos lo supieron, a primera vista, la emocionante tristeza de los eventos que el futuro les deparaba y de todos los que habían pasado hacia tanto tiempo atrás.

Soy Jan Groholskidijo el visitante.Un comerciante de arte me envió aquí.

Sin poder hablar, Helena le señaló una silla. Por momentos, se sentaron uno frente al otro, compartiendo la misma extraña sensación. Entonces, el joven polaco dijo:

He estado aquí sentado por un largo tiempo mirando como soñaba frente a esa pintura. ¿Alguna vez le paso... le pasa, esa sensación de que ha visto a la misma persona y a sus alrededores hace mucho pero mucho tiempo?

Asintió. Él se volvió hacia la pintura a la que implícitamente hacían referencia.

Esta pintura estuvo en mi familia durante generaciones. La recuerdo de cuando era niño. Solía estar colgada en el salón de música, en nuestro hogar en Varsovia. Pero mi abuelo era tan pobre que tuvo que venderla. Un adinerado americano, conocedor, la compró. Ahora que de alguna manera he prosperado...

Ella pensó que había comprendido.

¿Quiere comprarla de vuelta? Pero no puede, sabe. Es propiedad pública, la administración de la biblioteca no la venderá.

Si, lo sé. Ahora que pertenece a la biblioteca pública no me molesta. Estoy perfectamente satisfecho de que este aquí. Pero me gustaría copiarla. Solo un boceto...¿Podría hacerlo?

Pues sí, por supuestodijo la joven titubeando. El impacto de este encuentro extrañamente familiar la había conmocionado.

El joven artista abrió su portafolio y sacó una especie de estileto.

Voy a hacerlo en punta de plataexplicó.

¿Qué es una punta de plata?

Es un dibujo hecho con la punta afilada de una varilla de plata. Deja marcas que se oxidan. Son mucho mas finas que cualquier trazo que pueda hacer con un lápiz. El único defecto es que no se puede borrar. Tienes que hacerlo bien a la primera.

Incluso mientras hablaba, dibujaba rápidamente, con una mirada seria. Durante un tiempo, Helena observó como su mano delgada se movía a lo largo del áspero papel. Repentinamente éste tomó el papel y lo rompió a la mitad.

Ella dejo escapar un pequeño grito por el sobresalto.

No estaba saliendo bienexplico él.Lo intentaré nuevamente.

Esta vez le gustó mas el resultado. La chica del carruaje nupcial y su escolta de hussares alados se veían nitidamente. Pero sin embargo el artista sacudió su cabeza y volvió a romper la hoja.

No me está saliendomiró a su alrededor y vio que el salón se vaciaba¿Va a cerrar pronto?

La bibliotecaria miró el reloj.

Puedo cerrar un poco mas tardedecidió. Tenía que ver ese dibujo terminado.

El ultimo visitante se fue. Ya se había pasado bastante la hora del cierre. Pero Helena seguía observando en silencio como se movía la mano rápidamente.

Entonces el artista levantó sus oscuros y afligidos ojos y la miró como buscando su rostro.

He abandonado la idea de copiar toda la pintura. Solo voy a retratar el plano mas alejado...Es bastante oscuro pero puedo aclararlo...¡si!dijo con un grito que la hizo sobresaltar. Se está aclarandodijo ya con un tono bajo, casi un susurro y agregócasi contra mi voluntad...

Ella se inclinó sobre el bosquejo y vio, que no era la chica en el carruaje nupcial ni los Hussares alados a su lado, sino esa inolvidable escena junto a la catedral, donde el joven tallador cincelaba el contorno del pequeño pie de la Reina Jadviga.

Nuevamente, los siglos se desvanecieron. Las pálidas lineas grises de la punta plateada parecían centellar, adoptaban una luz fuera de este mundo. Miró de cerca el rostro de la reina y era casi como mirar su propio reflejo en el espejo.

Lentamente, con el aliento agitado, traslado su mirada hacia el otro rostro y vio en los afligidos y exaltados rasgos del joven tallador de piedras recién delineados por el visitante. La miró durante mucho tiempo aun cuando el reloj de la biblioteca marcaba apenas segundos. Era el rostro de Jan Groholski.

Un repentino relámpago de una tormenta eléctrica iluminó el cielo. Y en ese breve y deslumbrante resplandor de luz pudo ver un vistazo del futuro.

No pudo ver los detalles. Pero una impresión indeleble permaneció: ella y Jan estaban unidos por siempre por un lazo del destino imperecedero. 

Fin.


María Moravsky fue una poeta rusa, escritora, traductora y critica literaria. Escribió varias colecciones de poesías y prosa, incluyendo literatura infantil.

Era de etnia polaca y miembro activa del movimiento democrático liberal del Imperio Ruso a principios del siglo 20. Emigró desde Rusia a los Estados Unidos en 1917, para luego asentarse y escribir en el estado de Florida. La información al respecto de sus últimos años y sobre su muerte son contradictorias: de acuerdo con algunas fuentes, falleció en Miami en 1947, pero otras dicen que falleció en Chile mucho tiempo después, en 1958.
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