Publicado originalmente en Weird Tales Magazine, agosto 1928.
Traducido por Ema U.
Indice
Capitulo I. La llegada de Solomon
Capitulo II. La guarida del Lobo
Capitulo III. El cántico de los tambores
Capitulo IV. El Dios Negro
Capitulo V. El fin del rastro rojo
Publicado originalmente en Weird Tales, 1928
I. La llegada de Solomon
La luz de la luna brillaba tenuemente y proyectaba neblinas plateadas que creaban ilusiones entre los sombríos arboles. Una suave brisa susurraba en el valle y llevaba consigo una sombra que no era producida por a neblina lunar. Había un evidente pero tenue olor a humo.
El hombre cuyas largas y joviales zancadas, lentas pero resistentes, lo habían cargado durante una gran distancia desde el amanecer, se detuvo repentinamente. Un movimiento en los arboles había llamado su atención, se movió silenciosamente hacia las sombras, y apoyo suavemente su mano sobre la empuñadura de su larga y delgada espada tizona.
Avanzó cautelosamente, forzando sus ojos a romper la oscuridad bajo los arboles. Era un país salvaje y amenazador, la muerte podía acecharlo desde bajo esos arboles. Entonces, alejó su mano de la empuñadura y se inclinó hacia adelante. Efectivamente, la muerte estaba ahí, pero no en una forma que pudiera causarle temor.
-¡Por los fuegos del Hades!-murmuró-.¡Una muchacha! ¿Quién te ha hecho daño niña? No tienes nada que temer.
La chica levantó la mirada hacia él, su rostro era como una pálida rosa blanca en la oscuridad.
-¿Quién... quién es usted?-dijo con mucha dificultad.
-Un simple caminante, nada mas, un hombre sin tierra, pero amigo de quien me necesite-. Una voz tan amable era de alguna incompatible con un hombre como ese.
La chica intentó apoyarse sobre su codo para incorporarse y al instante él se arrodillo y la ayudó a sentarse apoyando su cabeza descansaba sobre su hombro. Su mano le tocó accidentalmente el pecho y la quitó rápidamente enrojecido y sudoroso.
-Dígame-su voz era suave, confortante, como si le hablara a un bebe.
-Le Loup- dijo ella con dificultad, su voz se hacia cada vez mas débil-. Él y sus hombres, bajaron a nuestra aldea, a dos kilómetros valle arriba. Robaron, mataron, quemaron...
-Ese fue, entonces, el olor a humo que sentí-murmuró el hombre-. Continua niña.
-Corrí. Él, el Lobo, me persiguió, y me atrapo-sus palabras se desvanecieron con un tembloroso silencio.
-Entiendo niña. ¿Entonces?
-Entonces, él, él, me apuñaló, con su daga, ¡oh, bendito sean los santos! Piedad...
Repentinamente, la delgada figura perdió toda rigidez. El hombre la dejo gentilmente sobre la tierra, y toco suavemente su frente.
-Muerta-dijo entre dientes.
Se puso de pie lentamente, sacudiendo mecánicamente su capa. Una oscuridad se había apoderado entonces de su sombrío semblante. Pero aun así no hizo salvajes e imprudentes votos, ni hizo juramentos por los santos y los demonios.
-Morirán por esto-dijo fríamente.
II. La guarida del Lobo.
-¡Idiota!-Las palabras llegaron como un frío gruñido que cuajó la sangre del oyente.
El que había sido llamado idiota bajo sus ojos con hosquedad sin responder.
-¡Tú y todos los demás bajo mis ordenes!- El hablante se inclino hacia adelante, con sus puños golpeando enfáticamente sobre la áspera mesa que los separaba. Era alto, de contextura delgada, ágil como un leopardo con un rostro esbelto y cruel como un depredador. Sus ojos bailaban y centellaban con una especie de temeraria burla.
El secuaz al que le hablaba contestó con hosquedad-, este Solomon Kane es un demonio del Infierno, le digo.
-¡Calla insensato! Es un hombre, que morirá de un perdigón o de una estocada.
-Eso pensaron Jean, Juan y La Costa-respondió el otro sombríamente-. ¿Y dónde están ahora? Pregúntale a los lobos de la montaña que están arrancando la carne de sus cadáveres. ¿Dónde se esconde este Kane? Hemos buscado por kilometros, en las montañas y los valles, y no hemos encontrado rastro alguno. Le digo, Le Loup, ha venido del Infierno. Sabía que nada bueno podía pasar cuando colgamos a ese fraile hace una luna.
El Lobo tamborileo impaciente sobre la mesa. Su agudo rostro, a pesar de las marcas de su vida salvaje y libertina, era el rostro de un pensador. Las supersticiones de sus seguidores no le afectaban en absoluto.
-¡A callar! He dicho. El sujeto ha encontrado alguna cueva o gruta secreta que no conocemos y se esconde ahí durante el día.
-Y sale por las noches y nos da caza-comentó el otro con un tono deprimente-. Nos caza como un lobo caza un venado, por Dios, Le Loup, tú te haces llamar el Lobo creo que finalmente has conocido a un lobo mas feroz y mas artero que tú. La primera vez que nos topamos con este hombre fue cuando encontramos a Jean, el bandido vivo mas temerario que existe, clavado a un árbol con su propia daga atravesada en el pecho, y las letras S.L.K talladas en sus mejillas muertas.
-Luego, Juan el Español cayó abatido, y cuando lo encontramos, vivió lo suficiente para decirnos que su asesino era un hombre inglés, Solomon Kane, que había jurado destruir a toda la banda. ¿Y luego? La Costa, el mejor espadachín de la banda después de usted, sale a buscarlo jurando acabar con este Kane. ¡Por los demonios de la perdición, parece ser que lo ha encontrado! Ya que encontramos su cuerpo con su espada atravesada sobre un precipicio. ¿Qué haremos ahora? ¿Acaso todos hemos de caer ante este villano inglés?
-Es verdad, nuestros mejores hombres han caído ante él-reflexionó el jefe de los bandidos-. Pronto, el resto regresará del hogar del hermitaño, entonces veremos. Kane no puede esconderse para siempre. Entonces... eh, ¿qué fue eso?
Ambos se dieron vuelta rápidamente mientras una sombra cubría la mesa. En la entrada de la cueva que constituía la guarida de los bandidos, un hombre se tambaleaba. Sus ojos bien abiertos y estupefactos, se tambaleaba sobre sus débiles piernas y una oscura mancha roja teñía su túnica. Avanzó un par de pasos y cayó rendido sobre la mesa y rodó al piso.
-¡Demonios del Infierno!-maldijo el Lobo, levantándolo del suelo y sentándolo en la silla-. ¿Dónde esta el resto, maldito seas?
-¡Muertos!¡Todos muertos!
-¿Cómo? ¡Habla por todos los Diablos!-dijo el Lobo sacudiendo al hombre salvajemente, los otros bandidos observaban la escena horrorizados con los ojos bien abiertos.
-Llegamos a la cabaña del ermitaño justo cuando la luna estaba alta en el cielo-dijo el hombre ente dientes-. Yo me quedé afuera, a vigilar, los demás entraron, para torturar al ermitaño hasta que revelará el lugar donde escondía su oro.
-¡Si, si! ¿Entonces qué pasó?-El Lobo ardía de impaciencia.
-Entonces el mundo se enrojeció, la cabaña estalló con un rugido y una lluvia roja inundó el valle, a través de ella pude ver, al ermitaño y a un hombre alto vestido completamente de negro, llegaron desde los arboles.
-¡Solomon Kane!-dijo a duras penas el otro bandido-¡Lo sabía! Yo...
-¡Silencio idiota!-gruñó el jefe-. ¡Continua!
-Huí, Kane corrió tras de mí... me hirió... pero logré dejarlo atrás... y llegué...aquí... primero.
El hombre se desplomó hacia adelante y cayó sobre la mesa.
-¡Santos y Demonios!-gritó enfurecido el Lobo
-. ¿Qué aspecto tiene este Kane?
-Es... como Satanás.
Su voz se apagó hasta quedar completamente en silencio. El hombre muerto se deslizó de la mesa y se convirtió en un bulto rojo en el suelo.
-¡Como Satanás!-balbuceó el otro bandido-. ¡Te lo dije! ¡Es el Cornudo en persona!¡Te lo dije...
Dejo de hablar cuando vio un aterrado se asomaba en la entrada de la cueva.
-¿Es Kane?
-Si-El Lobo estaba demasiado confundido para mentir-. Vigila, La Mon, la Rata y yo estaremos ahí en un momento.
El rostro se retiró y Le Loup se volvió hacia el otro.
-Esto acabó con la banda-dijo él-.Tú, yo y ese ladrón La Mon somos los únicos que quedamos. ¿Qué sugieres que hagamos?
Los labios pálidos de la Rata apenas formaron una palabra; “¡huyamos!”
-Tienes razón. Tomemos las gemas y el oro de los cofres y huyamos, utilicemos el pasadizo secreto.
-¿Y La Mon?
-Puede montar guardia hasta que estemos listo para huir. Pero... ¿por qué habríamos de dividir el tesoro en tres partes?
Una leve sonrisa se dibujó en los malévolos rasgos de la Rata. Hasta que un pensamiento lo golpeó repentinamente.
-Él-dijo señalando el cuerpo en el suelo-dijo, “llegue aquí primero”¿Eso significa que Kane venía detrás suyo?-Y al mismo tiempo que el Lobo asentía impaciente, el otro se giro a ver los cofres a toda prisa.
La luz de la vela que parpadeaba sobre la rustica mesa iluminó una extraña y salvaje escena. La luz, incierta y danzante, que había adquirido un tono rojizo por el lago de sangre sobre el cual yacía el muerto, danzó sobre pilas de gemas y monedas que habían sido extraídas rápidamente de los cobres enlatadas que cubrían los muros, el espectáculo centelleaba en los ojos del Lobo con la misma intensidad con la que brillaba su filosa daga.
Los cofres estaban vacíos, su tesoro yacía como una masa resplandeciente sobre el suelo ensangrentado. El Lobo se detuvo a escuchar. Afuera había silencio. No había luna y la vivida imaginación de Le Loup imaginó al asesino oscuro, Solomon Kane, deslizarse a través de esa oscuridad, una sombra entre sombras. Sonrió rechinando sus dientes; esta vez el inglés sería derrotado.
-Aun queda un cofre sin abrir-dijo él señalando.
La Rata, con una dubitativa exclamación de sorpresa, se inclino sobre el cofre indicado. Con un solo movimiento, ágil como un gato, el Lobo saltó sobre él y le clavó su daga hasta la empuñadura en la espalda, justo entre los hombros. La Rata se desplomó al suelo sin emitir sonido.
-¿Por qué dividir el tesoro entre dos?-murmuró Le Loup, limpiando su daga en la ropa del cadáve-. Ahora es el turno de La Mon.
Dio un paso en dirección a la entrada, pero se detuvo, se encogió y retrocedió.
Lo primero que pensó fue que la sombra de un hombre estaba de pie en la entrada de la cueva, entonces vio que en realidad si era un hombre, pero tan oscuro que la tenue luz de las velas le daba una apariencia fantástica, como si fuera una sombra.
Un hombre alto, tan alto como el mismo Le Loup, vestido de negro de pies a cabeza, con una túnica ajustada y sencilla que de alguna manera era apropiada para su rostro sombrío. Los brazos largos y hombros anchos anunciaban al espadachín, tan sencillo como la larga espada tizona en su mano. Los rasgos del hombre eran plomizos y saturninos. Una especie de oscura palidez le daba una apariencia fantasmal ante la escasa luz, y el efecto se amplificaba con la satánica oscuridad de sus ceño. Sus grandes ojos, impasibles y sin parpadear estaban fijos en el bandido, y al mirarlos, Le Loup no pudo decidir de que color eran. Extrañamente, la tendencia mefistofélica de sus rasgos se veía opacada por frente ancha y profunda, aunque parcialmente oculta bajo sus sombrero sin pluma.
Esa frente era la marca del soñador, el idealista, el introvertido, al igual que sus ojos y su delgada y recta nariz traicionaban al fanático. Un observador habría sucumbido ante la mirada de esos dos hombres que se enfrentaban en ese momento. Los ojos de ambos revelaban la secreta profundidad de sus poderes, pero ahí terminaban sus semejanzas.
Los ojos del bandido eran duros, casi opacos, con una superficialidad centelleante que reflejaban un millar de luces y esplendores cambiantes, como si estuvieran hechos de alguna extraña gema, había cinismo en esos ojos, crueldad y valor.
Los ojos del hombre de negro, por su parte, eran intensos y miraban fijamente desde bajo sus cejas prominentes, eran fríos pero profundos, al mirarlos de cerca, uno tenía la impresión de estar mirando incontables capas de hielo.
Ahora que sus ojos colisionaron, el Lobo, que estaba acostumbrado a inspirar temor, sintió un frio extraño recorrer su espinazo. La sensación era nueva para él, una emoción nueva para un hombre que vivía de emociones. Súbitamente empezó a reir.
-¿Asumo que usted es Solomon Kane?-preguntó, controlando su voz para sonar desinteresado y amable.
-Yo soy Solomon Kane-. La voz era estruendosa y poderosa-. ¿Está listo para conocer a su Dios?
-Monsieur-respondió Le Loup haciendo una reverencia-, le aseguro, estoy tan listo como lo estaré en la vida. Podría hacerle a usted la misma pregunta.
-Sin dudas me he expresado en forma incorrecta-, dijo Kane sonriente-. Voy a cambiarla: ¿Está usted listo para conocer a su amo, el Diablo?
-En cuanto a eso, Monsieur- Le Loup examinó sus uñas con una elaborada despreocupación- debo decir que si lo viera ahora tendría mucho que contarle a su Excelencia Cornuda, aunque en realidad no tengo intención de ir a verlo, por lo menos no por mucho tiempo.
Le Loup no se preguntó que había sido de La Mon; la presencia de Kane en la cueva era respuesta suficiente que no necesitaba ver la sangre en su tizona para comprobarlo.
-Lo que deseo saber, Monsieur-dijo el bandido-es ¿por qué, en nombre del Diablo, ha estado acosando a mi banda de esta manera, y cómo hizo para destruir a ese ultimo grupo de idiotas?
-La ultima pregunta es la mas sencilla de responder, señor-replicó Kane-. Yo mismo hice correr el rumor de que el ermitaño tenía en su poder una reserva considerable de oro para atraer a la escoria como un cadáver atrae a los buitres.Vigilé la cabaña durante días y noches, y esta noche, cuando vi que los villanos llegaban, advertí al ermitaño y nos ocultamos en los arboles detrás de la cabaña. Entonces, cuando los malhechores estuvieron dentro, encendí el rastro de pólvora que había trazado, y la llama recorrió los arboles como si fuera una serpiente roja hasta que alcanzó el deposito de pólvora que coloqué bajo el suelo de la cabaña. Entonces la cabaña y los trece pecadores se fueron al infierno en un gigantesco rugido de humo y llamas. Es verdad, uno escapó, pero lo hubiera matado en el bosque sino hubiera tropezado y caído sobre una raíz rota, eso le dio la ventaja para eludirme.
-Monsieur-dijo Le Loup con otra pequeña reverencia-, debo admitir que le debo mi admiración, es usted un valiente e ingenioso contrincante. Pero sigue sin contestar esto: ¿por qué ha estado siguiéndome como un lobo sigue a un venado?
-Hace alguna lunas-dijo Kane, con su ceño aun mas amenazante-, usted y sus amigos saquearon una pequeña aldea en el valle. Conoce los detalles mejor que yo. Había una muchacha ahí, apenas una niña, que, esperando escapar de su lujuria, huyó valle arriba, pero ustedes, chacales del Infierno, la atraparon, la violaron y la dejaron a morir. Yo la encontré ahí y sobre su cadáver juré darles caza y asesinarlos.
-Hum-musitó el Lobo-. Si, recuerdo a la muchacha. Mon Dieu, así que todo esto es una cuestión sentimental. Monsieur, no había pensado en usted como un hombre sentimental, no se ponga celoso, amigo, hay muchas chicas mas
-¡Cuidado, Le Loup!-exclamó Kane, su voz cargada con un tono aterrador-, nunca he torturado a un hombre hasta la muerte, ¡pero por Dios, señor, usted me está tentando!
El tono, y especialmente su inesperado juramento, de la forma en que la expresó Kane, sacudió ligeramente a Le Loup; sus ojos se rasgaron y su mano se movió rápidamente hacia su espada. El aire se tensó por un instante; entonces el Lobo se relajó trabajosamente.
-¿Quién era la joven?-preguntó con pereza-¿Tu esposa?
-Nunca la había visto antes-respondió Kane.
-¡Nom d'un nom!-maldijó el bandido-. ¿Qué tipo de hombre es usted, Monsieur, que emprende este tipo de enemistad solo para vengar a una mujer desconocida?
-Eso, señor, es asunto mío, con concretarlo será suficiente.
Kane no podría haberlo explicado, ni siquiera a sí mismo, pero jamas buscaba explicaciones para convencerse de algo. Era un autentico fanático, sus instigaciones eran razones suficientes para justificar sus acciones.
-Tiene razón, Monsieur-Le Loup venía discutiendo por un buen rato ya, casualmente retrocediendo poco a poco con tal habilidad que no levantó sospechas ni siquiera ante el halcón que lo observaba.
-Monsieur- dijo él-, probablemente afirme ser simplemente un noble caballero, deambulando como si fuera un autentico Galahad, protegiendo a los débiles, pero usted y yo sabemos la verdad. Ahí en el suelo está el equivalente al rescate de un emperador. Dividamoslo pacíficamente, luego si no le gusta mi compañía, podemos ir cada uno por su camino.
Kane se inclinó hacia adelante con una terrible y amenazador brillo creciendo en sus fríos ojos. Era como un gran cóndor a punto de lanzarse sobre su victima.
-Señor, ¿me considera usted un villano tan grandioso como usted?
De repente, Le Loup tiró su cabeza hacia atrás con sus ojos danzando y saltando en una salvaje risotada cargada de burla y de una especie de demencial intrepidez. Sus fuertes carcajadas reverberaron por toda la cueva.
-¡Por los Dioses del Infierno! ¡No, idiota, no creo que esté a mi altura! Mon Dieu, Monsieur Kane, tiene usted una verdadera tarea entre manos si pretende vengar a todas las mocosas que han caído en mis fauces.
-¡Sombras de la muerte! No desperdiciare mas tiempo parloteando con esta sabandija-rugió Kane con una voz repentinamente sanguinaria, y su postura cambio rápidamente.
Al mismo tiempo, Le Loup con su risa salvaje se echó hacia atrás con un movimiento tan rápido como el de Kane. Su sincronización fue perfecta, con un manotazo dio vuelta la mesa y la hizo a un lado, apagando la única vela y sumiendo la cueva en la oscuridad.
La tizona de Kane cantó como una flecha en la oscuridad mientras éste arremetía a ciegas con ferocidad.
“¡Adieu, Monsieur Galahad!” La burla venía de algún lugar frente a él,pero Kane, se lanzó furiosamente hacia el sonido pero rebotó contra un muro solido que no cedió ante su estocada. De algún lugar parecía llegar el eco de la risa burlona.
Kane giró sobre sí mismo, con los ojos fijos en el tenue contorno de la entrada, pensando que su rival sin dudas intentaría pasar junto a él para salir de la cueva; pero no pudo ver nada, levantó la vela del suelo, la encendió, y descubrió que la cueva estaba vacía, excepto por él y los hombres muertos en el suelo.
III. El cántico de los tambores
El susurro llegó a través de las aguas turbulentas: ¡boom, boom, boom! una tétrica repetición. A la distancia y con un sonido mucho mas atenuado llegaba un susurro en un timbre diferente; ¡thrum, throom, thrum! Ida y vuelta, las vibraciones viajaban mientras el rugir de los tambores hablaban el uno con el otro. ¿Qué historias contarían? ¿Qué monstruosos secretos susurraban a través de los lúgubres y sombríos rincones de esta selva inexplorada?
-¿Es ahí, estas seguro, esa es la bahía donde el barco español ha atracado?
-Si, señor,el negro jura que fue en esa bahía donde el hombre blanco bajo solo del barco y se internó en la selva.
Kane asintió con seriedad.
-Entonces déjame bajar aquí, solo. Espera siete días, si no he regresado para entonces y no sabes nada de mi, vete, toma el barco y navega a donde tu quieras.
-Si, señor.
Las olas mecían suavemente contra el bote que llevaba a Kane a la orilla. La aldea que había estado buscando estaba en la orilla del río, pero retraída de la costa de la bahía, la selva la ocultaba y no podía verse desde el barco.
Kane había optado por lo que parecía ser el camino mas peligroso, había bajado a la costa de noche, por razones que solo él conocía, si el hombre que buscaba estaba en la aldea, nunca lo alcanzaría a plena luz del día. Estaba eligiendo la opción mas peligrosa de adentrarse en la selva por la noche, pero estaba acostumbrado, había tomado ese tipo de decisiones toda su vida. Ahora se jugaba la vida ante la remota posibilidad de llegar a la aldea de nativos bajo el amparo de la oscuridad y sin que los éstos lo vieran.
Dejó el bote en la playa con algunas pocas indicaciones, y los remeros regresaron al barco anclado a una buena distancia de la bahía, se volvió entonces y se internó en la oscuridad de la selva. Espada en mano, una daga en la otra, avanzó, esperando seguir el cántico de los tambores que seguían murmurando y gruñendo.
Avanzó con los movimientos ágiles y sigilosos de un leopardo, tanteando cuidadosamente su camino, atento ante cada alerta por pequeña que fuera, no era un camino fácil. Las lianas lo hacían tropezar y le golpeaban el rostro, impidiendo su avance, se vio obligado a caminar tanteando la corteza de los inmensos arboles, y atravesar las malezas donde se oían vagos y amenazantes crujidos y sombras que se movían. Tres veces su bota chocó contra algo que se movió y se alejó crepitando, hasta alcanzó a ver el siniestro brillo de los ojos de un felino entre los arboles. Sin embargo, todos se alejaban de su camino.
Trum,trum, trum, seguía el incesante ritmo monótono de los tambores, guerra y muerte (decían), sangre y lujuria, sacrificio humano y festín. El alma de África (decían los tambores); el espíritu de la selva, el cántico de los dioses de la oscuridad, los dioses que rugen y farfullan, los dioses que el hombre conoció cuando el mundo amanecía, con ojos de bestia, la boca entreabierta, barrigas inmensas, sanguinarios, los Dioses Negros (cantaban los tambores).
Todo esto y mas percibió Kane del rugir de los tambores mientras luchaba por atravesar la selva. En alguna parte de su alma, una fibra sensible sintió el llamado y respondió. Tu también eres de la noche (cantaban los tambores); hay fuerza en la oscuridad, la fuerza del ser primitivo dentro tuyo, regresa a tiempos ancestrales, déjanos enseñarte, déjanos enseñarte (cantaban los tambores).
Kane salió de la espesura de la selva y encontró un sendero claramente definido. Mas allá de los arboles se veía el resplandor de los fuegos de la aldea, las llamas brillaban a través de la empalizada. Kane caminó rápidamente por el sendero.
Avanzó silenciosamente y con cautela, con su espada extendida frente a él, sus ojos luchaban por detectar algún indicio de movimiento en la oscuridad delante ya que los arboles se cernían como sombríos gigantes a cada lado del sendero, con sus grandes ramas entrelazadas sobre el sendero y dejaban ver muy poco lo que había adelante.
Se movió por el sombrío sendero como un espectro de la oscuridad, se detuvo repentinamente y escuchó con atención, sin advertencia alguna, una mole inmensa y difusa se levantó desde las sombras y lo derribó, silenciosamente.
IV. El Dios Negro
¡TRUM,TRUM,TRUM! Desde algún lugar, llegaba un ritmo monótono y amortiguado que se repetía, una y otra vez, siempre el mismo mensaje, “¡necio,necio, necio!” Por momentos estaba lejos y por momentos sentía que podía estirar su mano y alcanzarla. Ahora se fundía con el zumbido en su cabeza hasta que las dos vibraciones se convertían en una sola: “¡necio, necio, necio!”
La confusión atenuó y se desvaneció. Kane intentó llevar su mano a su cabeza pero descubrió que estaba atado de pies y manos. Estaba tirado en el suelo de una cabaña. ¿Solo? Se retorció para ver mejor el lugar. No, dos ojos brillantes lo observaban desde la oscuridad. Ahora la figura tomaba forma, y Kane, aun confundido, creyó que estaba ante el hombre que lo había dejado inconsciente. Pero no, ese hombre jamas hubiera podido asestarle semejante golpe. Era delgado, marchito y arrugado. Lo único que parecía tener vida en él eran sus ojos, y eran como los ojos de una serpiente.
El hombre se agazapó en el suelo de la cabaña, cerca de la puerta, estaba desnudo excepto por un taparrabos y la parafernalia típica de su tribu, brazaletes, tobilleras y pulseras. Raros fetiches de marfil, hueso y piel, tanto humana como animal, adornaban sus brazos y sus piernas. De repente e inesperadamente habló en mi idioma.
-¿Estas despierto hombre blanco?¿Por qué has venido aquí, eh?
Kane hizo la pregunta inevitable, siguiendo el habito de un hombre caucásico.
-¿Hablas mi lengua, como es eso posible?
El hombre negro sonrió.
-Yo esclavo, hace mucho tiempo, cuando niño. Yo, N´Longa, hombre mágico, gran fetiche. ¡No hay hombre negro como yo! ¡Tu hombre blanco ¿cazas a hermano?
Kane renegó-.Yo. Hermano.Busco a un hombre, si.
El negro asintió. ¿Y si lo encuentra?
-Morirá.
El negro sonrió nuevamente-.Yo, poderoso hombre mágico-anunció como de la nada. Se acercó-. Hombre blanco, usted caza, al ojos de leopardo, ¿eh?¿Si? ¡Ja ja ja ja! Escuche, hombre blanco, hombre ojos de leopardo, él y el Jefe Songa hace un equipo poderoso, son hermanos de sangre ahora. No diga nada, yo le ayudo, usted me ayuda, ¿si?
-¿Por qué habría de ayudarme?-preguntó Kane con sospechas.
El hombre mágico se acercó y susurró-, hombre blanco es mano derecha de Songa, Songa mas poderoso que N´Longa. ¡Hombre blanco es poderoso mago! Hermano blanco de N´Longa mata hombre con ojos de leopardo, y sera hermano de sangre de N´Longa, N´Longa será mas poderoso que Songa, fin de la pelea.
Y así, como un fantasma en la oscuridad, salió flotando de la cabaña con tanta agilidad que Kane no estaba seguro si todo el asunto había sido mas que un sueño.
Kane podía ver el resplandor de las llamas ahora. Los tambores seguían sonando, pero al estar mas cerca, los tonos se fundían y se mezclaban y las vibraciones que producían los impulsos que había sentido antes se perdían. Todo parecía apenas un clamor bárbaro sin rima ni razones, pero sin embargo había un cierto mensaje de fondo ahí, una especie de burla y alarde.
“Mentiras,”pensó Kane, con su mente aun divagando, “la selva miente igual que esas mujeres de la selva que atraen a los hombres a su perdición.”
Dos guerreros entraron a la cabaña, gigantes negros, cubiertos de pintura y armados con rusticas lanzas. Levantaron al hombre blanco y lo arrastraron fuera de la cabaña. Lo arrastraron hasta un espacio abierto, lo apoyaron contra un poste y lo ataron. Frente a él, detrás suyo, y todo a su alrededor, había un gran semicírculo de rostros negros que lo observaban maliciosamente y se fundían con la oscuridad, apenas iluminados por la luz del fuego, que crecía y se aplacaba. Ahí, frente a él se erigía imponente una horrenda y obscena figura, una masa negra, amorfa, una grotesca parodia de ser humano. Firme, reflexivo y bañado en sangre, como si fuera la forma física del alma de África, el horror, el Dios Negro.
Frente a la figura, a cada lado, en tronos rústicamente tallados en teca, habían dos hombres sentados. El de la derecha era un hombre negro, inmenso, desgarbado, una gigantesca y horrenda masa de carne oscura y musculo. Sus ojos pequeños como los un cerdo parpadeaban sobre un sus mejillas marcadas por el pecado, sus labios rojos, gruesos se fruncían con evidente arrogancia.
El otro...
-Ah, Monsieur, nos volvemos a ver-. El hablante estaba lejos de ser el gallardo villano que había burlado a Kane en aquella cueva en las montañas. Sus vestimentas eran harapos, su rostro estaba curtido, y se había consumido en los años que habían pasado. Pero aun así sus ojos conservaban el brillo y el valor de antaño y su voz, el mismo timbre burlón.
-La ultima vez que escuché esa maldita voz-dijo Kane con tranquilidad-fue en una cueva, en la oscuridad, de donde huiste como una rata.
-Si, bajo condiciones muy distintas-respondió Le Loup imperturbable-.¿Qué hizo usted después de tropezar como elefante en la oscuridad?
Kane dudo en contestar, pero entonces dijo; “Abandoné la montaña...”
-¿Por la entrada frontal verdad? Me imaginé que era demasiado estúpido para encontrar la puerta secreta. Pezuñas del Diablo, si hubiera presionado usted el cofre con el cerrojo dorado que estaba contra el muro, la puerta se hubiera abierto y le hubiera revelado el pasadizo secreto por el cual escapé.
-Lo rastreé hasta el puerto mas cercano, donde abordé un barco y lo seguí hasta Italia, donde le perdí el rastro-dijo Kane.
-Si, por los santos, casi me acorraló en Florencia. Ja ja, salí por la ventana de atrás mientras Monsieur Galahad pateaba la puerta frontal de la taberna. Si su caballo no lo hubiera abandonado, me habría atrapado en el camino a Roma.
-De nuevo, el barco en el que deje España apenas había zarpado cuando vi a Monsieur Galahad cabalgar hasta el muelle. ¿Por qué está tan empecinado en seguirme de esa manera? No lo entiendo.
-Porque es usted un fugitivo y es mi destino acabar con su vida-respondió fríamente Kane. No lo entendía. Toda su vida había deambulado por el mundo ayudando a los débiles y luchando contra la opresión, no sabía por qué ni se lo cuestionaba. Era su obsesión, lo que daba sentido a su vida. La crueldad y la tiranía hacia los débiles encendía una furia enardecida y feroz en su alma. Cuando la llama de su odio se encendía, no había descanso para él hasta que su venganza no estuviera completamente realizada. Si lo hubiera pensado un poco, se consideraría así mismo como el ejecutor del juicio de Dios, un recipiente de ira que solo se descargaba sobre las almas de los injustos. Aunque no era un Puritano en el estricto sentido de la palabra, Solomon Kane se consideraba como tal.
Le Loup se encogió de hombros-. Lo entendería si lo hubiera agraviado personalmente. ¡Mon Dieu! Yo también seguiría a mi enemigo hasta el fin del mundo, pero, aun cuando con gusto lo habría asesinado y asaltado, nunca había oído de usted hasta que me declaró la guerra.
Kane guardó silencio, la furia se había apoderado de él. Aunque él no lo supiera, el Lobo era mas que un simple enemigo para él: el bandido simbolizaba, para Kane, todo lo que el Puritano había combatido durante toda su vida; la crueldad, la barbarie, la opresión y la tiranía.
Le Loup interrumpió entonces sus vengativas meditaciones-. ¿Qué hizo con mis tesoros? ¡Dioses del Hades, me tomó años acumularlos!. Quiso el Diablo que alcanzará a tomar apenas un puñado de monedas y chucherías en la huida.
-Tomé lo que necesitaba para darle caza. El resto se lo di a los aldeanos que habían saqueado.
-¡Por todos los santos y los demonios!-maldijo Le Loup-.Monsieur, es usted el necio mas grande que he conocido en mi vida. Tirar así semejante tesoro, por Satan, me enfurece pensar que termino en las manos de simples campesinos, ¡repugnantes aldeanos! ¡Se robarian y matarian unos a otros por esa riqueza! Es la naturaleza humana.
-Maldito seas!-estalló Kane súbitamente, mostrando que su consciencia no había estado tranquila-. Sin dudas lo harán, pobres tontos. ¿Pero qué podía hacer? Si los hubiera dejado en la cueva, esa gente se hubiera muerto de hambre. Si lo hubieran encontrado, también habría habido robos y asesinatos. Es todo culpa tuya, si ese tesoro hubiera estado en manos de sus legítimos dueños, ese problema no existiría en absoluto.
El Lobo sonrió sin responder. Como Kane no era un hombre profano, sus extrañas maldiciones tenían un doble efecto y siempre sorprende a sus oyentes, sin importar lo despiadado e implacable que pueda ser.
Fue Kane quien habló a continuación. “¿Por qué has huido de mi al otro lado del mundo? No es temor lo que te ha impulsado.”
-No, tienes razón. En realidad no lo sé; quizás se me ha hecho un habito y me es difícil dejarlo. He cometido el error de no matarlo esa noche en las montañas. Estoy seguro de que podría matarlo en una pelea justa, pero nunca pretendí, incluso ahora, tenderle una emboscada. De alguna manera, no tenía deseos de encontrarme con usted, Monsieur, un capricho mío, un simple capricho. ¡Entonces, Mon Dieu! Quizás he disfrutado de esta nueva sensación, y yo que pensaba que había agotado todas las emociones en esta vida. Es claro, un hombre debe ser la presa o el cazador. Hasta ahora, Monsieur, yo era la presa, pero me he cansado de jugar ese rol, pensé que me había perdido el rastro por completo.
-Un esclavo, traído de estos lares, le contó al capitán de un barco portugués de un hombre blanco que había descendido de un barco español y se había internado en la selva. Escuché esa historia y alquilé el barco, pagando a su capitán para que me trajera a este lugar.
-Monsieur, lo admiro por su entrega, pero usted debería admirarme también. Solo, he venido a esta aldea, y solo, entre caníbales y salvajes, con apenas un poco de conocimiento de su lengua que aprendí de un esclavo a bordo del barco, he ganado la confianza del Rey Songa y reemplazado a ese bufón N´Longa. Soy un hombre mas valiente que usted, Mondieu, ya que no tengo un barco al cual retirarme, y un barco si espera por usted.
-Admiro su coraje-dijo Kane-, pero está feliz de reinar entre caníbales, usted, el alma mas negra de todas aquí presente. Yo pretendo regresar con mi gente cuando termine con usted.
-Si no fuera gracioso, su confianza sería admirable. ¡Ho, Gulka!
Un nativo inmenso se interpuso entre ellos. Era el hombre mas grande que Kane había visto en su vida, aunque se movía con la agilidad y flexibilidad de un gato. Sus brazos y piernas eran como arboles, y sus enormes y serpenteantes músculos vibraban con cada movimiento. Su simiesca cabeza simétricamente instalada entre sus gigantescos hombros. Sus oscuras y poderosas manos eran como los de un simio, y las cejas, retraídas sobre sus bestiales ojos. Su nariz enorme y achatada y sus gruesos labios completaban su imagen de primitiva lujuria y salvajismo.
-Es Gulka, el mata gorilas-dijo Le Loup-. Fue él quien lo espero junto al sendero y lo dejo inconsciente. Es usted como un lobo, igual que yo, Monsieur Kane, pero desde que bajó de ese barco hemos tenido muchos ojos puestos en usted, y aun con todas las habilidades del leopardo a su disposición, no hubiera visto venir a Gulka ni lo hubiese oído. Él caza a las mas terrible de todas las bestias, en su bosque nativo, al norte de aquí, la bestia que camina como hombre, como esa de ahí, la cual cazó hace unos días atrás.
Kane siguió los dedos de Le Loup con sus ojos y encontró una criatura curiosa, parecida a un hombre colgando del techo de una cabaña. El extremo dentado de una lanza atravesaba la criatura y la mantenía en su lugar. Kane apenas podía distinguir sus características a la luz del fuego, pero tenía una extraña y horrenda semejanza con la figura de un peludo ser humano.
-Es una gorila hembra que Gulka mató y trajo a la aldea-dijo Le Loup.
El gigante se acercó a Kane y miro directo a los ojos del hombre blanco. Kane le devolvió la mirada sombríamente, y los ojos del negro cayeron duramente, se agazapo y retrocedió unos pasos. Una sola mirada de los lúgubres ojos del Puritano había penetrado las primitivas nieblas del alma del mata-gorilas y por primera vez en su vida había sentido temor. Para sacudírselo, miró desafiante a su alrededor, y, con inesperada animalidad, golpeó su inmenso pecho ruidosamente, sonrió cavernosamente y flexionó sus poderosos brazos. Nadie dijo una palabra. La bestialidad se había apoderado del escenario y lo mas desarrollados miraban con una mezcla de sensaciones de entretenimiento, tolerancia y desprecio.
Gulka miró furtivamente a Kane para ver si el hombre blanco lo observaba, entonces, con un repentino y bestial rugido, se precipito hacia adelante y arrastró a un hombre del semicírculo.Mientras la temblorosa victima aullaba pidiendo piedad, el gigante lo arrojó sobre el rustico altar frente al ídolo sombrío. Un lanza se elevó en el aire,bajo rápidamente, y el aullido se detuvo. El Dios Negro observaba, sus monstruosos rasgos parecían mirar con lujuria ante la intermitente luz de la fogata. Había bebido, ¿será que el Dios Negro estaba satisfecho con la ofrenda, con el sacrificio?
Gulka retrocedió, y se detuvo frente a Kane, y sacudió la ensangrentada lanza frente a sus ojos.
Le Loup rió. Entonces,súbitamente, N´Longa apareció. No salio de ningún lugar en particular, solo estaba ahí, junto al poste donde Kane estaba atado. Una vida dedicada al estudio del arte de la ilusión le habían dado al hombre mágico una técnica altamente especializada en lo que hacia a aparecer y desaparecer, lo cual después de todo, consistía básicamente en medir la atención de la audiencia.
Apartó a Gulka con un gesto y el hombre gorila retrocedió, pero solo hasta que N´Longa dejó de mirar, entonces con una agilidad increíble, se volvió y le asestó al hombre mágico un golpe tremendo en la cabeza con su mano abierta. N´Longa se desplomó como un búfalo herido y segundos después ya lo habían atado a un poste junto a Kane. Un murmullo de incertidumbre creció entre la multitud pero fue rápidamente aplacado por la furiosa mirada del Rey Songa.
La Loup se echó para atrás en su trono y se rió jocosamente.
-El rastro termina aquí, Monsieur Galahad. Ese anciano idiota creyó que no conocíamos sus planes. Yo estaba escondido fuera de la cabaña y escuché la interesante conversación que tuvieron. Ja Ja Ja. El Dios Negro debe beber, Monsieur, pero he persuadido a Songa de quemarlos vivos, eso será mucho mas entretenido, aunque me temo que debemos renunciar al festival. Ya que después de que encendamos el fuego a sus pies ni el diablo en persona podría evitar que sus cuerpos se conviertan en simples pilas de huesos chamuscados.
Songa gritó algo imperiosamente y sus sirvientes aparecieron cargando madera que apilaron a los pies de N´Longa y Kane. El hombre mágico había recuperado la consciencia y gritaba algo en su lengua nativa. De nuevo, un murmullo recorrió la sombría multitud. Songa respondió con un ruidoso gruñido.
Kane miraba la escena de un modo casi impersonal. De nuevo, en algún lugar de su alma, en un lugar profundo, primigenio y difuso, algo se sacudía, recuerdos de antaño, cubiertos por el velo nebuloso de eones perdidos. Había estado ahí antes, pensó Kane; esta misma escena, las espeluznantes llamas, y el dios, el Dios Negro, ahí en las sombras. Siempre el Dios Negro, acechando desde las sombra. Conocía los gritos, los cánticos frenéticos de sus adoradores, a lo lejos, en el gris amanecer del mundo, el discurso del bramido de los tambores, los predicadores cantando, esa esencia repugnante predominante de la sangre recién derramada. Todo eso, lo conocía, en algún lugar, en algún momento, pensó Kane, ahora yo soy el actor principal...
Se dio cuenta entonces de que alguien le hablaba entre el rugido de los tambores, no se había percato que los tambores habían vuelto a sonar. Ese alguien era N´Longa.
-¡Soy un mago poderoso! Mira ahora; hago magia poderosa. ¡Songa!-su voz se elevo como un alarido ahogado por el salvaje clamor de los tambores.
Songa sonrió ante las palabras que N´Longa le dedicaba. El cántico había descendido ahora a un suave y siniestro monótono y Kane pudo oír como Le Loup decía:
-N´Longa dice que va a realizar una magia,una magia muerta incluso desconocida. No hay hombres vivos que la hayan visto, es una magia sin nombre. Observe cuidadosamente, Monsieur, es posible que haya mas diversión en camino-dijo el Lobo y rió sardónicamente.
Un nativo se detuvo frente a Kane y con una antorcha encendió la pira de madera. Pequeñas chispas de llama empezaron a agarrar vuelo. Otro se inclino para hacer lo mismo en la pira de N´Longa pero titubeó. El hombre mágico quedó sostenido por sus ataduras, su cabeza cayó sobre su pecho. Parecía estar muriendo.
Le Loup se inclinó hacia adelante y maldijo, “Por todos los diablos! ¿Es que esta escoria va a dejarnos sin el placer de verlo retorcerse entre las llamas?”
El guerrero tocó cuidadosamente la frente del hechicero y dijo algo en su lengua nativa.
Le Loup lanzó una carcajada: “Se murió de miedo. Que gran hechicero resulto ser...”
Su voz se apagó repentinamente. Los tambores cesaron como si los músicos hubieran caído muertos al unisono. El silencio cayó como un manto de niebla sobre la aldea y en esa quietud Kane pudo oír el crepitar de las llamas cuyo calor empezaba a sentir.
Todos los ojos se posaron sobre el hombre muerto en el altar, ya que su cuerpo había empezado a moverse.
Primero, su mano se crispo, luego su brazo hizo un vano movimiento, un movimiento que gradualmente se esparció por el cuerpo y las extremidades. Lentamente, con gestos inciertos, el hombre muerto se volteó hacia un lado, donde sus miembros arrastrados encontraron la tierra. Entonces, como una criatura recién nacida, se tambaleó y se incorporó como un aterrorizado reptil saliendo del cascaron, con sus piernas bien separadas y rígidas, sus brazos seguían haciendo inútiles e infantiles movimientos. Un silencio atronador excepto por la pesada de respiración de un hombre en la multitud que resonaba entre la quietud. Kane observó, por primera vez en su vida se había quedado sin palabras. En su mente Puritana esto no podía sino ser obra del mismísimo Satanás.
Le Loup dio un salto en su trono, con los ojos bien abiertos y su mano aun flexionada en el aire de un gesto descuidado que quedo congelado por la irrupción de esa increíble escena. Songa compartió su reacción, con sus dedos tiritando sobre los brazos tallados de su trono.
Ahora el cuerpo erguido, tambaleándose en sus piernas tiesas, tenía el cuerpo tirado hacia atrás hasta que sus ciegos ojos parecían mirar directo a la luna roja que empezaba a asomar sobre la selva negra. La criatura se tambaleó sin rumbo, dibujando erráticos semicírculos, con los brazos extendidos grotescamente como si buscara equilibrarse, hasta que logró ubicarse frente a los dos tronos y frente al Dios Negro. Una rama ardiente a los pies de Kane crujió fuerte y rompió la intensidad del silencio. El horror levantó su oscuro pie y dio un paso al frente, y luego otro, y otro. Con pasos torpes y tiesos como los de un autómata, el hombre muerto caminó directo hacia los dos que enmudecidos por el horror se sentaban junto al Dios Negro.
“¡AHHH!” explotó un grito desde algún lugar del sombrío semicírculo de aterrorizados adoradores. Frente a ellos, el tenebroso espectro. Estaba apenas a tres pasos del trono, y Le Loup, invadido por el miedo por primera vez en su condenada vida, se retrajo en su silla, mientras Songa, con un esfuerzo sobrehumano rompió las cadenas de terror que lo habían dejado indefenso, y rompió la noche con un grito salvaje, se puso de pie de un salto y levantó su lanza, sacudiéndola amenazadoramente. Pero la espectral criatura no se detuvo ni pareció advertir la amenaza, el rey blandió su lanza con toda la potencia de sus enormes músculos y le atravesó el pecho al hombre muerto,desgarrando carne y huesos. Pero eso no detuvo a la criatura, ya que los muertos no pueden morir, y el rey Songa, se quedó congelado con los brazos extendidos como si intentara repeler el terror.
Ese instante, a la luz de las llamas danzantes y la tétrica luz de la luna, se grabó para siempre en las mentes de los presentes. Los impasibles ojos del cadáver miraron directamente a los desorbitados ojos de Songa, donde se reflejaron todos los horrores del infierno.
Entonces, los brazos de la criatura cobraron vida y sus manos muertas cayeron sobre los hombros de Songa. El rey pareció encogerse y temblar ante el primer contacto, y con un grito que atormentaría los sueños de cada observador por el resto de su vida, sucumbió y se desplomó junto con el rígido hombre muerto. A los pies del Dios Negro yacieron inmóviles, y la aturdida mente de Kane creyó ver que los grandes e inhumanos ojos del ídolo los miraba con atención y reía despiadadamente.
En el instante en que el rey cayó, un grito masivo se elevó en la multitud de nativos, y Kane, con la claridad que le daba el odio profundo que sentía por él, vio como Le Loup saltaba de su trono y se desvanecía en la oscuridad. Su visión se nubló entonces con una multitud de figuras oscuras que ocuparon el espacio frente al ídolo. Apartaron sus pies del fuego, un fuego que Kane había ignorado de todas formas y lo liberaron, otros liberaron el cuerpo del hechicero y lo apoyaron sobre la tierra.
Kane entendió, aun en su estado, que los nativos creyeron que la escena había sido obra de N´Longa, y que su venganza de alguna manera tenía algo que ver con él. Se inclinó, apoyó su mano sobre el hombro del hombre mágico. Sin duda alguna, estaba muerto, su carne ya estaba fría. Miro al resto de los cuerpos. Songa también había muerto, y la criatura que lo había matado yacía inmóvil.
Kane empezó a levantarse pero se detuvo súbitamente. ¿Estaba soñando o le pareció que el cuerpo que tocaba estaba recuperando su calor? Perplejo, se volvió a inclinar sobre el cuerpo del hechicero, y efectivamente sintió como la temperatura empezaba a volver a sus extremidades y su sangre volvía a fluir nuevamente en sus venas.
Entonces, N´Longa abrió sus ojos y miró a Kane con la misma expresión vacía de un bebe recién nacido. Kane observó, con la piel de gallina, y vio como el brillo reptiliano y sabio regresaba a sus ojos, vio como los gruesos labios del hechicero dibujaban ahora una enorme sonrisa. N´Longa se sentó y un extraño cántico surgió de entre la multitud.
Kane miró a su alrededor. Los nativos estaban de rodillas, bamboleando sus cuerpos hacia adelante y hacia atrás, y en su palabras, Kane alcanzó a distinguir una palabra “¡N´Longa!”, repetido una y otra vez en una especie de estremecedor refrán de éxtasis, miedo y devoción. Cuando el hechicero se puso de pie, todos se postraron al unisono.
N´Longa asintió, como si estuviera satisfecho.
-¡Gran mágico, yo, gran fetiche!-le anunció a Kane-. ¿Ha visto? ¡Mi fantasma salio, mató a Songa, regresó a mi! ¡Gran magia! ¡yo,gran fetiche!
Kane miró al Dios Negro retraído en las sombras, a N´Longa, que ahora estiraba sus brazos hacia su ídolo como si lo invocara.
Soy eterno (imaginaba Kane que el Dios Negro diría); yo bebo, sin importar quien reine, jefes, asesinos, hechiceros, pasan frente a mi como los fantasmas de hombres muertos que atraviesan la selva gris; yo prevalezco, yo reino; yo soy el alma de la selva (decía el Dios Negro).
De repente,Kane regresó del niebla imaginaria en la que se había sumergido.
-¡El hombre blanco!¿Por dónde se fue?
N´Longa gritó algo. Un puñado de manos señalaron, alguien le acercó su espada tizona. Las nieblas atenuaron y se desvanecieron, de nuevo era el vengador, el azote de los injustos, con una súbita y volcánica velocidad de un tigre, tomó su espada y partió.
V. El fin del sendero rojo.
Ramas y lianas azotaban su rostro. El opresivo vapor de la noche tropical se elevaba a su alrededor como una neblina. La luna, ahora alta en el cielo de la selva, describía sombras oscuras con su blanco resplandor y trazaba grotescos patrones sobre el suelo de la selva. Kane no sabía si el hombre que buscaba estaba delante suyo, pero las ramas rotas y los arbustos pisoteados mostraban que alguien había pasado por ahí, alguien que huía rápidamente y no se detenía ante nada.
Kane siguió ese rastro sin dudar. Creía en la justicia de su venganza, no tenía dudas de que los oscuros seres que gobiernan sobre los destinos de los hombres eventualmente lo llevarían frente a frente con Le Loup.
Detrás suyo los tambores retumbaban y murmuraban. Que historia tenían para contar esta noche luego triunfo de N´Longa, la muerte del rey negro, el derrocamiento del hombre blanco con ojos de leopardo, y un cuento un poco mas oscuro, un cuento que debía susurrarse muy bajo, en suaves vibraciones, el cuento de magia sin nombre.
¿Lo había soñado? Se preguntó durante su marcha. ¿Había sido todo parte de algún infame hechizo? Había visto a un hombre muerto levantarse, matar y volver a morir, había visto a un hombre morir y volver a la vida. ¿Será que N´Longa realmente había enviado su fantasma, su alma, su esencia de vida directo al vacío, para apoderarse de un cuerpo y que éste hiciera su voluntad? Si, N´Longa realmente había muerto ahí, atado al poste de tortura, y el que yacía muerto en el altar se levantó e hizo lo que N´Longa hubiera hecho si hubiese estado libre de amarras. Entonces, la fuerza invisible que daba vida al hombre muerto desapareció, y N´Longa volvió a vivir.
Si, Kane pensó, tenía que admitir que había sucedido. En algún lugar de los oscuros confines de la selva y el río, N´Longa había encontrado el Secreto, el Secreto para controlar la vida y la muerte, para superar las barreras y limitaciones de la carne. ¿Cómo había llegado este oscuro conocimiento, nacido en las oscuras y sangrientas sombras de esta tierra sombría, a las manos del hechicero? ¿Qué tipo de sacrificio le habían ofrecido a los Dioses Negros que los había complacido tanto, qué monstruosos rituales habían hecho para que le concedieron el conocimiento de una magia como esta? ¿Qué tipo de viaje atemporal e irreflexivo había hecho N´Longa cuando eligió enviar su ego, su fantasma, a través de los lejanos y nebulosos territorios que solo la muerte puede alcanzar?
Hay sabiduría en las sombras (decían los tambores), sabiduría y magia, ve a la oscuridad a buscar sabiduría, la magia antigua rehuye a la luz, recordamos las eras perdidas (susurraban los tambores), antes de que el hombre fuera sabio y necio, recordamos a los dioses bestias, los dioses serpientes y los dioses simios, los innombrables, los Dioses Negros, aquellos que bebían sangre y cuyas voces rugen a través de las sombrías colinas, los que se deleitan con lujuriosos banquetes. Los secretos de la vida y la muerte son suyos, lo recordamos, lo recordamos (cantaban los tambores).
Kane los escuchó mientras corría velozmente por la selva. La historia que le contaban a sus guerreros negros río arriba, no podía traducirla, pero le hablaban a su manera, y era un idioma mucho mas profundo, mas básico.
La luna, en lo alto del oscuro cielo azul, iluminaba su camino y aclaraba su visión, justo en el momento en que llego a un claro donde encontró a Le Loup. La espada desnuda del Lobo era un resplandor plateado a la luz de la luna, y él estaba ahí, de pie, con los hombros hacia atrás y su vieja sonrisa desafiante intacta en su rostro.
-Fue un largo viaje, Monsieur-dijo-. Empezó en las montañas de Francia, y terminará en las selvas de África. El juego finalmente me agotó, Monsieur, es hora de que muera. No habría huido de la aldea, sino hubiera sido por esa maldita brujería de N´Longa que debo admitir que me puso los nervios de punta. Pero mas que nada, fue porque toda la tribu se pondría en mi contra.
Kane avanzó con cautela, pensando si quedaba algún oscuro y olvidado resabio de caballerosidad en el alma del bandido que lo había llevado a arriesgarse a luchar contra él en un espacio abierto. Sospechaba que pudiera ser una trampa, pero sus agudos ojos no pudieron detectar movimiento alguno en la selva a ambos lados del claro.
-¡En guardia, Monsieur!-dijo Le Loup con voz firme-. Es momento de terminar con esta absurda danza alrededor del mundo. Ahora estamos solos.
Los hombres estaban ahora al alcance el uno del otro, y Le Loup, a mitad de la oración se había abalanzado a la velocidad de la luz, estoqueando ferozmente. Un hombre mas lento hubiera muerto ahí mismo, pero Kane repelió su ataque y envió su propio filo como un rayo plateado que cortó la túnica de Le Loup cuando el Lobo esquivó el ataque. Le Loup admitió el error de su truco y rió salvajemente mientras lanzaba otro furioso ataque con una velocidad impresionante, su filo era como un ventilador de acero frente a él.
Las tizonas chocaban ruidosamente mientras los espadachines se batían a duelo. Eran fuego contra hielo. Le Loup luchaba salvaje pero hábilmente, no dejaba lugar a contraataques y tomaba cada oportunidad que veía. Era una llama con vida, retrocedía, saltaba, amagaba y embestía, repelía y contraatacaba, reía como un hombre salvaje, lo provocaba y lo maldecía.
Las habilidades de Kane eran frías, calculadas, centelleantes. No desperdiciaba ni un solo movimiento, nada que no fuera absolutamente necesaria. Parecía dedicar mas tiempo y esfuerzo a la defensa que Le Loup, pero no titubeaba a la hora de atacar, y cuando embestía, su espada se movía con la velocidad de una serpiente sobre su victima.
Había poca diferencia entre los hombres en cuanto a su altura, fuerza y alcance. Le Loup era mas rápido por muy poco, una diferencia marginal, pero la habilidad de Kane estaba mas cerca de la perfección. La habilidad del Lobo con la espada era tenaz, dinámica, como el fuego de una caldera. Kane era mucho mas estático, menos instintivo y mucho mas reflexivo, un guerrero pensador, aunque él, también, era un asesino nato, con una coordinación que solo un guerrero por naturaleza poseía.
Embestida, defensa, amague, era un remolino de espadas...
-¡HÁ!-rió ferozmente el Lobo cuando la sangre brotó de un corte en la mejilla de Kane. Como si esa imagen aumentará su furia, atacó haciendo honor al nombre que los hombres bestia le habían dado. Kane se vio forzado a retroceder ante la sanguinaria arremetida, pero la expresión del Puritano no cambio en absoluto.
Pasaron los minutos, el sonido metálico del choque de espadas no disminuía. Se ubicaron justo en el centro del claro, Le Loup estaba intacto, pero los ropajes de Kane estaban rojos de la sangre que manaba de su rostro, su pecho, su brazo y sus muslos. El Lobo sonría salvaje y burlonamente a la luz de la luna, pero había empezado a dudar.
Su aliento se agotaba y su brazo empezaba a cansarse, ¿quién era este hombre de hielo y acero que no parecía debilitarse nunca? Le Loup sabía que las heridas que le había infligido a Kane no eran profundas, pero aun así, la perdida constante de sangre debería haber drenado la fuerza y velocidad de ese hombre. Pero si Kane sentía menguar sus habilidades no lo demostraba. Su semblante sombrío no había cambiado, y mantenía el frío control sobre la pelea como desde el principio.
Le Loup sintió que sus fuerzas lo abandonaban, y con un ultimo esfuerzo desesperado, junto toda su furia y sus fuerzas en una sola estocada. Un súbito e inesperado ataque demasiado salvaje y veloz para la vista, un estallido dinámico de velocidad y furia que ningún hombre podría haber resistido, y Solomon Kane se tambaleó por primera vez cuando sintió el frio acero atravesar su cuerpo. Retrocedió tambaleando, y Le Loup, con un aullido salvaje se lanzo tras él, con su enrojecida espada libre empezó a formar una burla en sus labios.
La espada de Kane, apoyada por la fuerza de la desesperación, encontró a Le Loup en el aire, lo encontró, y lo desarmó. El aullido triunfal del Lobo murió en sus labios mientras su espada salia despedida de su mano.
Se detuvo en seco por un instante fugaz, sus brazos bien abiertos como en la crucifixión, y Kane pudo oír su salvaje risa burlona por ultima vez cuando la estocada del inglés dibujo una linea plateada a la luz de la luna.
Los murmullos de los tambores llegaban desde lejos. Kane limpio mecánicamente su espada en sus derruidas vestimentas. El rastro terminaba ahí, y Kane era consciente ahora de un extraño sentimiento de futilidad. Siempre sentía eso después de matar a un enemigo. De alguna manera siempre sentía que no había hecho nada bueno por el mundo después de todo y que su enemigo había escapado a su justa venganza.
Se sacudió el pensamiento y volvió su atención a sus necesidades mas urgentes. Ahora que el fragor de la batalla había pasado, empezó a sentirse débil por haber perdido tanta sangre. Esa ultima estocada había estado cerca, sino hubiera girado su cuerpo a tiempo ese ultimo ataque habría sido letal, de esa manera, la espada se había deslizado sobre sus costillas y le había cortado hasta el musculo bajo el omóplato, infligiéndole una herida superficial pero grande.
Kane miró a su alrededor y vio un pequeño arroyo que corría junto al claro. Ese fue el momento en que cometió el único error de ese tipo que cometió en toda su vida. Quizás seguía mareado por la perdida de sangre o conmocionado por los extraños sucesos de esa noche, como fuera, bajo su espada y se dirigió desarmado al arroyo. Ahí, se limpio las heridas y las vendo lo mejor que pudo con tiras de tela rasgadas de su propia vestimenta.
Entonces, se puso de pie y cuando estaba a punto de volver sobre sus pasos, vio que algo se movió entre los arboles e ingresó al claro por el mismo lugar que él había entrado. Una figura inmensa había salido de la selva, y Kane vio y reconoció, que era su perdición. El hombre era Gulka, el mata-gorilas. Kane recordó que no había visto al gigantesco nativo entre los que homenajeaban a N´Longa. ¿Cómo iba a imaginar que la saña y el odio en la cabeza del gigante lo llevarían a escapar de la venganza de su tribu solo para rastrear al único hombre que le había inspirado temor?
El Dios Negro había sido amable con su neófito, lo había llevado ante su victima indefensa y desarmada. Ahora Gulka podía matar a ese hombre abierta y lentamente, como matan los leopardos, no en una emboscada como había planeado, silenciosa y súbitamente.
Una sonrisa amplia se dibujó en el rostro del nativo, y se humedeció los labios. Kane, lo observaba y calculaba fría y deliberadamente sus opciones. Gulka ya había visto las espadas. Estaban mas cerca suyo que de Kane. El inglés sabía que no tenía oportunidad de ganar una súbita carrera para hacerse de las espadas.
Un furia lenta pero letal invadía su cuerpo, era una furia de impotencia. La sangre hervía en sus sienes y sus ojos encendidos destellaban en la oscuridad mientras observaba al gigante. Sus dedos que se abrían y cerraban como garras. Eran fuertes, esas manos, hombres habían perecido bajo su agarre. Pensó que hasta los inmensos huesos del cuello del gigante se quebrarían como una rama si cayera en sus manos, un ola de debilidad inutilizó esos pensamientos, y como si necesitara mas para confirmar lo que ya sabía, la lanza de Gulka lanzaba destellos a la luz de la luna. Kane no podría huir aun si lo intentara, y nunca en su vida había huido de una pelea.
El mata-gorilas avanzó hacia el claro. Masivo, terrible, era la personificación del hombre primitivo, de la edad de piedra. Lanzó un bostezo, su poderío lo hacía arrogante y lo demostraba.
Kane se preparó para la pelea que solo podía terminar de una manera. Luchó por reunir todas las fuerzas que le quedaban. Era inútil, había perdido demasiada sangre. Por lo menos, moriría de pie, como pudo endureció sus rodillas y se mantuvo erguido, aun cuando el claro centellaba frente a él en oleadas inciertas y la luz de la luna parecía haberse convertido en una niebla roja a través de la cual veía difusamente a su enemigo a medida que este se acercaba.
Kane se detuvo, y con mucho esfuerzo levantó agua entre sus manos y se lavó el rostro. Esto lo reanimó, y se enderezo con la esperanza de que Gulka embistiera y acabara con él antes de que la debilidad lo hiciera desplomarse en el suelo.
Gulka estaba entonces en el medio del claro, se movía lentamente, con la agilidad de un gran felino cuando acecha a su victima. No tenía apuro en consumar su propósito. Quería jugar con su victima, ver como esos lúgubres ojos que había visto antes se llenaban de temor, ojos que lo habían mirado con desprecio aun cuando su dueño se encontraba atado a un poste y a punto de ser ejecutado. Quería cazarlo, lentamente, para saciar su sed de sangre, sus ansias de matar.
Súbitamente, se detuvo y se volteó a mirar del otro lado del claro. Kane, intrigado, siguió su mirada.
Al principio pensó que parecía que la sombra de la selva se había oscurecido aun mas. No había movimientos, ni sonidos, pero Kane supo instintivamente que una terrible amenaza merodeaba en esa oscuridad y se escondía y fundía entre los arboles. Un horror indescriptible había caído sobre la selva, y Kane sintió que desde esa monstruosa sombra, ojos inhumanos cauterizaban su alma. Pero a la vez, sintió la maravillosa sensación de que esos ojos no se posaban directamente sobre él, sino sobre el mata-gorilas.
El hombre negro se había olvidado de él, se había puesto en guardia, lanza en alto, y ojos fijos sobre el cúmulo de oscuridad. Kane volvió a mirar. Ahora se movía, salió de las sombras y emergió fantásticamente a la luz del claro, de la misma forma en que lo había hecho Gulka minutos antes. Kane parpadeó, ¿podría ser esto una ilusión que precedía a su muerte? La figura que veía ahora era como la que había visto fugazmente en brutales pesadillas, cuando las alas del sueño lo habían arrastrado hasta tiempos remotos y olvidados por el hombre.
Al principio creyó que era una especie de blasfema forma humana, ya que erguido era tan alto como un hombre alto. Pero era inhumanamente grueso y robusto, y sus gigantescos brazos colgaban casi hasta tocar sus deformes pies.
Entonces la luz de luna golpeó de lleno su bestial rostro, y la mente de Kane pensó rápidamente en el Dios Negro, pensó que el ídolo había cobrado vida y salía ahora de la selva sediento de sangre. Pero entonces vio que estaba cubierto de pelo, y recordó a la criatura colgada del techo en la aldea.
El nativo enfrentó al gorila, lanza al frente. No tenía miedo pero su mente perezosa pensó que era un milagro que una bestia como ésta estuviera aquí, tan lejos de su selva nativa.
El poderoso simio salió a la luz de la luna y sus movimientos era majestuosos. Estaba mas cerca de Kane que de Gulka pero no pareció notar la presencia del hombre blanco. Sus pequeños ojos estaban fijos en el hombre negro y lo fulminaban con brutal intensidad. Avanzó con una zancada bamboleante y curiosa.
A lo lejos, los tambores murmuraban a través de la noche, como acompañando este lúgubre drama de la edad de piedra. El salvaje se agazapó en el medio del claro pero el primordial salió de la selva con los ojos inyectados y con sed de sangre. El negro estaba ahora frente a frente con un ser aun mas primitivo que él. De nuevo, los fantasmas de los recuerdos le susurraron a Kane; has visto esto antes (murmuraron), en los días oscuros, los días del amanecer, cuando las bestias y los hombres bestias luchaban por la supremacía.
Gulka se alejó del gorila trazando un semicírculo, agazapado y con su lanza en guardia. Intentaba engañar al gorila y darle una muerte rápida, porque aunque no sentía temor, nunca había enfrentado a una bestia como esta y había empezado a dudar de sus habilidades. El simio no hizo ningún intento de seguir sus movimientos y lo embistió directamente.
El hombre negro que lo enfrentaba y el blanco que observaba no conocían su salvaje amor, su odio salvaje que habían llevado a ese monstruo a abandonar sus colinas boscosas en el norte y seguir el rastro, durante cientos de kilometros, hasta alcanzar al que era el azote de su clase, el asesino de su compañera, cuyo cuerpo ahora colgaba del techo de una cabaña en la aldea del negro.
El final llegó rápidamente, casi como un gesto repentino. Estaba cerca ahora, bestia contra hombre bestia, el gorila cargó con un súbito rugido que sacudió la tierra. Un enorme brazo peludo bajo fuertemente contra el brazo que sostenla la lanza y se lanzó contra el negro. Se escuchó un sonido atronador, como si muchas ramas se rompieran simultáneamente y Gulka cayó silenciosamente al suelo y quedo ahí tendido, con sus brazos, piernas y su cuerpo en posiciones antinaturales. El simio se paró sobre él por unos segundos, como una estatua que reflejaba el triunfador primordial.
A los lejos, Kane escuchó como los tambores murmuraban. El alma de la selva, el alma de la selva; esa frase surgía en su mente con una repetición monótona.
Los tres que esgrimían su poder frente al Dios Negro esa noche ¿dónde estaban ahora? En la aldea, donde retumbaban los tambores, estaba el cuerpo de Songa, el Rey Songa, alguna vez señor de la vida y la muerte era ahora un cuerpo marchito con su rostro congelado en una mascara de horror absoluto. Tendido de espaldas, en el medio del claro yacía aquel que Kane había perseguido por tierra y mar durante años. Y Gulka, el mata-gorilas yacía ahora a los pies de su asesino, derrotado finalmente por la misma barbarie que lo había convertido en un legitimo hijo de estas oscuras tierras y que finalmente lo había superado.
Pero el dominio del Dios Negro continua, pensó Kane mareado, acechando en las sombras de este oscuro país, bestial, sediento de sangre y sin importarle quien vive o muere, en tanto pueda saciar su sed.
Kane observó entonces al poderoso simio y se preguntó cuanto tiempo pasaría hasta el enorme simio lo viera y lo hiciera pedazos. Pero el gorila no parecía interesarse por él. Algún sombrío impulso de venganza aun sin saciar lo había guiado hasta ahí, se inclinó y cargó al hombre negro y se dirigió de regreso a la selva. Los brazos de Gulka dejaban un rastro grotesco a su paso. Cuando llegó a la linea de arboles, el simio se detuvo, y arrojó el cuerpo del gigante sin demasiado esfuerzo por el aire y lo estrelló contra las ramas. El impacto fue atronador, los miembros del mata-gorilas se hicieron pedazos por la potencia del lanzamiento y quedo ahí colgado.
Por un momento, la luz de luna iluminó al gorila que observaba silenciosamente a su victima, entonces, como una sombra oscura se fundió en la inmensidad de la selva.
Kane caminó lentamente hasta el medio del claro y levantó su espada. La sangre ya no manaba de sus heridas y recuperaba un poco de sus fuerzas, lo suficiente, para alcanzar la costa donde lo esperaba su barco. Se detuvo en el extremo del claro y miró hacia atrás, al rostro de Le Loup, blanco a la luz de la luna y a la oscura sombra sobre los arboles que era Gulka, que por algún oscuro y bestial designio había sido colgado de la misma manera en que colgaba su victima en la aldea.
A los lejos, los tambores murmuraban: “La sabiduría de nuestra tierra es ancestral, la sabiduría de nuestra tierra es oscura, a quien servimos, lo destruimos. Si sobrevives, huye, pero nunca olvidaras nuestras cánticos. Nunca, nunca.”
Kane se volvió hacia el sendero que lo llevaría a la playa y al barco que allí esperaba por él.
FIN
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