Por May Sinclair
Traducido por Ema U.
Publicado originalmente en la antología Uncanny Stories en 1923.
I
El Sr. Spalding había salido al jardín para tener un poco de paz, y no la había encontrado. Se sentó ahí, con los hombros encorvados y la cabeza baja, decaído bajo el rayo de sol.
Jerry, el gato negro, lo buscaba para jugar; se paraba sobre sus patas traseras y bailaba, se movía de lado a lado ondeando sus patas delanteras en el aire como si fueran alas. En cualquier otro momento su comportamiento hubiera encantado al Sr. Spalding, pero ahora no podía ni mirarlo; se sentía demasiado miserable.
Se había ido a dormir sintiéndose miserable; había pasado una noche de miseria y se había despertado mas miserable que nunca. Había estado así desde hacia tres días y tres noches de corrido, y no era para menos. No era solo por el hecho de que su joven esposa se había fugado con Paul Jefferson, el poeta Imagista, sino que a la debilidad de Elizabeth se le sumaba que había descubierto un error fatal en sus propio sistema metafísico. Había perdido su fe en Elizabeth. Al igual que en el Absoluto.
Las dos cosas habían sucedido al mismo tiempo y eso lo había devastado. Y tenía que reconocer, con amargura, que las dos estaban íntimamente conectadas.
-Sí-,se decía para sí mismo el Sr. Spalding-, hubiera servido a mi esposa tan lealmente como le he servido a mi Dios, ella no me habría abandonado por Paul Jefferson.
Quería decir que si no hubiese estado tan absorto en su sistema metafísico, Elizabeth no habría perdido interés en él. No podía culpar a nadie mas que a sí mismo por el comportamiento de su esposa.
Si ella hubiera huido con cualquier otro podría haberla perdonado, se hubiera podido perdonar a sí mismo; pero no había nada mas que miseria en el futuro de Elizabeth. Paul Jefferson era un genio, el Sr. Spalding no lo negaba; un genio inmortal; pero no tenía moral, bebía, consumía drogas, en las decentes palabras del Sr. Spalding, hacia todo lo que no se debía hacer.
Uno pensaría que éste abrumador desastre habría opacado completamente el otro problema. Pero no; el Sr. Spalding tenía una mente equilibrada; y se lamentaba en igual medida por la perdida de su esposa y por la perdida de su Absoluto. Un error en el sistema metafísico puede parecer insignificante; pero debe tener en cuenta que, desde que tuvo capacidad de pensar, el Sr. Spalding había sido devorado por el hambre y la sed por la verdad metafísica. Algo que superaba al Dios en el que le habían enseñado a creer porque, ademas de que era un escándalo para el sentido moral del Sr. Spalding, no era lo suficientemente metafísico. El pobre hombre estaba siempre preocupado por la metafísica, iba de sistema en sistema, buscando la verdad, la realidad, buscando una satisfacción intelectual suprema que nunca llegaba. Creyó que la había encontrado en su teoría del Panteísmo Absoluto. Pero en realidad, el Panteísmo de Spalding, o el Panteísmo de cualquier persona en realidad, cuando se lo analizaba minuciosamente, hacía agua por todos lados. Mientras mas Absoluto, mas agua hacía.
Considere que, según la teoría del Sr. Spalding, no existe una realidad que no sea el Absoluto. Las cosas solo son reales porque existen en él, porque él es ellas. El Sr. Spalding creía que su consciencia, la conciencia de Elizabeth y la conciencia de Paul Jefferson existían inalterables en el Absoluto. Ya que, si su existencia interna cambiase, debería admitir que las bases de su existencia actual subyacía en algún lugar por fuera del Absoluto, algo que para el Sr. Spalding calificaba como blasfemia. Y si Elizabeth y Paul Jefferson existían inalterables en el Absoluto, entonces su adulterio también existía ahí imperturbable. Y un adulterio dentro del Absoluto era un ultraje a su sentido moral, tanto como cualquier otra cosa que le habían enseñado sobre Dios en su juventud. Lo extraño era que hasta que Elizabeth huyó y cometió adulterio, él nunca lo había considerado. La metafísica del Panteísmo le había interesado mucho mas que su ética. Y ahora no podía pensar en otra cosa.
Y no era solo Elizabeth y su inmoralidad; eran todas esas personas insoportables que había conocido durante toda su vida. Su tío Sims, un odioso entrometido sin igual, y su tía Emily, una pobre tonta, y su primo, Tom Rumbold, un idiota obsceno. Y toda esa odiosa entrometidez de su tío, la estupidez de su tía y la idiotez de su primo tendrían que existir también en el Absoluto; inalterable.
Ademas de todo lo que se ve y se oye. Ahora, ¿el cielo azul, es azul a la Vista de Dios, o es solo algo inexplicable? ¿Y los ruidos, la música? Por ejemplo, estoy escuchando la Gran Opera, y tú a una banda de jazz en tu restaurante, pero el Dios del Panteísmo está escuchando a ambos, todos los sonidos del universo al mismo tiempo. Como sí se hubiera sentado en un piano. Esta idea impacto al Sr. Spalding aun mas que pensar en la inconducta de Elizabeth.
El tiempo transcurrió. Paul Jefferson se mató bebiendo. Elizabeth, destruida por la pena, murió de neumonía seguido de una gripe; y el Sr. Spalding seguía preocupado por los desajustes de su metafísica. Pero al final, él también murió.
Entonces empezó a preocuparse por otras cosas. Cosas que le habían sucedido, según sus propias palabras, en su juventud, antes de conocer a Elizabeth y una que había sucedido después de que ella lo dejara. Pensó en ellas como cosas que habían sucedido; sucedieron como en contra de su voluntad sin que él haya tenido parte. En momentos tranquilos de reflexión filosófica, no podía comprender como había dejado que sucedieran, cómo, por ejemplo, pudo haber soportado a Connie Larkins. Los episodios habían sido breves, porque en cada caso, el aburrimiento y el disgusto había sido demasiado para apartar lo que el Sr. Spalding consideraba que nunca debería haberse juntado. Breve e insignificante como fueron, el Sr. Spalding, en su lecho de muerte se preocupó al recordarlos. ¿Y si fueron mas significativos de lo que aparentemente fueron? ¿Y si tuvieran un significado eterno con terribles consecuencias en la vida después de la muerte? Suponiendo que no nos desvaneciéramos en el aire y que realmente hubiera una vida después de la muerte. ¿Y si en ese otro mundo hubiera un infierno?
El Sr. Spalding no podía imaginar un infierno peor que revivir eternamente esos incidentes. El disgusto y el aburrimiento, repetidos eternamente. Salir con Connie Larkins por siempre y para siempre, sin ser capaz de alejarse de ella, condenado a repetirlo, y, si hubiera un Absoluto, si existiera la realidad, la verdad, nunca lo sabría, sería despojado de ella por siempre...
-Al que vivió en la indecencia, déjenlo seguir en la indecencia.
Eso era el infierno, la perpetuación de un estado de indecencia.
Se preguntó entonces si la bondad no era, después de todo, lo mas importante; se preguntó si realmente había otro mundo; con extrema ansiedad se preguntó que pasaría con él en ese mundo.
Murió haciéndose esa pregunta.
II
Su primer pensamiento fue: bueno, aquí vamos de nuevo. No he sido borrado de la existencia. El segundo fue que no había muerto después de todo. Se había dormido y ahora estaba soñando. No estaba agitado ni siquiera sorprendido.
Estaba solo en un espacio gris inmenso, en el cual no había otro objeto distinguible mas que él. Era consciente de su cuerpo que ocupaba una porción del espacio. Tenía cuerpo, un cuerpo blanquecino, endeble y curioso. Lo extraño era que ese espacio vacío tenía una especie de solidez bajo sus pies. Estaba apoyado sobre él, estirado sobre él, a la deriva. Lo sostenía con la capacidad de flotación de las aguas profundas. Pero a su vez su cuerpo era parte de él, entrelazado en él.
Pudo ver entonces, a dos figuras acercándose a él. Se pararon frente a él, como figuras en el agua, una a cada lado, y entonces pudo ver que eran Elizabeth y Paul Jefferson.
Concluyó entonces que estaba realmente muerto, tan muerto como Elizabeth y Jefferson, y (dado que ellos estaban ahí) que estaba en el infierno. Elizabeth estaba hablando, y su voz sonaba dulce y amable. Le daba lo mismo ya que estaba en el infierno.
-Todo está bien,-dijo ella-.Es extraño al principio, pero te acostumbraras. ¿No te molesta que vengamos a recibirte?
El Sr. Spalding dijo que no tenía porque importarle, ni derecho a reprocharle, ya que todos estaban en el mismo bote. Los tres tenían el castigo que se merecían.
-¿Castigo?-dijo Jefferson-Pues, ¿dónde crees que estás?
-¿Estoy en el infierno, verdad? Si...
-Si nosotros estamos aquí ¿es eso lo que quieres decir?
-Bueno, Jefferson, no quiero revolver viejos rencores, pero, después de lo que sucedió, perdóneme por decirlo, pero ¿qué otra cosa puedo pensar?
Escuchó la risa de Jefferson; una risa perfectamente natural.
-¿Quieres decírselo tú Elizabeth o lo hago yo?
Es mejor que lo hagas tú. Siempre respeto tu intelecto.
-Bueno, viejo amigo, si realmente quieres saber donde estás, estás en el paraíso.
-¿Lo dices en serio?
-Muy en serio. De seguro te estás preguntando qué hacemos nosotros aquí.
-Bueno, no Elizabeth, quizás. Pero tú Jefferson, honestamente.
-Si, ¿qué hay de mí?
-Con tu pasado yo hubiera pensado que tenías menos merecido venir aquí que incluso yo mismo.
-¿Verdad que sí? He vivido sin consecuencias. Bebí, consumí drogas. No había nada que yo no hiciera. ¿por qué supone usted que logré entrar? Nunca lo adivinará.
-No, no. Me rindo.
-Mi amor por la belleza. Es difícil de imaginar pero parece que es algo que tiene valor aquí en el mundo eterno.
-Y Elizabeth, ¿por qué entró ella?
-Por su amor hacia mí.
-Entonces, lo único que puedo decir.-dijo el Sr. Spalding-Es que el Paraíso debe ser un lugar de lo mas inmoral.
-Oh no. Tu moralidad parroquial no tiene valor aquí. ¿Por qué debería? Es enteramente relativa. Relativa al sistema social, limitada al tiempo y espacio. Relativa a cierta configuración biológica que terminó junto a nuestros organismos terrenales. No es absoluta. No es eterna. Pero la belleza, la belleza es eterna, es absoluta. Y yo, yo amo la belleza mas que a nada, mas que a la bebida, a las drogas o a las mujeres, incluso mas que a Elizabeth. Y el amor es eterno. Elizabeth me amó mas a que a ti, mas que a la decencia, la paz o la comodidad y una a vida feliz.
-Todo muy lindo Jefferson, y Elizabeth quizás, muy María Magdalena lo suyo pero está bien. Quia mulium amavit, y demás. Pero si un granuja como tú puede escabullirse al paraíso con tanta facilidad, ¿qué ha sido de nuestra ética?
-Tu ética, querido Spalding, está donde siempre ha estado, en el lugar de donde viniste, no aquí. Y si yo fuera lo que se dice, un mal hombre, es decir un mal organismo terrenal, debí ser un poeta extraordinario. Dices que me escabullí fácilmente en el paraíso, ¿está diciendo que es fácil ser un poeta? Querido amigo, requiere de una inflexibilidad, una pureza, una disciplina de la mente, recuerda, que no tienes ni la mínima concepción de lo que es eso. Con seguridad puedo decir que tú serías la ultima persona en el mundo que consideraría que la mente es un asunto inferior y secundario. De cualquier manera, no solo entré al paraíso como consecuencia sino que entré a uno de los mejores paraísos, al paraíso reservado exclusivamente para las mejores almas.
-Entonces-dijo el Sr. Spalding-. Si nosotros estamos en el paraíso, ¿quién está en el infierno?
-No sabría decirte con certeza. Pero no deberíamos decirlo de esa manera. Deberíamos decir: ¿quién está de vuelta en la tierra?
-Bueno ¿qué posibilidades hay de encontrarme aquí con mi tío Sims, con mi tía Emily o con Tom Rumbold? ¿los recuerdas Elizabeth?
-Si, claro que los recuerdo. Probablemente los hayan mandado de vuelta a la tierra. No podrían soportar la eternidad. No hay nada eterno en ser odioso, estúpido e indecente.
-¿Qué piensas que les sucedió entonces?¿qué piensas tú, Paul?
-Creería que sufrirán la condenación hasta que les inculquen un poco de grandeza, inteligencia y decencia a la fuerza.
-Eso va a convencer a mi tía Emily. Le hicieron creer que la estupidez no era un obstáculo para entrar al paraíso.
-Convencieron a muchas personas-,dijo Jefferson-. Mi padre es uno de ellos, el Decano de Eastminster; en su arrogancia estaba seguro de que entraría; pero no se lo permitieron. ¿Y por qué razón dirías tú? Porque el pobre anciano no pudo ver la belleza en mis poemas. Pero no por eso lo descartaron, si hubiera tenido pasión por algo; o si le hubiese importado un comino la verdad metafísica. Tu verdad, Spalding.
-Valgame, todas nuestras ideas preconcebidas parecen haber estado equivocadas.
-Si. Ni siquiera yo estaba listo para eso. A propósito, eso es por lo que tú entraste, tu pasión por la verdad. Es como mi pasión por la belleza.
-¿Pero no estás preocupado por tu padre, Jefferson?
-Oh, no. Eventualmente entrara en algún paraíso. Descubrirá que siente afecto por alguien, quizás. Entonces estará bien. ¿Quieres dar una vuelta y conocer el lugar?
-No parece haber mucho para ver. Se me hace un poco desierto, tu paraíso.
-Oh, eso es porque estamos en el estado de aterrizaje.
-¿El que de aterrizaje?
-El estado. Lo que solíamos denominar lugares. Los tiempos y espacios aquí, son estados. Estados de la mente.
El Sr. Spalding se incorporó emocionado.
-Pero... pero eso es lo que siempre dije que eran. Yo y Kant.
-Bueno, quizás deberías hablar con él al respecto.
-¿Hablar con quién? ¿puedo ver a Kant?
-Míralo Elizabeth. Ahora si ha recobrado su vida. Por supuesto, lo verás cuando lleguemos a tu propio espacio... digo, estado.
-Será mejor que vengas conmigo y Elizabeth. Te mostraremos todo.
-Ahora si ha recobrado su vida.
Se levantó, lo ayudaron a incorporarse y caminaron juntos a través de la inmensidad gris, a través de un túnel que se veía parcialmente pero que era perfectamente solido, de un material que el pensó, absurdamente, que era espacio condensado. No habían objetos a la vista ademas de Elizabeth y Jefferson; parcialmente a la vista, pero tangible, el suelo se creaba a sí mismo de la nada ante sus pies mientras su deseo de caminar se incrementaba. Y como aun no sentía interés o curiosidad; pero a medida que avanzaba se percataba de que su deseo de ver cosas se hacía cada vez mas urgente. Las vería. Debía verlas. Sentía que ante él y a su alrededor había una infinidad de cosas para ver. Su mente hacia el esfuerzo para ver.
Y entonces, repentinamente, pudo ver.
Vio un paisaje mas hermoso de lo que podría haber imaginado. Era, según Jefferson, muy similar al campo de pinos paraguas ubicado entre Florencia y Siena. Cuando lo dejaron atrás y tomaron la curva del camino estuvieron frente al oeste celestial. Hacia el sur el paisaje se diluía en un gran precipicio rojo con un brillante mar azul debajo. Como bien dijo Jefferson, la Riviera, el Estérel. Al oeste y al norte el paisaje consistía en una colina verde tras otra, con frondosos pinos con una muralla azul oscura de fondo, la muralla azul, como la que el Sr. Spalding había visto desde las alturas sobre Sidmouth, mirando hacia Dartmoor. Solo que este paisaje tenía una gracia, una armonía de lineas y colores que lo hacían una belleza absoluta; y sobre ella recaía un fulgor sereno y fuera de este mundo.
Ante ellos, sobre una colina, había una exquisita aldea blanca, rosa y dorada.
-Quizás me creas, quizás no-dijo Jefferson-, pero la belleza de todo esto es que lo hice yo. Es decir, Elizabeth y yo lo hicimos entre los dos.
-¿Tú lo hiciste?
-Lo hice yo.
-¿Cómo?
-Con el pensamiento. Lo quisimos. Lo imaginamos.
-Pero... ¿de qué está hecho?
-No lo sé y no me importa demasiado. Nuestros científicos aquí te dirán que lo hicimos del máximo elemento de la materia. Materia, sin forma, que solo existe para nosotros en su mejor estado. Algo como los electrones del electrón del electrón. Aquí, estamos todos suspendidos en una red, inmersos, si prefieres, en un océano, la respiramos. Y es completamente maleable a nuestra voluntad e imaginación. Imperceptible en su estado informe, se hace visible y tangible cuando nuestras mentes la trabajan, y podemos construir todo lo que queramos, incluyendo nuestros propios cuerpos. Solo que, mientras nuestra imaginación siga bajo el dominio de nuestros recuerdos, las cosas que creemos seguirán siendo similares a las cosas que conocíamos en la tierra. Notarás entonces que tanto Elizabeth como yo somos mucho mas hermosos que lo que eramos en la tierra (lo había notado)y porque deseamos ser mas hermosos, pero aun se nos reconoce como Paul y Elizabeth porque nuestra imaginación está controlada por nuestros recuerdos. Eres como siempre has sido, solo que mas joven que cuando te conocimos, porque tu imaginación solo funciona con tus propios recuerdos. Todo lo que crees aquí, probablemente sea una replica de algo que recuerdes de la tierra.
-Pero si quisiera algo nuevo, algo hermoso que jamas he visto antes, ¿podría hacerlo?
-Por supuesto que podrías. Solo que, al principio, hasta que tu propia imaginación se desarrolle, tendrás que acudir a mí, a Turner o a Miguel Angel para que lo hagamos por ti.
-¿Y todas esas cosas que tú, Turner o Miguel Angel hagan para mi serán permanentes?
-Absolutamente, a menos que las deshagamos. Y no creo que debamos hacer eso contra tu voluntad. De todas maneras, aunque podemos destruir nuestro propio trabajo no podemos destruir el de los demás, es decir, reducirlo al componente esencial. Es mas, no deberíamos ni soñar en hacerlo.
-¿Por qué no?
-Porque los viejos motivos no funcionan aquí. La envidia, la codicia, el hurto, el robo, el asesinato, o cualquier otro tipo de destrucción son desconocidos. No pueden suceder. Nada altera la materia aquí excepto la mente, y yo no puedo desear que tu cuerpo se haga pedazos siempre y cuando tú desees mantenerlo intacto. No puedes destruirlo tú mismo como lo harías con otras cosas que hayas creado, porque tu necesidad de él es mas grande que la necesidad por todas esas cosas. No podemos robar por la misma razón. Las cosas que nos pertenecen, le pertenecen a nuestro estado de la mente y no pueden desprenderse de él, por lo que no podríamos quitarle algo al estado de otra persona y moverlo al nuestro. Y si pudiéramos no deberíamos, porque cada uno de nosotros puede tener lo que quiera. Si me gusta tu casa o tu paisaje mas que el mío, puedo hacer uno para mi exactamente igual. Pero no lo hacemos porque estamos orgullosos de nuestras individualidades aquí, y preferimos tener cosas distintas y no todo lo mismo. A propósito, como aun no tienes casa y mucho menos un paisaje, puedes compartir la nuestra.
-Es muy amable de tu parte-dijo el Sr. Spalding. Estaba pensando en Oxford. Oxford. Las tranquilas habitaciones en Balliol. Pareció dudar. -Si sigues pensando en nuestra vieja enemistad, debo decirte, Spalding, que no estoy arrepentido. No necesito pedir disculpas, me alegra haber alejado a Elizabeth de ti. La hice mas feliz que infeliz, incluso mientras estábamos en la tierra. Y te alegrará saber que es gracias a mí que ella entró al paraíso, no por ti. Si se hubiera quedado contigo, te hubiera odiado, eventualmente, y no habría entrado.
-No estaba pensando en eso-dijo el Sr. Spalding-. Solo me preguntaba donde puedo poner mi paisaje.
-¿Qué quieres decir con “poner el paisaje”?
-Ubicarlo, para que no interfiera con el paisaje de otras personas.
-¿Pero como diantres podrías interferir? “Ubícalo”, como tú dices, en tu propio espacio y tiempo.
Su propio espacio y tiempo. El Sr. Spalding estaba cada vez mas emocionado.
-¿Pero... cómo?
-No puedo decirte cómo. Simplemente sucede.
-Pero quiero entenderlo. Tengo que entenderlo.
-No deberías desalentarlo de esa manera, Paul- dijo Elizabeth-. Siempre quiso entender cómo funcionan las cosas.
-Pero qué puedo decir si yo mismo no las entiendo...
-Será mejor que lo lleves a ver a Kant o a Hegel.
-Prefiero ver a Kant-dijo el Sr. Spalding.
-Bueno, a Kant será. Tenemos que ir a su estado primero.
-¿Cómo hacemos eso?
-Es muy simple. Solo piensas en él y preguntas si podemos entrar.
-Es como llamar a alguien por teléfono y preguntar si puedes pasar a visitar-. Elizabeth explicó.
-Supongamos que dice que no.
-Puede pasar. Por supuesto, en ese caso no pasaremos. Puede habernos des-pensado.
-¿Se puede des-pensar a alguien?
-Si, es una forma de protegerte. De lo contrario la vida aquí sería insoportable. Solo quedate quieto por un segundo, ¿de acuerdo?
Hubo un intenso silencio. Entonces Jefferson dijo: -Ahora, puedes pasar.
El Sr. Spalding se encontró entonces en una habitación blanca, apenas amueblada y con tres hileras de estantes para libros, una mesa para escribir, un juego de misteriosos instrumentos y dos sillas. Una lampara con pantalla sobre el escritorio iluminaba la habitación. El Sr. Spalding había abandonado el campo con pinos y colinas soleadas, pero al parecer en el tiempo de Kant eran aproximadamente las diez de la noche. El inmenso ventanal estaba cubierto por un cielo estrellado azul oscuro.
Un hombre pequeño, de mediana edad estaba sentado frente al escritorio. Vestía ropa del siglo dieciocho y una peluca. El rostro que observaba ahora al Sr. Spalding era esbelto y reseco, con la boca pequeña y los ojos brillando a la distancia con profunda e inspirada inteligencia. El Sr. Spalding entendió que estaba en presencia de Immanuel Kant.
-¿Usted pensó en mi?
-Disculpe. Soy James Spalding. Estudiante de filosofía. Me dijeron que quizás usted, estaría
dispuesto a explicarme las extraordinarias condiciones en las que me encuentro.
-Puedo preguntarle, Sr. Spalding, si conoce usted algo sobre mi filosofía.
-Soy uno de sus mas devotos discípulos, señor. Me rehúso a creer que exista un avance considerable en la filosofía después de la Crítica de la razón pura.
-Mi sucesor, Hegel, hizo un avance muy considerable. Si no has leído a Hegel entonces...
-Discúlpeme, pero si lo he leído. Alguna vez fui un devoto discípulo suyo. Una fantasía deslumbrante, la Triple Dialéctica. Pero entendí que el suyo, señor, era el sistema mas seguro y cuerdo, y que la tendencia recurrente de la filosofía debía ser volver a Kant.
-Es mejor ir hacia adelante que volver. Si eres realmente mi discípulo, no creo que las condiciones aquí deberían resultarte tan extraordinarias.
-Me resultan extraordinarias porque confirman su teoría del tiempo y el espacio, señor.
-Eso hacen, sí. Eso sí son. Pero van mucho mas allá de cualquier cosa que yo haya podido soñar. No estaba dentro de mi esquema que la Voluntad, a la cual recordaras, siempre le asigné un rol puramente ético y pragmático, que la Voluntad y la imaginación de los individuos, la suya y la mía, Sr. Spalding, pudiera crear su propio tiempo y espacio, sus propios objetos en ese tiempo y espacio. No anticipé esta multiplicidad de espacios y tiempos. En mi tiempo había solo un espacio y un tiempo para todos.
-Pero aun así, es una confirmación extraordinaria, y como podrá imaginar, Sr. Spalding, fue extremadamente gratificante cuando llegué a este lugar por primera vez y descubrí que todos hablaban y pensaban correctamente respecto al tiempo y el espacio. Notará que aquí decimos estado, para referirnos al estado de la consciencia, donde solíamos usar la palabra espacio. De la misma manera hablamos de los estados del tiempo, para referirnos al tiempo como estado de la consciencia. Mi estado presente, como puede observar, es exactamente diez minutos después de las diez según mi reloj, que es mi consciencia. Mi consciencia registra el tiempo automáticamente. Mi propio tiempo, verá, no el de los demás.
-¿Pero no es eso aterradoramente inconveniente? Si su tiempo no es el de los demás, cómo diantres, es decir ¿cómo en el paraíso, se hace para concertar una cita?¿Cómo se coordina algo?
-Concertamos citas y coordinamos, exactamente igual a como solíamos hacerlo, mediante un sistema puramente arbitrario. Medimos el tiempo por espacio, por eventos, movimientos en el espacio-tiempo. Mientras que en condiciones terrenales había aparentemente una tierra y un sol, un día y una noche para todos, aquí, todos tienen su propia tierra, su propio sol y su propio día y noche. Entonces nos vimos forzados a adoptar un tierra y un sol ideal, con día y noche ideal. Sus revoluciones se miden en forma exacta a como las mediamos en la tierra, por el movimiento de las manecillas en un dial que marca minutos y horas. Solo que nuestro reloj público tiene cinco manecillas que señalan las revoluciones en semanas, meses y años. Ese es nuestro tiempo estandarizado público, y todas las citas se mantienen y todos los cálculos científicos se hacen con ese reloj como referencia. La única diferencia entre la tierra y el paraíso es que aquí, al espacio-tiempo público se lo considera como lo que realmente es, una convención artificial y estrictamente arbitraria. Sabemos, no como resultado de un razonamiento filosófico o matemático, sino como parte de nuestra experiencia consciente ordinaria, que no hay un espacio absoluto ni un tiempo absoluto. Yo diría que no hay tiempo y espacio real, pero en el paraíso, el estado de la conciencia trae consigo su propia realidad, y el estado del tiempo y el espacio es tan real como cualquier otro.
-Por supuesto, sin el espacio-tiempo público arbitrario, un reloj público, los estados de conciencia de un individuo con el de otro jamas podrían coordinar. Por ejemplo, has venido desde las doce del mediodía del Sr. Jefferson a mis diez en punto de la noche. Pero el reloj público, el cual veras ahí afuera en la calle, estamos en Konigsberg; no tengo imaginación visual por lo que tengo que apoyarme completamente en mis recuerdos para crear un escenario, en la dársena pública, como le llamo, marca un cuarto para las ocho; si yo le pidiera al Sr. Jefferson que viniera a pasar la tarde, utilizaríamos la hora del reloj público para fijar la cita a las ocho. Pero cuando llegara a mi tiempo seguirían siendo las diez.
-Ahora, me gustaría señalarle algo, Sr. Spalding, esta forma de pensar el tiempo y el espacio no es tan revolucionaria como parece. Usted recordara que yo he dicho que bajo condiciones terrenales, hay, aparentemente, una tierra y un sol, un día y una noche para todos. Pero en realidad, incluso en ese entonces, todos cargaban consigo su propio tiempo y espacio privado, y su propio mundo privado en ese tiempo y espacio. Incluso entonces, solo a través de un sistema arbitrario de convenciones matemáticas, principalmente geométricas, se podían coordinar todos esos tiempos y espacios privados, para constituir de esa manera un universo. El reloj público, basado en la revolución de los cuerpos en un espacio público determinado matemáticamente, era un asunto tan convencional y relativo en la tierra como lo es en el paraíso.
-Nuestra conciencia privada registraba sus propios tiempos entonces en forma automática al igual que ahora, mediante el paso de eventos internos. Si los eventos pasaran mas rápido, nuestro tiempo privado se adelantaría al reloj; si los eventos se regazasen, quedaría retrasado.
-Es así que en la experiencia de soñar hay muchos mas eventos por segundo que en la experiencia de despertar; y la consciencia registra los eventos en tiempo reloj, es así que en un sueño podemos vivir durante horas o días en una fracción del tiempo que coincide con el tiempo que conlleva el golpe de la puerta con el cual despertamos. Es absurdo decir que en este caso no vivimos en dos sistemas temporales distintos.
-Si, y...-el Sr. Spalding gritó emocionado-.Einstein ha demostrado que el movimiento en el espacio-tiempo público es algo completamente relativo y arbitrario y que la velocidad, o el valor tiempo, de un rayo de luz que se mueve en distintas condiciones es una constante, cuando bajo cualquier otra teoría de tiempo absoluto y movimiento absoluto debería ser una variante.
-Eso-dijo Kant-, eso es ni mas ni menos lo que yo esperaría que fuera.
-Usted dijo, señor, que la única diferencia entre las condiciones terrenales y del paraíso es que el carácter artificial y estandarizado del espacio-tiempo se reconoce en el paraíso pero no en la tierra. Yo habría dicho que las diferencias mas sorprendentes son, en primer lugar, que en el paraíso nuestra experiencia está creada por nosotros mediante nuestra imaginación y nuestra voluntad, mientras que en la tierra era, en sus propias palabras, “dada.” En segundo lugar, en el paraíso nuestros estados no están cerrados como en la tierra, sino que cualquiera puede entrar en el estado de los demás. Tengo la impresión de que estas diferencias son lo bastante grande como para superar ampliamente nuestra experiencia en la tierra.
-No son tan grandes-dijo Kant-,como tú dices. Al soñar, ya estas viviendo una experiencia en la que cada persona construye un mundo para sí mismo, con su propio espacio y tiempo; un mundo en el cual se trascienden las condiciones ordinarias de tiempo y espacio. Mediante la telepatía y la clarividencia puede experimentar lo que es entrar en la estado de las demás personas.
-Pero-dijo el Sr. Spalding-, en la tierra mi consciencia dependía de un mundo fuera de ella, surgido presuntamente de la conciencia de Dios, mi cuerpo siendo el medio ostensible. Aquí, por el contrario, tengo a mi mundo dentro mío, creado por mi consciencia y mi cuerpo no es el medio sino un mero accesorio de mi creación.
-¿Y qué infiere de todo esto, Sr. Spalding?
-Pues que en la tierra estaba mas cerca de Dios, mas dependiente de él de lo que estoy en el paraíso. Parece que aquí me he convertido en mi propio Dios.
-¿Y no le parece que al convertirse en una especie de dios no está en realidad mas cerca de Dios?¿que al tener el poder de la imaginación para construir, esta libertad para crear un universo con su voluntad, Dios está recortando el camino entre usted y él, mucho mas que la limitada y obstruida conciencia que tenía en la tierra?
-Si, es verdad. Cuando pienso en esa espantosa vida en la tierra, el dolor, señor, el horrible dolor, la maldad, la imbecilidad, esa interminable batalla derramando sangre y miseria, los golpes de la vida, no puedo evitar pensar por qué semejantes cosas existen en el Absoluto, y por qué el Absoluto no nos puso aquí, o como usted diría, no nos pensó aquí, en este estado celestial desde el principio.
-¿Cree usted que a cualquier inteligencia finita, cualquier voluntad finita se le puede confiar, sin entrenamiento con el poder que tenemos aquí? Solo las voluntades disciplinadas por luchar contra las maldades de la tierra,e inteligencias curtidas de tanto lidiar con los problemas de la tierra son las mas apropiadas para crear universos. ¿Recuerda mi entusiasmo por la ley moral, mi Imperativo Categórico? Aun lo tengo. La ley moral sigue vigente y siempre regirá sobre la tierra. Pero ahora veo que no es un fin en sí mismo, solo un medio en el que este poder, esta libertad es el fin.
-Cómo es entonces que el dolor y la maldad existen en el Absoluto. Es obvio que no pueden existir en él como tales, ya que existen exclusivamente en relación a los estados de organismos terrenales. Ese es el por qué el comparativamente libre albedrío de los organismos terrenales le permite crear dolor y maldad.
-Cuando dices que ese tipo de cosas existen en el Absoluto, íntegros e inalterables, no tiene sentido. Está pensando en el dolor y la maldad en términos de una dimensión en el tiempo y tridimensional en el espacio, en el cual se multiplican indefinidamente.
-¿Qué quiere decir cuando dice en una dimensión en el tiempo?
-Es decir que se considera al tiempo como una extensión lineal, una sucesión pura de pasado, presente y futuro. Piensa en el dolor y la maldad como distribuidos indefinidamente en el espacio e indefinidamente repetido en el tiempo, mientras que la idea, la forma que toman en la eternidad, en su peor momento no son muchas, solo una.
-Eso no les hace menos tolerables.
-No estoy hablando de eso, estoy hablando del significado de la eternidad, en el Absoluto, siendo que es algo que te preocupa.
-Lo veras por ti mismo si vienes conmigo al estado del tiempo tridimensional.
-¿Qué es eso?-dijo el Sr. Spalding, profundamente intrigado.
-Eso-dijo el filosofo-, es tiempo que no está dispuesta en sucesión linear, tiempo que se ha doblado sobre sí mismo dos veces para llevar el pasado y el futuro al presente. Mientras el punto se repite para formar una linea en el espacio, el instante se repite de igual manera para formar el tiempo linear del pasado, presente, futuro. Y mientras la linea unidimensional se dobla en angulo recto sobre sí misma para formar un plano bidimensional, de igual manera, el tiempo unidimensional se dobla sobre sí mismo para formar un plano bidimensional o plano temporal, el pasado-presente o presente-futuro. Y cuando el plano se dobla para formar el cubo, también lo hacen los planos pasado-presente y presente-futuro, vuelven a dar un giro para encontrarse a sí mismo y formar un cubo temporal, o mejor dicho un plano pasado-presente-futuro coexistente.
-Ese es el estado de la conciencia tridimensional en el cuales debemos pensar para entrar a él.
-¿Quieres decir que si logramos entrar habremos resuelto el enigma del universo?
-Difícilmente. El universo es un enigma formidable. Si Dios quiso mantenernos ocupados por toda la eternidad, no podría haber diseñado algo mejor. Quizás no podamos quedarnos durante mucho tiempo, o asimilar el pasado-presente-futuro de una vez. Pero verás lo suficiente para entender lo que es el tiempo cubico. Comenzaras con una pequeña sección cubica, que gradualmente se hará mas grande hasta que hayas asimilado tanto tiempo cubico como te sea posible.
-Mira por esa ventana. Ves ese carruaje que viene por la calle. Tiene que atravesar la casa frente a la de Herr Schmidt, al soldado Prusiano y esa tienda de abarrotes y el reloj antes de que llegue a la iglesia.
Ahora verás lo que sucede.
III
Lo que el Sr. Spalding vio fue al carruaje detenido súbitamente, el cual ahora parecía estar simultáneamente en casa estación, la casa de Herr Schimdt, la posada, la tienda, el reloj, la iglesia y la calle lateral sobre la cual aun no había doblado. En esta visión los objetos sólidos se hacen transparentes, por lo que podía ver la calle lateral a través de las casas. De la misma manera, distribuidos en el espacio como si fuera una proyección de Mercator, vio todas las subsiguientes paradas del carruaje hasta su llegada a un granero entre un establo y un pajar. En esa misma duración de tiempo, que era su presente, vio a las personas del pueblo moverse dentro de sus casas, comer, fumar, e irse a dormir, vio a los campesinos en sus granjas y cabañas, y el interior del castillo del noble local. Esas figuras mantenían todas sus posiciones mientras duraba la extraordinaria experiencia.
La escena se amplió. Y ahora cubría todo Konigsberg, y Konigsberg se hizo toda Prusia, y Prusia toda Europa. El Sr. Spalding parecía tener ojos a los lados y detrás de su cabeza. Vio como el tiempo pasaba a su alrededor como un inmenso espacio cubico. Pudo ver la Revolución Francesa, las Guerras Napoleónicas, la guerra Franco-Prusiana, el establecimiento de la República Francesa, la guerra Boer, la muerte de la Reina Victoria, la ascensión y muerte del Rey Eduardo VII, la ascensión del Rey Jorge V, la Gran Guerra, las revoluciones en Alemania y Rusia, el ascenso de la República Irlandesa, la República India, la revolución Británica, la república Británica, la conquista de América sobre Japón y la federación de Estados Unidos de Europa y América, todo sucediendo al mismo tiempo.
La escena se hacía cada vez mas amplia, y el Sr. Spalding mantenía ante sí cada uno de los elementos que habían aparecido por primera vez. Ahora podía ver vastos periodos de tiempos geológicos. Del lado del pasado veía mamuts y hombres de las cavernas, del lado del futuro veía al Océano Atlántico avasallando el Mar del Norte y sumergiendo edificios en Lincolshire, Cambridgeshire, Norfolk, Suffolk, Essex y Kent. Vio helechos gigantes, vio a los grandes saurios trepidando por los pantanos y playas del pasado. El vuelo de un pterodactilo oscureció el cielo. Vio el hielo descender desde los polos hasta las zonas mas templadas de Europa, América y Australia; vio como el ser humano y los animales huían hasta la linea del Ecuador.
Ahora se hundía cada vez mas profundo, había sido absorbido por el flujo del tiempo tridimensional, se agitaba y vibraba a través de todas las cosas vivas; las sintió palpitar dentro suyo y a su alrededor, sintió cada chorro de sangre que emanaba del corazón palpitante de Dios; sintió como la savia subía por los arboles, el deleite de los animales apareándose. Conoció la alegría que llevaba a Jerry, su gato negro, a bailar en sus patas traseras y moverse de lado a lado y sacudir sus patas delanteras como alas. Las estrellas pasaban girando junto a él con un sonido similar al de las cuerdas de un violín, y a través de todo eso, escuchó la voz de Paul Jefferson, cantando una canción. Sentía un inmenso y dominante arrebato de dolor punzante. Pero al mismo tiempo era atraído nuevamente por el flujo de la vida con un curioso sentimiento de paz.
La escena se agrandó un poco mas. Estaba presente en el principio y en el final. Vio a la tierra surgir de un esfera incandescente escupida por el sol. La vio flotar como una estéril luna cubierta por los restos de mundos destruidos. Pero para su sorpresa no vio oscuridad. Aprendió que la luz es aun mas antigua que los soles; que nacen de ella y no al revés. Todo el universo se paró ante él, doblando su futuro sobre su pasado.
Vio los inmensos planos temporales interseccionarse unos a otros, como los planos de una esfera, girando, doblándose hacia adentro y hacia afuera.
Vio otros sistemas espacio-temporales elevarse y derrumbarse. Y como un pequeño apartado en ese inmenso escenario, su propia vida desde su nacimiento hasta ese mismo momento, junto a eventos de la vida celestial que le faltaba por vivir. En esa visión, el adulterio de Elizabeth, que alguna vez le había parecido un evento tan monstruoso, y sobrecogedor, terminó siendo insignificante.
Ahora el universo se disolvía en los máximos elementos de la materia, electrones de los electrones del electron, una red invisible, vibrando intensamente se expandió en todo el espacio del espacio, el tiempo del tiempo; el pensamiento de Dios.
El Sr. Spalding fue absorbido por él. Paso junto a la inmanente figura de Dios hacia su vida trascendente, hacia el Absoluto. Por un momento pensó que esta era la muerte, entonces, todo su ser empezó a hincharse mas y mas con un sentimiento de alegría inesperada e indescriptible.
En ese momento los espíritus de Elizabeth y Paul Jefferson se unieron a él en el arrebato y vibraron al unisono. Ya no tenía recuerdos del adulterio, ni el de ellos ni del suyo.
Cuando salió del éxtasis entendió que un nuevo pensamiento se formaba, que Dios estaba estirando la red de materia a través del tiempo y el espacio.
Estaba a punto de construir otro enigmático universo.
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