La isla amiga

 


Por Francis Stevens/Gertrude Barrows Bennett

Publicada originalmente  en Argosy en 1918

Traducido por Ema U


 Esta es una historia verídica, relatada por una vieja marinera, oída y transmitida en el año 2100 d.c.

Fue en la costa donde la conocí por primera vez, en uno de esas pequeñas y desgarbadas casas de té que frecuentan capaces pero empobrecidas marineras. Los impecables centros turísticos para ricos de la Unión de Mujeres Aviadoras no eran para gente como ella.

Con semblante rígido y bronceada por el viento y el sol, uno solo podía intentar adivinar su edad, pero me aventuro a decir que estoy en presencia de una superviviente de la edad de las turbinas y los motores a combustible, una verdadera mujer del mar de los tiempos de antaño en que la superioridad de las mujeres sobre los hombres apenas estaba siendo reconocida. En tiempos en los que, para enfatizar su victoria, las mujeres de todos los rangos eran mucho mas estrictas de lo que es necesario hoy en día. 

Las jóvenes doncellas, pulcras y sonrientes, ingenieras y fogoneras de los grandes rodillos de aluminio, que a pesar de su profesión lucían muy prolijas con sus trenzas doradas, pantalones azules y toreras, miraban con recelo a reliquias con mirada endurecida de tiempos remotos, cuando éstas entraban y salían de la tienda. 

Yo, sin embargo, que ignoraba sin pudor miradas similares sobre mí mismo, soy solo un hombre infiltrado en lugares frecuentados por el sexo que gobierna el mundo, tomé una silla y me senté junto a la veterana. Ordené una tetera llena, dos tazas y un platón de macarunes, y puse mi rostro mas halagador. Es posible que mi interés y admiración no haya pasado desapercibido ni haya sido en vano. O que los macarunes y el té, ambos excelentes, hayan sido los que soltaron la lengua de la vieja mujer de mar. Cualquiera sea el caso, bajo cuidadoso interrogatorio, empezó a contar anécdotas que excedieron por mucho mis expectativas.

Cuando era una muchacha empezó la marinera, no existía nada de este lujo, esta pomposidad y glamour que hay sobre el mar. Navegábamos con aceite y combustible. Si nos fallaba, no quedaba otra que echar el aro de goma y a remontar la ola.

Se refería a la antigua practica de colocar una especie de neumático llamado salvavidas debajo de los brazos, en caso de que ocurriera ese terrible desastre, ahora muy inusual, que llamaban naufragio. 

En esos días, aun existían muchos hombres lo suficientemente valientes para unirse a nuestras tripulaciones. Y he conocido casosagregó con condescendencia, en que gracias a los músculos de esos hombres algunos pobres marineras llegaron a la costa a salvo y que sin ellos se las habrían comido los tiburones. Ah, no creas que estoy en contra de los hombres, en absoluto. No apruebo el hecho de se los consienta tanto. Hay tanto discurso hoy en día sobre que el hombre solo sirve para llevar y traer y hacer tareas de cuidado en las guarderías. A mi parecer, un hombre que no tenga la templanza de una mujer no está capacitado para engendrar hijos y mucho menos criarlos. Pero eso no sucede en ningún lado. Mi tiempo ha pasado, lo sé, o no estaría aquí sentada chismoseando contigo muchacho, junto a una tetera vacía. 

Entendí la indirecta, rellené las tazas y mientras masticaba su catorceavo macarun retomó la historia.

Hay un viaje que nunca olvidaré, aunque viva para ser tan vieja como la capitana Mary Barnacle del Shouter. Fue a bordo de la vieja Shouter que este viaje ocurrió, y fue su ultimo viaje al igual que el de la capitana Mary. La capitana estaba ya bastante senil, me pareció misericordioso que se fuera de esa manera, a descansar en agua salada como corresponde.

Recuerdo la travesía por la capitana Mary, pero lo recuerdo mas porque fue en ese tiempo en que estuve mas cerca de comprometerme en matrimonio en toda mi vida. Para ser hombre, tenía valor, era casi tan sociable como cualquier otro hombre que hubiese conocido, y si no hubiese sido por un pequeño evento que expuso su… su hombría, de una manera que no pude tolerar. Imagino que estaría manteniendo mi casa en orden en estos momentos.

*

Zarpamos de Frisco con un cargamento de enaguas de seda hacia Brisbane. A la capitana Mary siempre le gustaron las enaguas. Los bombachones de cuero o incluso las polleras medias le hubieran sido mas rentables, ya que tenían mas demandas, pero la Capitana Mary era dueña de tres cuartas partes del cargamento y decía que las mujeres de tierra firme deberían comprar enaguas y que si no lo hicieran no sería culpa de nuestro Señor ni suya por no proveerselas. 

Zarpamos en un buen día, lo cual era una buena señal, o lo era, por ese entonces el clima y los mares o Dios eran elementos a considerar para el transito de la humanidad. Apenas dos días de zarpar nos encontramos con un remolino, un vendaval espantoso que de un cachetazo desvió a la vieja Shouter un punto completo de su curso. Aunque era una nave robusta. Muy distintas a las naves actuales, livianas, impulsadas a gas, con cascos hechos de aleaciones de aluminio del espesor de una hoja de papel, ésta era de aluminio reforzado de punta a punta. Su turbina la condujo a través de la ola a una velocidad de 45 nudos, que era una velocidad impresionante para un carguero de esos días.

Pero esa noche, mientras atravesábamos las verdes y espumosas olas, algo desconocido sucedió ahí abajo.

Yo estaba resguardada bajo cubierta, buscando un sujetador de cabello que había perdido en alguna parte esa tarde. Era un sujetador dorado, y ya que el oro era escaso cuando era niña lo valoraba bastante, por supuesto. De pronto, sentí que la Shouter dio un salto bajo mis pies como un aeroplano golpeado por un proyectil en pleno vuelo. Empezó a sacudirse fuertemente por un segundo, de forma aterradora. Entonces, con el sonido del final inminente en mis oídos, me sentí navegando a través del aire directo hacia las fauces mismas del impresionante vendaval. Al caer sobre la monstruosa y gigantesca ola se me taparon los oídos pero creí escuchar una chapuzón cerca mio. Flotando hacia mí, venía uno de esos cofres térmicos para el hielo, hermético y una novedad en esa época. Vacío y sellado herméticamente, ese cofre para hielo funcionó como el mejor salvavidas que una mujer podría desear en un momento como ese. Media como tres metros cuadrados y flotaba en lo alto de la feroz ola. Una vez que me subi al cofre, luche por mantenerme a flote, me aferre a la manija y busque expectante por alguna de mis compañeras que saliera a flote. Algo que nunca sucedió, y por una buena razón, la Shouter había estallado y se había hundido; las enaguas, la capitana Mary, todo.

¿Qué causó la explosión? le pregunté.

Solo el Señor y la capitana Mary podrían explicarlo respondió religiosamente. 

Ademas del aceite de las turbinas, llevaba combustible para sus motores alternativos, y probablemente fue la causa de su final tan repentino.

De todas formas, lo único que volví a ver de ella fue el cofre de hielo vacío que la Providencia me había aventado por la cabeza. Me senté sobre ella y floté, y floté y me quede ahí sentada, tarde o temprano la tormenta se termino disipando, el sol volvió a brillar, eso fue la mañana siguiente, y me pude secar el cabello y reponerme . Era una joven muchacha entonces, y bastante atractiva. No quería morir, no mas que tu en este momento. Mi única esperanza era rezar por tierra firme. Hacia la tarde vi con seguridad lo que parecía ser una mancha asomando en el horizonte. Al principio pensé que era un carguero a gas, pero luego descubrí que era una pequeña isla, ahí sola en el gran océano pacifico. 

Ahora si, este si es un golpe de suerte, pensé, abandoné el cofre para hielo, ya que estaba vacío y yo no tenía hielo para ponerle, así que ya no tenía utilidad para mi.  Me aventuré y nadé por mas de un kilómetro hasta que hice pie en tierra firme por primera vez en casi tres días.

Era una tierra bella, aunque desprovista de vida humana como un iceberg en el Ártico.

Había aterrizado en una resplandeciente playa blanca que ascendía hasta un pequeño bosque de adorables palmeras ondulantes. Sobre ellas pude ver la ladera de una colina tan alta y tan verde que me recordaba a mi antiguo pueblo natal, cerca del Lago Couquomgomoc en Maine. El lugar entero parecía sonreírme cada vez mas. Las palmeras se ondulaban y mecían por la dulce brisa, como si quisieran decir ponte cómoda y siéntete como en casa. Te hemos esperado por mucho tiempo. Grité, estaba tan feliz que ser bienvenida. Era una joven muchacha entonces, y muy sensible a cómo las personas me trataban. Te ríes ahora, pero espera a ver sí tenía o no sentido que me sintiera de esa manera.

Me incorporé y sequé mi ropa y mi largo y suave cabello de nuevo, y bien valía la pena secármelo ya que tenía mucho mas de lo que tengo ahora. Después de haber caminado un tramo llegue a un pequeño sendero que serpenteaba a través del bosque salvaje. 

Aquí, pensé, esto luce como hecho por alguien. Me pregunté si serían civilizados o salvajes. Avance por el sendero hasta que terminó abruptamente en un amplio circulo de hierba verde, con un pequeño manantial de agua cristalina. Y lo primero que noté fue un trozo de tabla blanca clavado a la palmera cerca del manantial. Bebí un buen trago de ese manantial, porque créeme que estaba sedienta, y entonces fui a ver la tabla. Evidentemente la habían arrancado de una caja de madera para embalar, y las letras estaban rústicamente impresas con un lápiz de grafito.

Lei. Que el sielo te ayude quien quiera que seas. Algo no esta bie’ con esta isla . Me voy a arriesga nadando. Tu también deberías. Adió. Nelson Smith. Eso decía, pero la ortografía era sencillamente horrible. Parecía bastante nueva y reciente, como si no hubiesen pasado mas de unas horas desde que Nelson Smith había escrito y clavado eso ahí.

Bueno, luego de leer esa extraña advertencia empecé a tener un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Si, temblé como si tuviese fiebre, aunque el ardiente sol del trópico me estaba consumiendo junto con la tabla de la advertencia. ¿Qué había asustado tanto a Nelson Smith que había tenido que huir nadando? Miré a mi alrededor con mucha cautela y cuidado, pero no pude identificar nada que pudiera representar una amenaza. Y las palmeras y la hierba verde y las flores seguían sonriendo con una actitud pacífica y amistosa. Siéntete como en tu casa estaba escrito por todo el lugar con letras mas claras que las escritas con lápiz de grafito sobre la tabla.

Muy pronto, con toda esa calma y tranquilidad y todo, el escalofrío me abandonó. Entonces pensé; bueno, para estar seguro, esta persona Smith era solo un hombre ordinario, y probablemente solo se puso nervioso por estar tan solo. Seguramente solo se imagino cosas que no eran. Es una lastima que se haya ahogado antes que llegara, aunque probablemente hubiese sido una compañía muy pobre. Por lo que se de él, creo que es un hombre de educación muy corriente.

Así que decidí aprovechar al máximo mi estadía, y eso fue lo que hice durante las semanas siguientes. Junto al manantial había una cueva, seca como caja de bizcochos, con un lindo suelo de arena blanca. Nelson había vivido ahí también, se notaba por la basura que había dejado, latas vacías, trozos de periódicos y cosas así. Empecé llamándolo Nelson en mi cabeza, y luego Nelly, empecé a pensar si habría sido de piel oscura o clara, y como habría llegado a naufragar aquí, tan solo, y qué extraños eventos le habían conducido a su final. Limpie la cueva. Se había comido todas sus provisiones enlatadas, independientemente a como las había obtenido en primer lugar, pero esto no era importante. Esa isla era generosa. Leche de coco, bayas dulces, huevos de tortuga y alimentos similares eran mi dieta diaria.

Por aproximadamente tres semanas, el sol brillaba cada día, las aves cantaban y los monos parloteaban. Eramos todos una gran familia feliz, y mientras mas exploraba la isla mas me gustaba la compañía que tenía. La tierra se extendía por aproximadamente 15 kilómetros de costa a costa y no había un centímetro que no estuviese limpio y hermoso como un parque privado. 

Desde la cima de la colina se veía el océano, kilómetros y kilómetros de agua azul, sin señales de embarcaciones gaseras o siquiera esos pequeños botes del gobierno. Esos botes iba a casi todas partes para evitar que algo bloqueara una vía marítima y ese tipo de cosas. Pero sabía que esta isla estaba a mas de doscientos kilómetros de los cursos tradicionales de navegación así que podrían tardar muchos días en enviar un rescate. La cima de la colina, como descubrí la primera vez que la escale, era un cráter erosionado. Así fue como supe que la isla había sido volcánica alguna vez, una de las tantas que se ven en los mares entre Capricornio y Cáncer. 

Por todos lados, en las laderas de la colina y a través de la frondosa jungla, encontraba grandes cúmulos de roca, que deben haber salido de ese cráter mucho tiempo atrás. Si había lava era tan antigua que estaba totalmente cubierta por vegetación. No podrías encontrarla sin una pala, algo que yo no tenia ni quería tener.

*

Bueno, al principio fui feliz ya que las horas eran largas. Escalaba, deambulaba, nadaba y pasaba el tiempo en el agua, peinaba mi larga cabellera ya que afortunadamente no había perdido mi peineta ni el resto de mis sujetadores de cabello dorados. Con el pasar del tiempo me empece a sentir un poco sola. Algo curioso es, que es un sentimiento que cuando empieza, solo empeora mas y mas y tan rápido que te toma por sorpresa. Y ahí fue cuando los días empezaron a decaer. Tuvimos una ola de calor larga y agobiante como nunca había visto en una isla en medio del océano. Las nubes tapaban el sol desde la mañana hasta la noche. Incluso los pequeños monos y pericos que parecían tan llenos de vida, estaban deprimidos y somnolientos como si estuvieran enfermos. Llore durante todo un día, y deje que la lluvia me empapara de pies a cabeza, era la primera lluvia que habíamos tenido, y así permanecí incluso durante la noche, aunque si dormí en mi cueva. A la mañana siguiente, me levanté furiosa como un trueno, conmigo mismo y con el mundo.

Cuando miré el cielo, estaba cubierto de nubes negras. No podía oír nada que no fuera el rugir de la rompiente en las playas y el salvaje viento aullaba a través de las palmeras.

Mientras estaba ahí parada, un pequeño mono rufián cayo de un rama casi sobre mi cabeza, tome una roca y se la arroje con ferocidad, ¡largate!¡pequeño salvaje bastardo! le grité y en ese instante un espeluznante destello de luz cegadora salio de la nada. Hubo un sonido largo como un crujido como si fuera un montón de petardos chinos explotando al mismo tiempo, y luego, sonó como si toda una flota de Shouters hubiese estallado al mismo tiempo.

Cuando me quise dar cuenta, estaba en el fondo de la cueva, intentando excavar en la roca con las uñas. Al recobrar la conciencia entendí que había sido solo un rayo, y al acercarme para cerciorarme la vi, una palmera tirada sobre el claro. Estaba hecha pedazos, el rayo la había partido al medio y el pequeño mono yacía debajo, pude ver la cola y las patas que asomaban.

Ahora, cuando fije la vista en esa pobre y devastada criatura que había tratado tan mal, me sentí terriblemente avergonzada. Me senté en el árbol destruido y pensé y pensé. Que agradecida debería haber estado. Estaba en una isla adorable, abundante, con agua y comida a mi gusto, cuando podría haber terminado en una árida roca donde moriría de hambre. Y así, pensando, una especie de sentimiento de paz me fue llenado poco a poco. Empece a sentirme cada vez mas contenta hasta casi ponerme a cantar y bailar de alegría. 

Muy pronto me percaté de que el sol brillaba por primera vez esa semana. El viento había dejado de aullar, y el oleaje se había reducido a un suave murmullo en la playa. Me pareció un poco extraño, esa paz repentina, como la alegría de mi propio corazón después de la ira y la tormenta. Me levanté, con una sensación rara, y fui a ver si el mono había vuelto a la vida también, aunque fue una tontería porque podía verlo, estaba ahí todo aplastado y bastante muerto. Lo enterré bajo la raíz de un árbol, y mientras se me ocurrió algo, así de la nada.

Casi ni cuestione esa ocurrencia en absoluto. De alguna manera, al vivir ahí sola por tanto tiempo, era probable que mi intuición femenina natural se hubiese fortalecido mas que nunca, o eso pensé en ese momento. Entonces fui y arranqué la tabla del pobre Nelson Smith, la saqué del árbol y la arroje al mar para que la oleada se la llevara. ¡Esa tabla era un insulto hacia mi isla!

La mujer de mar hizo una pausa, sus ojos tenían una mirada perdida en la distancia. Era como si yo e incluso los macarunes y el té habíamos desaparecido.

¿Por que pensaste eso?le pregunté, para traerla de vuelta¿Cómo podría una isla sentirse insultada?

Ella empezó, se pasó la mano por los ojos y a duras penas se sirvió otra taza de té.

Porquedijo finalmente, engullendo un macarun en el aire,porque esa isla en la que había naufragado, ¡tenía corazón!

Cuando yo estaba contenta, todo era brillo y felicidad. Estaba contenta cuando llegué, y me trató bien hasta que me puse cascarrabias, eso la hizo sentir mal. Me quería como a una amiga. Cuando le arroje la roca a ese pobre mono, se solidarizó con mi enojo y reaccionó con una ira parecida a la Dios y ¡mató a su propio hijo para complacerme! Pero la puso contenta apenas entendí lo equivocado de mis acciones. Nelson Smith estaba totalmente equivocado al decir que algo no estaba bien con esta isla, ya que era el mejor lugar en el que había estado jamas. Cuando desterré a esa tabla mentirosa, todas las aves empezaron a cantar como locas. Los cocos empezaron a caer por todos lados. Solo los monos parecían un poco tristes y estaban inmóviles, no me sorprendió. ¡Su propia madre había matado a uno de ellos para complacerme a mi!

 Después de eso empecé a hacer las cosas bien, a ser cuidadosa y considerada. Nombré a la isla Anita, sin saber su nombre correcto, o si acaso tenia alguno. Anita era un lindo nombre, y sonaba como un nombre típico de esa región del océano del sur. Anita y yo nos llevamos bastante bien desde ese día en adelante. Era un poco agotador estar siempre alegre y andar canturreando como un canario todo el día pero hice lo mejor que pude. Aun así, con todo el amor y gratitud que sentía por Anita, la compañía de una isla, sin importar lo compasiva que era, no se equipara con la de un ser humano. Aun me sentía sola, y había días en los que no podía mantener el cielo despejado, aunque debo decir que no hubieron mas tornados.

Creo que la isla lo entendió e intentó ayudarme con toda la abundancia y la buena energía que poseía la pobre. Sin embargo, mi corazón se sobresaltó maravillosamente cuando un día, vi algo borroso en el horizonte. Se empezó a acercar cada vez mas hasta que por fin pude entender de qué se trataba.

Un barco, claro le dije¿y la rescataron? 

No era un barconegó la mujer de mar un poco impaciente¿Puedes dejarme terminar de contar este rollo sin interrumpir con afirmaciones y preguntas tontas? ¡La cosa que se aproximaba venía tan rápido traído por la marea no era nada mas ni nada menos que otra isla! 

Haces bien en quedar perplejo, así estaba yo cuando la vi. Probablemente mucho mas. No sabía por ese entonces lo que probablemente tu con todos tus estudios quizás sepas ahora, que las islas, a veces flotan. La base de la isla era un desordenado entramado de raíces y viejos viñedos sobre los que crecían nuevas plantas, a veces se despegan de la tierra principal arrancados por algún viento fuerte y se van de viaje, con una calma similar a los barcos a vapor de antaño. Esta era particularmente grande, debe haber medido cerca de tres kilómetros de costa a costa. Tenia sus palmeras y se veía llena de vida, como mi propia Anita y a veces me he preguntado si esta pieza que flotaba a la deriva alguna vez habría sido parte de mi isla, como una especie de hija quizás. 

Sea lo que fuere, apenas la pieza flotante llego a una distancia mínima empece a escuchar alaridos humanos, había un hombre bailando de aquí para allá en la costa como si estuviera loco de remate. Al minuto siguiente, se zambullo en el pequeño tramo de agua que quedo entre nosotros y llego nadando hasta donde estaba yo.

Si, ¡no era otra persona que el mismísimo Nelson Smith!

Lo supe al minuto de que puse mis ojos en él. Tenia la apariencia de no tener el mínimo criterio al igual que el hombre que escribió esa tabla y casi se suicido intentando huir de la mejor isla de todos los océanos. Estaba contento de haber vuelto, eso si, ya casi no le quedaban cocos en la isla flotante que lo había rescatado y prácticamente ningún huevo de tortuga. La escasez de comida es la forma mas segura de curar el miedo de un hombre a lo desconocido.

 *

Bueno para hacer mas corta la historia, Nelson Smith me contó que era aeronauta. En esos días, ser aeronauta no era lo mismo que ser aviadora hoy en día. Había peligros en el aire así como también en el mar, y él los había enfrentado a ambos. Su tanque de combustible tenia una fuga, así que cayo al agua cerca de Anita. Una o dos maletas de provisiones fue lo único que pudo salvar del lugar del accidente.

Ahora, como podrás adivinar, estaba lo suficientemente loca como para preguntarle que había asustado tanto a Nelson Smith como para que intentara cruzar a nado el Pacífico. Me contó una historia que encajaba bastante con la mía, solo que cuando llegó a la parte aterradora se cerró como una almeja, de esa forma exasperante que tienen algunos hombres. Dejé de insistir eventualmente para consentir su idiotez de hombre y empezamos a planear nuestra huida.

Anita se puso mal mientras hablábamos. Entendí como debía sentirse así que le explique que era muy necesario que volviéramos con nuestra especie. Si ambos nos quedábamos con ella probablemente habríamos peleado como perros y gatos y quizás hasta nos hubiésemos matado mutuamente de pura terquedad humana. Se alegró bastante después de esa charla, e incluso, creo que hasta se puso un poco ansiosa de que nos fuéramos. Tal era la ansiedad que cuando empezamos a prepararnos y a juntar provisiones para nuestro pequeño flotador, el cual habíamos anclado a la isla grande con un cable hecho de corteza trenzada, los frutos empezaron a caer por todos lados, y Nelson encontró mas nidos de tortuga en un día que lo que yo había encontrado en semanas.

Durante esos días me encariñe bastante con Nelson Smith. Era una buena compañía, y valiente, o de lo contrario no hubiese sido una aeronauta profesional, un trabajo considerado bastante rudo para mujeres ni hablar para un hombre. Aunque no tenía tanta educación como yo, era tranquilo y modesto sobre lo que sí sabía, no como algunos hombres que se jactan mas de cosas para nada fuera de lo ordinario.

En efecto, a veces pienso que hubiera pasado si Nelson y yo abandonábamos el aire y el mar juntos para asentarnos en algún tranquilo pueblo de Nueva Inglaterra para vivir del trabajo domestico después de escapar de esa isla, pero lo que pasó cuando nos íbamos cambió todo. Nunca, déjame decirte, me había engañado tanto un hombre hasta ese momento y en toda mi vida. Aprendí la lección y no volví a caer nunca mas.

Estábamos listos para irnos, y entonces una mañana, como un regalo de despedida de Anita vino un viento suave y favorable. Nelson y yo corrimos por la playa juntos, porque no queríamos que el flotador se fuera sin nosotros. Mientas corríamos con los brazos llenos de cocos, Nelson Smith se golpeó un dedo del pie descalzo con una roca afilada y cayo al suelo. No me percaté así que seguí corriendo.

Pero de repente el suelo empezó a temblar bajo mis pies, y el aire se lleno de un sonido extraño, como un chirrido o un gemido, como si la tierra misma estuviera sufriendo.

Me di vuelta rápidamente. Ahí estaba Nelson, sosteniendo su dedo sangrante con ambas manos y vociferando palabras tan horrendas que ninguna marinera decente osaría repetir ni volver a oír.

¡Detente, detente! le grité, pero fue demasiado tarde. ¡Isla o no isla, Anita era también una dama! Tenía un corazón noble pero sabía como reaccionar cuando se sentía insultada.

Con un temible y gigantesco rugido, una columna de humo y llamas salió expulsada del corazón de Anita por el cráter de la colina y se elevó casi dos kilómetros por el aire.

Supongo que Nelson dejó de maldecir. No podría siquiera escucharse de todas formas. Anita estaba hablando ahora con una lengua de fuego y rugidos que hubieran opacado a las mas brutales protestas de un continente. 

Tomé a ese idiota de la mano y lo llevé corriendo al agua. Tuvimos que nadar bastante y muy duro para alcanzar a nuestra única esperanza; el flotador. Ninguna cuerda de corteza podría sostenerla contra la fuerte brisa que soplaba en esos momentos, en efecto había cortado sus amarras. Para cuando subimos a la isla grandes rocas caían por todos lados. No pudimos vernos por momentos debido a las nubes de ceniza gris.

Anita estaba tan furiosa que nos arrojaba rocas, y sinceramente creo que lo hacia intencionalmente. ¡No la culpo!

Por suerte para nosotros el viento era lo suficientemente fuerte y pronto estuvimos fuera de alcance.

¡Entonces! le dije a Nelson, cuando pude quitarme gran parte de las cenizas de la boca y del cabello. Así que, esa fue la razón por la cual te fuiste repentinamente cuando estuviste ahí la primera vez! ¡Exasperaste a esa isla hasta que la pobre te expulsó! 

Buenodijo él, y no de forma tan humilde como me hubiese gustado que lo dijera, ¿cómo podría yo saber que la condenada isla era una dama?

Las acciones hablan mas fuertes que las palabrasle dije¡deberías haberte dado cuenta porque se comportaba como una dama!

¿Acaso los volcanes y el lanzamiento de rocas ardientes es propio de una dama?me dijo. ¿O las serpientes?La vez pasada me corte el pulgar con una lata, maldije un poco. ¡Muy poquito! ¿Y que salio a atacarme desde todas las cuevas, desde cada grieta en cada roca, y desde cada manantial de agua de donde solía beber? ¡Por qué serpientes! ¡Serpientes, las que quieras, grandes, pequeñas, verdes, rojas y azul cielo! ¿Qué podría haber hecho? Salte al agua, por supuesto. ¿Por que no lo haría? Preferí nadar y ahogarme antes de quedarme a ser picado y tragado hasta la muerte. ¿mo podía yo saber que las serpientes que salieron de las rocas se debieron a mis palabrotas?

Claro cómo podías sabercoincidí de manera sarcástica. Algunas personas nunca reconocen a una dama hasta que se levanta y les avienta un ladrillo por la cabeza. Una advertencia, real, gentil y amable fueron las serpientes, ¡algo a lo que claramente no prestaste atención! ¡Debería darte vergüenza, Nelly! Le dije, con semblante serio, que una pequeña y decente isla como Anita no se pudiera asociar contigo de manera apacible, que heriste sus mas sagrados sentimientos con lenguaje que ninguna dama se quedaría a escuchar!

Nunca volví a ver a Anita. Quizás la explosión la hizo desaparecer de la faz del océano, explotó de la ira provocada por el vulgar y desagradable lenguaje de Nelson Smith. No lo sé. Salimos del flotador eventualmente, y perdí el rastro de Nelson apenas tuve la oportunidad cuando tocamos tierra en Frisco. 

Me enseñó una lección. Los hombres y sus hombrías, y hasta el mejor de ellos no es lo suficientemente bueno para que una dama sacrifique sus sensibilidades para aguantarlo.

Nelson Smith parec sentirse realmente mal cuando entendió que lo desaprobaba, y se disculpó. Pero no me interesaban las disculpas. Nunca podría tolerarlo, no después de la manera en la que habló, en mi presencia y de mi pobre, y dulce amiga Anita.

*

Yo estoy bien versado en aventuras del mar de todas las épocas. A través de la neblina del tiempo, he atestiguado con ojos envidiosos las salvajes travesías de trotamundos del mar que han viajado y deambulado y construido sus historias antes de que el sexo mas fuerte se consolidara, y desalojara al hombre de su heroico pedestal. He seguido, a lo largo de paginas impresas, las travesías de Odiseo. He quemado incienso para entrar en trance frente a las aventuras de Gulliver, y abordé maravillado la historia del un tal Munchausen, un Barón. ¡Pero por todos los cielos, solo eran hombres!

¿Podrá ser acaso que las mujeres nos superen en todo?

Humildemente incline la cabeza, y cuando me atreví a levantar la vista, la vieja marinera había partido, dejándome para que pudiera lamentarme por mis ídolos que habían sido ampliamente superados. ¡También me dejó una cuenta de macarunes y té de proporciones tan increíbles que en comparación me resulto sencillo creer en su historia!




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