Cruzar el umbral

 


Por Edward Page Mitchell

Publicado originalmente en The Sun en 1874

Traducido por Ema U


 Trabajo de campo sobre un caso de materialización en Maine

UNA EXTRAÑA HISTORIA OCURRIDA EN LA ISLA POCOCK, UN ESPIRITU MATERIALIZADO QUE SE NIEGA A IRSE, EL PRIMER VISTAZO DE LO QUE AUN PUEDE REPRESENTAR SERIOS PROBLEMAS EN EL MUNDO.

Hemos sido autorizados a extraer partes de una carta privada que lleva la firma de un caballero  muy conocido en los círculos de negocios, cuya credibilidad nunca ha sido puesta en duda. Las declaraciones son sorprendentes y casi increíbles, pero, de ser ciertas, son fácilmente verificables. Sin embargo, las mentes más analíticas  dudarán antes de aceptarlas sin pruebas fehacientes, ya que revelan al mundo un problema social muy importante. Los peligros percibidos por el señor Malthus y sus seguidores pasaron a ser lejanos y muy comunes a la luz de este nuevo y terrible acontecimiento.

La carta esta sellada en la Isla Pocock, un pequeño poblado en el condado de Washington, Maine, aproximadamente a 17 millas del continente, casi a mitad de camino entre el Monte Desert y la Gran Mariana. El último censo estatal registra una población de 311 en la Isla Pocock, la mayoría abocados a la pesca. En la elección presidencial de 1872 la isla le dio mayoría a Grant. Estos dos datos son todo lo que pudimos encontrar sobre la localidad por fuera de lo que dice la carta.

La carta, omitiendo ciertos pasajes que hacen referencia solo a asuntos privados, dice lo siguiente:

Pero suficiente sobre los desagradables asuntos que me trajeron a esta desoladora isla en el mes de noviembre. Tengo una singular historia que contarte. Luego de nuestra experiencia conjunta en Chittenden sé que no rechazará lo que le cuento solo por lo alarmante de su naturaleza.

Amigo mío, hay un espíritu materializado en la Isla Pococok que se rehúsa a ser desmaterializado. En este momento y a menos de un cuarto de milla desde donde estoy escribiendo, un hombre que murió y fue enterrado hace cuatro años, que ha explotado los misterios de ultratumba, hoy camina, habla y mantiene relaciones sexuales con habitantes de la isla, y está, por lo que parece, determinado a residir permanentemente en este lado del rio. Relataré las circunstancias de la manera más breve que me sea posible.

JOHN NEWBEGIN

En abril de 1870, John Newbegin falleció y fue enterrado en el pequeño cementerio ubicado en una parte de la isla que mira hacia en el continente.  Newbegin era un hombre de unos cuarenta ocho años, sin familia o relaciones cercanas, y excéntrico hasta el punto que se cuestionaba su sanidad mental. El dinero que había ganado durante las muchas temporadas de pesca lo había invertido en camarotes en dos pequeños barcos pesqueros de caballa, los cuales pertenecían a John Hodgon, el hombre mas rico de Pocock, que se estimaba de buena fuente tenía una fortuna de trece mil o catorce mil dólares.

Newbegin no era ajeno a cierta clase de cultura. Había leído su buena parte de pequeñas obras de literatura, y, como me lo expreso un isleño muy sencillo, sabia mas de libros que cualquiera en Pocock. Era un hombre inteligente por naturaleza, y podría haber sido un hombre influyente en la comunidad si no fuera por que no tenía objetivos, la fortuna le era indiferente y tenía una sed insaciable por el ron.

Muchos navegantes, que en ocasiones se detenían en Pocock para abastecerse de agua o por refugio en la bahía durante sus cruceros por el este, recuerdan una alargada y lánguida figura, vestida con pantalones militares, botas de gomas, una toga suelta hecha de un material brillante, un aspecto deplorable, que deambulaba por el pequeño asentamiento, seguido por una muchedumbre de mocosos burlones, deteniéndose para acertar golpes a quien tuviera al alcance de un pez muerto que usualmente llevaba consigo tomándolo por la cola. Ese era John Newbegin.

SU MUERTE REPENTINA

Como ya he mencionado, este abril se cumplieron cuatro años de su muerte. La Mary Emmeline, una de los pequeños pesqueros en los cuales tenía un camarote había regresado del este, y contrabandeado, o “ingresado”, una buena cantidad de brandy de St. John. Newbegin emprendió entonces un solitario y prolongado bacanal. Los isleños se percataron de su ausencia durante varios días y cuando entraron por la fuerza al antro donde vivía, en la costa cerca de las algas, casi al alcance del oleaje, lo encontraron muerto en el piso, con una damajuana vacía a la altura de su cabeza.

Luego de las primitivas costumbres isleñas, sepultaron los restos de John Newbegin sin examen forense, certificado de entierro o servicios funerarios, y debido a la emoción de una buena pesca de sargos ese verano, pronto se olvidaron de él y de su solitaria vida. Sus intereses en la Mary Emmeline y el Puttyboat volvieron a John Hodgdon y como nunca nadie recla la administración de sus bienes, nunca fueron administrados. Los formalismos legales son cuanto menos borrosos en estas localidades tan marginales.

SU REAPARICIÓN EN POCOCK

Bueno, querido…  al cabo de cuatro años y cuatro meses de altibajos en la temporada en Isla Pocock, John Newbegin reapareció, en las siguientes circunstancias:

Durante la ultima parte del mes de agosto, como recordaras, hubo un fuerte vendaval en toda la costa del Atlántico. Durante esta tormenta el escuadrón del Club Náutico Naugatuck, que regresaba de un crucero de verano desde Campobello, se vio forzado a refugiarse en la bahía a sotavento de la Isla Pocock. Los caballeros del club pasaron tres días encallados en el pequeño asentamiento. En ese grupo se encontraba el señor R… E., cuyo nombre reconocerás porque era un médium famoso, uno que era particularmente exitoso en materializaciones. A pedido de sus compañeros, y para lidiar con el tedio de su situación, el señor E. improviso un gabinete en la pequeña escuela de Pocock y realizó una sesión para deleitar a sus camaradas navegantes y maravillar a los nativos que se les permitió presenciar la materialización.

Las condiciones parecían inusualmente favorables para la aparición de espíritus, y la sesión era quizás la más extraordinaria que el señor E. hubiera realizado. Y era tan extraordinaria porque el entorno era tal que ni siquiera los más escépticos pudieron pensar en la posibilidad de que sea un truco.

La primera aparición en salir del gabinete de madera donde el Sr. E había sido amarrado por un comité de viejos marineros, fue un jefe Indio que se presento como Hock-a-mock, y se retiró luego de hacer la danza de la “cosecha de la luna” y se pronunció, en términos muy empáticos, en contra de las actuales políticas de la Administración respecto al pueblo Indio. Hock-a-mock fue sucedido por la tía de uno de los navegantes, quien disipo cualquier duda sobre su identidad al revelar detalles familiares y exhibir una cicatriz en su brazo izquierdo de cuando se quemo cocinando salsa de tomate durante su vida terrenal. Luego salió un niño que nadie reconoció, era franco-canadiense y no hablaba inglés, luego un caballero corpulento que se presento como William King, el primer gobernador de Maine. Todos ellos regresaron al gabinete y no se los volvió a ver.

Paso un tiempo hasta que otro espíritu se manifestó, y el Sr. E. dio indicaciones para que bajaran las luces un poco más. Entonces, la puerta del gabinete se abrió lentamente y emergió una singular figura con botas de goma y un atuendo digno de Dolly Varden que llevaba un pez muerto en su mano derecha.

SU DETERMINACION POR QUEDARSE

Los hombres de la ciudad presentes, según me han dicho, pensaron que el médium lo había presentado en esa grotesca vestimenta para sobresaltar aun mas a los isleños, pero cuando ellos lo vieron saltaron de sus asientos y exclamaron al unísono: “¡Es John Newbegin! ¡Es Johnny!” inmediatamente después, en una reacción no del todo inesperada, huyeron despavoridos ante la aparición, abandonaron la escuela dando alaridos.

John Newbegin caminó tranquilamente, elevó la luz de la solitaria lámpara de queroseno que iluminó todo el incierto proceso. Luego se sentó en la silla del maestro, se cruzó de brazos y observó complaciente a su alrededor.

Sería buen momento para desatar al médiumdijo momentos más tarde, propongo quedarme en este estado de materialización.

Y se quedo. Cuando el grupo de personas dejo la escuela, entre ellos se encontraba John Newbegin, de carne y hueso al igual que el resto. Desde ese día hasta el presente, es un habitante vivo de la Isla Pocock, come y bebe (solo agua) y duerme un poco más que otros hombres. Los marineros, que zarparon al día siguiente hacia Bar Harbor, probablemente creyeron que había sido un fraude contratado para la ocasión por el Sr. E. pero los isleños de Pocock, quienes lo habían enterrado, cavado su tumba y cubierto de tierra hace cuatro años, sabían que John Newbegin había regresado de una tierra desconocida para ellos.

UN SINGULAR MIEMBRO DE LA SOCIEDAD

La idea de albergar un fantasma, un poco mas condensado que los fantasmas tradicionales, no fue muy bien recibida en principio por los 311 habitantes de la isla. Hasta el día de hoy es un tema un poco sensible, sienten que si la noticia llegase a tierra firme podría arruinar las ventas del excelente aceite de bacalao, el único producto que les interesa producir. Esta reticencia a divulgar sus secretos, sumado a que esta gente obtusa, prosaica y con olor a pescado, es demasiado lenta para entender la trascendental importancia de este caso, son las causas por la cual el espíritu de John Newbegin deambula por la tierra desde hace tres o cuatro meses pero nadie en el resto del país está enterado de tan singular circunstancia.

Eventualmente los Pococianos han entendido que el espíritu no es necesariamente uno malévolo, y han aceptado su presencia como un hecho a su manera, ahora son buenos vecinos y socializan con el Sr. Newbegin.

Anticipo cual va a ser tu primera pregunto “¿Hay suficiente prueba de que haya estado muerto en primer lugar?” A esto te respondo sin dudar “Si”.” Era una persona muy conocida y demasiada gente vio su cuerpo para pensar en que hayan cometido un error. Debo agregar que en algún momento se pensó en desenterrar sus restos originales, pero el proyecto se abandonó luego de que el Sr. Newbegin se manifestara en contra, después de todo eran sus primeros restos los que serían perturbados con el solo propósito de satisfacer la curiosidad de la gente.

UNA ENTREVISTA CON UN HOMBRE MUERTO

Estarás dispuesto a creer que aproveche la oportunidad para ver y conversar con John Newbegin. Me pareció muy cordial e incluso conversador. Está perfectamente al tanto de que su estado como ser vivo es complejo, pero espera que en un futuro exista una legislación que contemple su situación y la situación de cualquier espíritu que siga sus pasos hacia el mundo material. Sobre lo único que tiene reservas al hablar es sobre los cuatro años que pasaron desde que falleció hasta que reapareció en Pocock. Es de suponer que no debe tener buenos recuerdos, nunca habló de ese periodo de tiempo. Si admite, sin embargo, que se alegra de haber vuelto a la tierra y que tomó la primera oportunidad que tuvo para ser materializado.

El Sr. Newbegin dice que está sumamente arrepentido por los años que desperdicio en su previa existencia. De hecho, durante estos tres meses ha demostrado que su arrepentimiento es genuino. Se deshizo de las excéntricas vestimentas y se vistió como lo haría un espíritu más sensato. No volvió a tocar el licor desde que reapareció. Ha emprendido en la industria del aceite de bacalao y sus operaciones ya rivalizan con las de Hodgon, su antiguo socio en la Mary Emmeline y el Puttyboat. A quien, dicho sea de paso, Newbegin amenaza con demandar por los activos que poseía en cada una de esas embarcaciones. Ahí hay un caso interesante para que investigue y resuelva algún tribunal.

Como hombre de negocios es generalmente respetado en la isla, aunque si hay una notable reserva cuando se trata de hacer negocios a largo plazo con él. En resumen,  el Sr. John Newbegin es un ciudadano respetable (si es que los muertos pueden ser ciudadanos) y ha anunciado sus intenciones de postularse en las próximas elecciones legislativas.

EN CONCLUSION

Y ahora, mi querido…, le he contado en esencia todo lo que respecta a este extraño, extraño caso. Pero, sin embargo, ¿Por qué es tan extraño? Hemos aceptado la materialización en Chittenden. ¿Es este caso una mera racionalización de eso que habíamos simplemente admitido? Si un espíritu puede regresar a la tierra, en carne y hueso y con todos los atributos físicos que lo hacen humano, ¿por qué no habría de quedarse en la tierra mientras pudiera hacerlo?

Pensando en este asunto desde cualquier punto de vista, no puedo evitar ver al Sr. John Newbegin como un pionero de una posible gran inmigración desde el mundo espiritual. Cuando la barrera este abajo, el rebaño entero marchará de regreso a la tierra. La muerte carecerá de sentido por completo. Cada vez que pienso en lo que esto significara para  nuestras relaciones sociales, en el derrocamiento de todas las instituciones aceptadas y la anulación de todos los principios de política económica, las leyes y la religión, me invade un sentimiento de preocupación y perplejidad inmenso.

Fin

 

 

 

 

 

 


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