Cruzar el umbral

 


Por Edward Page Mitchell

Publicado originalmente en The Sun en 1874

Traducido por Ema U


 Trabajo de campo sobre un caso de materialización en Maine

UNA EXTRAÑA HISTORIA OCURRIDA EN LA ISLA POCOCK, UN ESPIRITU MATERIALIZADO QUE SE NIEGA A IRSE, EL PRIMER VISTAZO DE LO QUE AUN PUEDE REPRESENTAR SERIOS PROBLEMAS EN EL MUNDO.

Hemos sido autorizados a extraer partes de una carta privada que lleva la firma de un caballero  muy conocido en los círculos de negocios, cuya credibilidad nunca ha sido puesta en duda. Las declaraciones son sorprendentes y casi increíbles, pero, de ser ciertas, son fácilmente verificables. Sin embargo, las mentes más analíticas  dudarán antes de aceptarlas sin pruebas fehacientes, ya que revelan al mundo un problema social muy importante. Los peligros percibidos por el señor Malthus y sus seguidores pasaron a ser lejanos y muy comunes a la luz de este nuevo y terrible acontecimiento.

La carta esta sellada en la Isla Pocock, un pequeño poblado en el condado de Washington, Maine, aproximadamente a 17 millas del continente, casi a mitad de camino entre el Monte Desert y la Gran Mariana. El último censo estatal registra una población de 311 en la Isla Pocock, la mayoría abocados a la pesca. En la elección presidencial de 1872 la isla le dio mayoría a Grant. Estos dos datos son todo lo que pudimos encontrar sobre la localidad por fuera de lo que dice la carta.

La carta, omitiendo ciertos pasajes que hacen referencia solo a asuntos privados, dice lo siguiente:

Pero suficiente sobre los desagradables asuntos que me trajeron a esta desoladora isla en el mes de noviembre. Tengo una singular historia que contarte. Luego de nuestra experiencia conjunta en Chittenden sé que no rechazará lo que le cuento solo por lo alarmante de su naturaleza.

Amigo mío, hay un espíritu materializado en la Isla Pococok que se rehúsa a ser desmaterializado. En este momento y a menos de un cuarto de milla desde donde estoy escribiendo, un hombre que murió y fue enterrado hace cuatro años, que ha explotado los misterios de ultratumba, hoy camina, habla y mantiene relaciones sexuales con habitantes de la isla, y está, por lo que parece, determinado a residir permanentemente en este lado del rio. Relataré las circunstancias de la manera más breve que me sea posible.

JOHN NEWBEGIN

En abril de 1870, John Newbegin falleció y fue enterrado en el pequeño cementerio ubicado en una parte de la isla que mira hacia en el continente.  Newbegin era un hombre de unos cuarenta ocho años, sin familia o relaciones cercanas, y excéntrico hasta el punto que se cuestionaba su sanidad mental. El dinero que había ganado durante las muchas temporadas de pesca lo había invertido en camarotes en dos pequeños barcos pesqueros de caballa, los cuales pertenecían a John Hodgon, el hombre mas rico de Pocock, que se estimaba de buena fuente tenía una fortuna de trece mil o catorce mil dólares.

Newbegin no era ajeno a cierta clase de cultura. Había leído su buena parte de pequeñas obras de literatura, y, como me lo expreso un isleño muy sencillo, sabia mas de libros que cualquiera en Pocock. Era un hombre inteligente por naturaleza, y podría haber sido un hombre influyente en la comunidad si no fuera por que no tenía objetivos, la fortuna le era indiferente y tenía una sed insaciable por el ron.

Muchos navegantes, que en ocasiones se detenían en Pocock para abastecerse de agua o por refugio en la bahía durante sus cruceros por el este, recuerdan una alargada y lánguida figura, vestida con pantalones militares, botas de gomas, una toga suelta hecha de un material brillante, un aspecto deplorable, que deambulaba por el pequeño asentamiento, seguido por una muchedumbre de mocosos burlones, deteniéndose para acertar golpes a quien tuviera al alcance de un pez muerto que usualmente llevaba consigo tomándolo por la cola. Ese era John Newbegin.

SU MUERTE REPENTINA

Como ya he mencionado, este abril se cumplieron cuatro años de su muerte. La Mary Emmeline, una de los pequeños pesqueros en los cuales tenía un camarote había regresado del este, y contrabandeado, o “ingresado”, una buena cantidad de brandy de St. John. Newbegin emprendió entonces un solitario y prolongado bacanal. Los isleños se percataron de su ausencia durante varios días y cuando entraron por la fuerza al antro donde vivía, en la costa cerca de las algas, casi al alcance del oleaje, lo encontraron muerto en el piso, con una damajuana vacía a la altura de su cabeza.

Luego de las primitivas costumbres isleñas, sepultaron los restos de John Newbegin sin examen forense, certificado de entierro o servicios funerarios, y debido a la emoción de una buena pesca de sargos ese verano, pronto se olvidaron de él y de su solitaria vida. Sus intereses en la Mary Emmeline y el Puttyboat volvieron a John Hodgdon y como nunca nadie recla la administración de sus bienes, nunca fueron administrados. Los formalismos legales son cuanto menos borrosos en estas localidades tan marginales.

SU REAPARICIÓN EN POCOCK

Bueno, querido…  al cabo de cuatro años y cuatro meses de altibajos en la temporada en Isla Pocock, John Newbegin reapareció, en las siguientes circunstancias:

Durante la ultima parte del mes de agosto, como recordaras, hubo un fuerte vendaval en toda la costa del Atlántico. Durante esta tormenta el escuadrón del Club Náutico Naugatuck, que regresaba de un crucero de verano desde Campobello, se vio forzado a refugiarse en la bahía a sotavento de la Isla Pocock. Los caballeros del club pasaron tres días encallados en el pequeño asentamiento. En ese grupo se encontraba el señor R… E., cuyo nombre reconocerás porque era un médium famoso, uno que era particularmente exitoso en materializaciones. A pedido de sus compañeros, y para lidiar con el tedio de su situación, el señor E. improviso un gabinete en la pequeña escuela de Pocock y realizó una sesión para deleitar a sus camaradas navegantes y maravillar a los nativos que se les permitió presenciar la materialización.

Las condiciones parecían inusualmente favorables para la aparición de espíritus, y la sesión era quizás la más extraordinaria que el señor E. hubiera realizado. Y era tan extraordinaria porque el entorno era tal que ni siquiera los más escépticos pudieron pensar en la posibilidad de que sea un truco.

La primera aparición en salir del gabinete de madera donde el Sr. E había sido amarrado por un comité de viejos marineros, fue un jefe Indio que se presento como Hock-a-mock, y se retiró luego de hacer la danza de la “cosecha de la luna” y se pronunció, en términos muy empáticos, en contra de las actuales políticas de la Administración respecto al pueblo Indio. Hock-a-mock fue sucedido por la tía de uno de los navegantes, quien disipo cualquier duda sobre su identidad al revelar detalles familiares y exhibir una cicatriz en su brazo izquierdo de cuando se quemo cocinando salsa de tomate durante su vida terrenal. Luego salió un niño que nadie reconoció, era franco-canadiense y no hablaba inglés, luego un caballero corpulento que se presento como William King, el primer gobernador de Maine. Todos ellos regresaron al gabinete y no se los volvió a ver.

Paso un tiempo hasta que otro espíritu se manifestó, y el Sr. E. dio indicaciones para que bajaran las luces un poco más. Entonces, la puerta del gabinete se abrió lentamente y emergió una singular figura con botas de goma y un atuendo digno de Dolly Varden que llevaba un pez muerto en su mano derecha.

SU DETERMINACION POR QUEDARSE

Los hombres de la ciudad presentes, según me han dicho, pensaron que el médium lo había presentado en esa grotesca vestimenta para sobresaltar aun mas a los isleños, pero cuando ellos lo vieron saltaron de sus asientos y exclamaron al unísono: “¡Es John Newbegin! ¡Es Johnny!” inmediatamente después, en una reacción no del todo inesperada, huyeron despavoridos ante la aparición, abandonaron la escuela dando alaridos.

John Newbegin caminó tranquilamente, elevó la luz de la solitaria lámpara de queroseno que iluminó todo el incierto proceso. Luego se sentó en la silla del maestro, se cruzó de brazos y observó complaciente a su alrededor.

Sería buen momento para desatar al médiumdijo momentos más tarde, propongo quedarme en este estado de materialización.

Y se quedo. Cuando el grupo de personas dejo la escuela, entre ellos se encontraba John Newbegin, de carne y hueso al igual que el resto. Desde ese día hasta el presente, es un habitante vivo de la Isla Pocock, come y bebe (solo agua) y duerme un poco más que otros hombres. Los marineros, que zarparon al día siguiente hacia Bar Harbor, probablemente creyeron que había sido un fraude contratado para la ocasión por el Sr. E. pero los isleños de Pocock, quienes lo habían enterrado, cavado su tumba y cubierto de tierra hace cuatro años, sabían que John Newbegin había regresado de una tierra desconocida para ellos.

UN SINGULAR MIEMBRO DE LA SOCIEDAD

La idea de albergar un fantasma, un poco mas condensado que los fantasmas tradicionales, no fue muy bien recibida en principio por los 311 habitantes de la isla. Hasta el día de hoy es un tema un poco sensible, sienten que si la noticia llegase a tierra firme podría arruinar las ventas del excelente aceite de bacalao, el único producto que les interesa producir. Esta reticencia a divulgar sus secretos, sumado a que esta gente obtusa, prosaica y con olor a pescado, es demasiado lenta para entender la trascendental importancia de este caso, son las causas por la cual el espíritu de John Newbegin deambula por la tierra desde hace tres o cuatro meses pero nadie en el resto del país está enterado de tan singular circunstancia.

Eventualmente los Pococianos han entendido que el espíritu no es necesariamente uno malévolo, y han aceptado su presencia como un hecho a su manera, ahora son buenos vecinos y socializan con el Sr. Newbegin.

Anticipo cual va a ser tu primera pregunto “¿Hay suficiente prueba de que haya estado muerto en primer lugar?” A esto te respondo sin dudar “Si”.” Era una persona muy conocida y demasiada gente vio su cuerpo para pensar en que hayan cometido un error. Debo agregar que en algún momento se pensó en desenterrar sus restos originales, pero el proyecto se abandonó luego de que el Sr. Newbegin se manifestara en contra, después de todo eran sus primeros restos los que serían perturbados con el solo propósito de satisfacer la curiosidad de la gente.

UNA ENTREVISTA CON UN HOMBRE MUERTO

Estarás dispuesto a creer que aproveche la oportunidad para ver y conversar con John Newbegin. Me pareció muy cordial e incluso conversador. Está perfectamente al tanto de que su estado como ser vivo es complejo, pero espera que en un futuro exista una legislación que contemple su situación y la situación de cualquier espíritu que siga sus pasos hacia el mundo material. Sobre lo único que tiene reservas al hablar es sobre los cuatro años que pasaron desde que falleció hasta que reapareció en Pocock. Es de suponer que no debe tener buenos recuerdos, nunca habló de ese periodo de tiempo. Si admite, sin embargo, que se alegra de haber vuelto a la tierra y que tomó la primera oportunidad que tuvo para ser materializado.

El Sr. Newbegin dice que está sumamente arrepentido por los años que desperdicio en su previa existencia. De hecho, durante estos tres meses ha demostrado que su arrepentimiento es genuino. Se deshizo de las excéntricas vestimentas y se vistió como lo haría un espíritu más sensato. No volvió a tocar el licor desde que reapareció. Ha emprendido en la industria del aceite de bacalao y sus operaciones ya rivalizan con las de Hodgon, su antiguo socio en la Mary Emmeline y el Puttyboat. A quien, dicho sea de paso, Newbegin amenaza con demandar por los activos que poseía en cada una de esas embarcaciones. Ahí hay un caso interesante para que investigue y resuelva algún tribunal.

Como hombre de negocios es generalmente respetado en la isla, aunque si hay una notable reserva cuando se trata de hacer negocios a largo plazo con él. En resumen,  el Sr. John Newbegin es un ciudadano respetable (si es que los muertos pueden ser ciudadanos) y ha anunciado sus intenciones de postularse en las próximas elecciones legislativas.

EN CONCLUSION

Y ahora, mi querido…, le he contado en esencia todo lo que respecta a este extraño, extraño caso. Pero, sin embargo, ¿Por qué es tan extraño? Hemos aceptado la materialización en Chittenden. ¿Es este caso una mera racionalización de eso que habíamos simplemente admitido? Si un espíritu puede regresar a la tierra, en carne y hueso y con todos los atributos físicos que lo hacen humano, ¿por qué no habría de quedarse en la tierra mientras pudiera hacerlo?

Pensando en este asunto desde cualquier punto de vista, no puedo evitar ver al Sr. John Newbegin como un pionero de una posible gran inmigración desde el mundo espiritual. Cuando la barrera este abajo, el rebaño entero marchará de regreso a la tierra. La muerte carecerá de sentido por completo. Cada vez que pienso en lo que esto significara para  nuestras relaciones sociales, en el derrocamiento de todas las instituciones aceptadas y la anulación de todos los principios de política económica, las leyes y la religión, me invade un sentimiento de preocupación y perplejidad inmenso.

Fin

 

 

 

 

 

 


El hombre de cristal

 



Por Edward Page Mitchell

Publicado originalmente en The Sun 1881

Traducido por Ema U

I

Tenía prisa, di vuelta en dirección a la Quinta Avenida desde una de las calles que la cortan cerca del viejo reservorio, eran las once y cuarto de la noche del 6 de noviembre de 1879 cuando de repente tropecé con un individuo que venía caminando en la dirección contraria.

Era un esquina muy oscura. No podía distinguir nada de la persona con la que había tenido el honor de tropezar. Sin embargo, la rapidez de mi mente, entrenada en el pensamiento inductivo me permitió obtener varios elementos acerca de esta persona antes de que incluso pudiera recuperarme de la conmoción del encuentro.

Estos eran algunos de esos hechos: era un hombre mas pesado que yo, y con piernas mas resistentes, pero medía exactamente 10 centímetros menos. Llevaba un sombrero de seda, una pesada capa de lana, y zapatos o botas de goma. Tenía aproximadamente treinta y cinco años, nacido en América, educado en una universidad alemana, Heidelberg o Freiburg, siempre andaba apurado, pero era considerado y cortes en su trato con otros. No estaba exactamente contento con la sociedad, había algo en su vida o en ese momento en particular que deseaba ocultar.

¿Cómo supe todo eso cuando ni siquiera había visto al extraño, y apenas se le había escapado un monosílabo? Bueno, supe que era mas robusto y mas resistente porque fui yo y no él quien retrocedió en el choque. Supe que yo era diez centímetros mas alto porque la nariz aun me ardía por haber chocado contra el ala de su sombrero. Mi mano, involuntariamente elevada, hizo contacto con el borde de su capa. Tenia botas de goma porque no pude oír sus pasos. Para una persona con un oído como el mio, el tono de voz era tan revelador como una arruga en el rostro para determinar la edad de una persona. En los primeros segundos que prosiguieron al choque, lo oí musitar “¡bestia!”, un término que en esa época solo se le ocurriría a un alemán. La pronunciación gutural, sin embargo, me indicó que el hablante era americano-alemán y no alemán-americano, y que su educación alemana se había desarrollado al sur del río Main. Ademas, el tono de caballero y académico se dejo entrever aun entre la iracunda reacción. Eventualmente concluí que si bien el caballero no tenia prisa, si anhelaba, por alguna razón, permanecer anónimo. Escuchó silenciosamente mis disculpas, se inclino para levantar mi paraguas, me lo devolvió y siguió su camino tan silenciosamente como había recorrido el trayecto que lo llevo a tropezar conmigo.

Me propuse a comprobar mis conclusiones lo mas pronto posible. Así que di media vuelta hacia la calle lateral y seguí al extraño que ya debía estar por llegar a la lampara de mitad de cuadra. Lo cierto es que, no iba a mas de cinco segundos detrás suyo. No había otro camino que hubiese podido tomar. Ninguna puerta se había abierto a lo largo del trayecto. Pero sin embargo, cuando llegamos a la luz de la lampara, la forma que debía estar frente a mi, no estaba. Ni el hombre ni su sombra eran visibles.

Me apresuré hasta la siguiente lampara de gas, me detuve bajo ella y escuche. La calle estaba aparentemente desierta. Los rayos de luz de flama amarilla apenas si se adentraban en la oscuridad. Sin embargo, los escalones y el umbral de la casa marrón ubicada justo frente a la lampara recibía apenas la iluminación necesaria. Las figuras doradas sobre la puerta la diferenciaba de las demás. Reconocí la casa: el número me resultaba familiar. Mientras esperaba ahí, bajo la luz de lampara de gas, escuché un ligero ruido que venía de los escalones, el clic de una llave en la cerradura. La puerta del vestíbulo se abrió lentamente para luego cerrarse de un golpe, de forma tal que el eco reverbero en toda la calle. Inmediatamente después, se escuchó el sonido de otra puerta abrirse y cerrarse dentro de la casa. Nadie había salido. Y, hasta donde mis ojos podían atestiguar nadie había entrado. 

Con la idea fija de que había poco material para una aplicación exacta del proceso inductivo, me quede un largo tiempo intentando descifrar la filosofía detrás de tan extraño suceso. Sentí esa vaga sensación de lo inexplicable, casi hasta el punto de sentirme atemorizado. Fue un alivio cuando escuche pasos en la vereda opuesta y me volví para ver a un policía, que caminaba con el bastón a cuestas y me observaba.

II

Esta casa marrón chocolate, cuya puerta frontal se había abierto y cerrado a medianoche sin la intervención de una persona, me resultaba, como he mencionado antes, muy familiar. Era la misma casa que había dejado diez minutos atrás, luego de pasar una velada con mi amigo Bliss y su hija Pandora. Era el tipo de casa en la que cada piso es un hogar en si mismo. El segundo piso, o mejor dicho, el apartamento del segundo piso, estaba habitado por Bliss desde su regreso del extranjero, es decir, desde hace doce meses. Tenía un gran aprecio por Bliss porque tenía un gran corazón, pero también lo compadecía  por su mente ilógica y tan poco científica. A Pandora la adoraba.

Deberás entender que mi admiración por Pandora era una causa perdida, y no solo era una causa perdida sino que era la madre de todas las causas perdidas. En nuestro circulo de amistades existía un pacto implícito que debía respetarse a toda costa respecto a la particular condición de la joven,  era un mujer coqueta que había desposado un recuerdo. Adorábamos a Pandora, moderadamente, sin pasión, solo lo suficiente para alimentar su coquetería sin escoriar la abrazada superficie de su corazón de viuda. Por su parte, Pandora se conducía con la misma propiedad. No se comprometía plenamente con su coqueteo, los administraba tan bien que podía retirarlos por completo apenas se sintiese apesadumbrada por sus tristes recuerdos.

No estaba mal visto que intentásemos convencer a Pandora que le debía a su juventud y su belleza el cerrar ese capitulo de su vida y seguir adelante, que le pidamos respetuosamente que debía vivir en el presente y no en el pasado. Si estaba mal visto sin embargo, insistir en el asunto una vez que ella hubiese anunciado que esto le resultaba imposible.

No conocíamos bien los detalle del trágico episodio ocurrido durante la travesía europea de la Señorita Pandora. Sabíamos, en forma vaga y poco precisa, que se había enamorado en el extranjero, que habia tenido un discusion sobre una trivialidad, y entonces él desapareció. Nunca supo que fue de él y se sintió culpable por haberlo ahuyentado por un capricho. Bliss me había contado algunos hechos esporádicos, que no cuajaban lo suficiente como para reconstruir una versión de los hechos. No había razones para creer que el amante de Pandora se hubiese suicidado. Su nombre era Flack. Era un hombre de ciencia. Bliss pensaba que era un idiota y a su vez creía que Pandora era una idiota por penar por él. Pero Bliss creía que todos los hombres de ciencia eran idiotas en mayor o menor medida.

III

Ese año asistí a la cena de Acción de Gracias en la casa de los Bliss. Esa noche intente maravillar a los asistentes con la serie de misteriosos eventos de la noche en que tropecé con el extraño. La historia no tuvo el efecto que había previsto. Dos o tres personas insufribles intercambiaron miradas. Pandora, que estaba mas pensativa que de costumbre, me escuchó con aparente indiferencia. Su padre, en su estúpida inhabilidad para captar algo por fuera de su área de conocimiento, se rió descaradamente, fue tal el fracaso que hasta se llegó a dudar de mi capacidad como observador de tal fenómeno.

Un poco molesto y quizás con un poco de descreimiento en mi propia historia, inventé una excusa para retirarme temprano. Pandora me acompaño hasta el umbral.

Tu historiame dijome resultó extrañamente interesante. Yo también he presenciado sucesos extraños en los alrededores de esta casa que le sorprenderían. Creo que tengo algo de experiencia en esto. La tristeza de mi pasado proyecta apenas un destello de luz, pero no nos apresuremos. Sería bueno que llegue al fondo de este asunto, hágalo por mi.

La joven suspiro y me deseo las buenas noches. Creí oír un segundo suspiro, mas fuerte que el suyo, y demasiado distinto para ser un reverberación.

Empecé a bajar los escalones. Cuando iba a mitad de camino, sentí la mano de un hombre que se posaba pesadamente sobre mi hombro desde atrás. Mi primera idea fue que era Bliss, que me había seguido para disculparse por haber sido grosero conmigo. Me di vuelta para recibir su amistosa propuesta. Pero no había nadie a la vista.

La mano volvió a tocarme el brazo. A pesar de mi filosofía, me estremecí.

Esta vez, la mano me jalaba gentilmente la manga del abrigo, como invitándome a subir las escaleras. Subí uno o dos escalones, y la presión en mi brazo disminuyo. Me detuve, y la silenciosa invitación se repitió con una urgencia que despejó cualquier duda sobre su intención.

Subimos juntos las escaleras, la presencia me guió y yo le seguí. ¡Que extraordinaria travesía fue esa! Los pasillos estaban iluminados por lamparas de gas. Pero mis ojos me decían que yo era la única persona subiendo esa escalera. Cerré mis ojos, la ilusión, si se la podía llamar ilusión, era perfecta. Podía escuchar el crujir de la escalera delante mio, el suave pero distintivo sonido de pisadas sincronizadas con las mías, incluso podía oír la regular respiración de mi compañero y guía. Extendí mi brazo, pude tocar y sentir la textura de sus vestimentas, era una pesada capa de lana forrada con seda.

De repente, abrí los ojos. Insistieron en decirme que estaba completamente solo.

Este problema se presento entonces en mi mente: cómo podía determinar si la visión me engañaba, mientras que mis sentidos del oído y el tacto me informaban correctamente, o si los oídos y el tacto mentían, y los ojos me decían la verdad. ¿Quién podía arbitrar cuando los sentidos se contradecían los unos a los otros? ¿La razón? La razón se inclinaba a pensar que la presencia era un ser inteligente, cuya existencia era completamente negada por los mas confiables de mis sentidos.

Llegamos al ultimo piso de la casa. La puerta que nos sacaba del pasillo se abrió ante mi, en apariencia por sí sola. Una cortina en el interior se corrió aparentemente sola y se mantuvo así para darme paso a un apartamento donde el ordenamiento de los muebles hablaba por sí mismo, buen gusto y hábitos académicos. Leños ardían en la chimenea. Las sillas de salón eran amplias y en apariencia cómodas. No había nada en esa habitación fuera de lo ordinario, nada extraño, nada que lo distinguiera a una habitación amueblada en cualquier otra casa.

Para ese entonces mi mente ya había descartado la ultima sospecha de actividad sobrenatural. Este fenómeno no era quizás, inexplicable sino por el momento solo misterioso. Mi anfitrión tenia una disposición por demás amistosa. Observé con perfecta calma una serie de manifestaciones de energía independiente de parte de objetos inanimados.

En primer lugar, una silla turca se arrastró a sí misma desde la esquina hasta el centro de la habitación. Luego, una silla inglesa hizo lo mismo desde otra esquina y avanzó hasta colocarse exactamente frente a la otra. Una pequeña mesa de tres patas se levantó unos centímetros del suelo y se ubicó entres ambas sillas. Un libro grueso abandonó su lugar en un estante y navegó tranquilamente a través del aire a un metro y algo de altura y descendió cuidadosamente sobre la mesa.  Una pipa de porcelana cuidadosamente pintada se descolgó de una gancho en la pared y se sumó al libro. Una caja de tabaco pegó un salto de la repisa. La puerta de un gabinete se abrió y de ella salió un decantador y copas de vino que hicieron el viaje juntas y llegaron simultáneamente al mismo destino. Todo en la habitación estaba impregnado con un espíritu de hospitalidad.

Me senté en la silla cómoda, me llené la copa con vino, encendí la pipa y examiné el libro. Era el Manual de Histología Bussius de Viena. Cuando volví a poner el libro sobre la mesa, se abrió, deliberadamente en la pagina cuatrocientos cuarenta y tres.

¿No estás nervioso?preguntó una voz a poco menos de dos metros de mi oído.

IV

Esta voz sonaba familiar. Era la misma que había oído en la calle esa noche del 6 de noviembre, cuando me llamo bestia.

Nole dije. No estoy nervioso. Soy un hombre de ciencia, acostumbrado a lidiar con todo tipo de fenómenos que pueden ser explicados por las leyes de la naturaleza, siempre y cuando hayamos descubierto esas leyes. No, no tengo miedo.

Tanto mejor. Eres un hombre de ciencia, como yo...Aquí la voz asumió un tono mas raspado ... con temple de acero, y amigo de Pandora.

Discúlpemeinterrumpí. Si va a hablar de una dama sería apropiado que me dijera con quién estoy hablando.

Eso es precisamente lo que quiero comunicarlereplicó la voz, antes de pedirle un favor muy grande. Mi nombre es o era Stephen Flack. Soy o he sido ciudadano de los Estados Unidos. Mi estado actual es un misterio tanto para mi como puede serlo para usted. Pero soy, o era, un hombre honesto y un caballero, y le ofrezco mi mano.

No vi su mano. Extendí la mía, sin embargo, y se encontró con un suave y cálido apretón de manos.

Ahora retomó la voz, luego de este silencioso pacto de amistad, si es tan amable, lea el pasaje que he señalado en el libro sobre la mesa.

Esta es una rudimentaria traducción de lo que leí en alemán.

Como el color de los tejidos orgánicos del cuerpo depende de la presencia de ciertos principios fundamentales de tercer grado, todos contiene hierro como elemento necesario, se determinó que la tonalidad puede variar de acuerdo a varios cambios físico-químicos bien definidos. Un exceso de hematina en los glóbulos rojos le da a cada tejido un tinte rojizo. La melanina que da color al coroides del ojo, el iris, el cabello, se puede aumentar o disminuir según las leyes recientemente formuladas por Schardt de Basel. En la epidermis, el exceso de melanina te convierte en una persona negra y la deficiencia en albino. La hematina y la melanina, junto con la biliverdina verde-amarilla y el rojo-amarillento de la urokacina, son los pigmentos que le dan color a tejidos que de otra manera serian transparentes o casi transparentes. Condeno mi inhabilidad para registrar el resultado de algunos experimentos histológicos muy interesantes, llevados a cabo por el incansable investigador Fröliker quien encontró la forma de separar la descoloración rosa del cuerpo humano mediante procesos químicos.

Durante cinco años prosiguió mi compañero invisible cuando termine de leer, fui discípulo y asistente de Fröliker en Freiburg. Bussius apenas abordó el alcance de nuestros experimentos. Alcanzamos resultados que eran tan asombrosos que las autoridades recomendaron no hacerlos públicos, ni siquiera ante la comunidad científica. El pasado Agosto se cumplió un año de la muerte de Fröliker.

Tuve fe en la genialidad de este hombre, era un hombre admirable y un gran pensador. Si él hubiese recompensado mi incuestionable lealtad con su plena confianza, hoy no estaría preso de esta desgracia. Pero debido a su innata reticencia sumado a la cautela con la que los sabios custodian los resultados sin verificar, me mantuvo al margen de las formulas esenciales de nuestros experimentos. Como su discípulo, estaba familiarizado con los detalles del trabajo de laboratorio; pero solo el maestro conocía el secreto mas importante. Como consecuencia, he caído victima de la maldición mas terrible que alguna vez haya caído sobre un ser humano desde Caín.

Nuestros esfuerzos se dirigieron en primer lugar a la ampliación y variación de la cantidad de materia pigmentaria en el sistema. Por ejemplo, al aumentar la proporción de melanina en el alimento, al llegar a la sangre podíamos convertir a un hombre caucásico en uno de piel negra, pero negra como un africano. No había tonalidad que no hayamos podido conseguir mediante la modificación y variación de las distintas combinaciones. Por lo general era yo el que se sometía a esos experimentos. En distintas oportunidades he sido de color cobre, azul violáceo, carmesí, y amarillo cromado. Durante una exitosa semana lucí en mi cuerpo todos los colores del arco iris. Aun queda un testigo que puede dar fe del interesante carácter de nuestro trabajo durante este periodo.

La voz hizo una pausa, y unos segundos después hizo sonar una campana de mano que estaba sobre la repisa. De inmediato, un hombre viejo con un apretado kipá en la cabeza apareció en la habitación.

Käspar dijo la voz en alemán, muéstrale al caballero tu cabello. 

Sin demostrar sorpresa alguna y perfectamente acostumbrado a recibir ordenes como si nada, el anciano criado se inclinó y se quitó el sombrero. Los escasos rizos que reveló eran de un brillante verde esmeralda. Le manifesté mi asombro.

El caballero aprecia la belleza de su cabellodijo la voz, de nuevo en alemán. Eso es todo, Käspar.

Se volvió a colocar el kipá, y se retiró con una mirada de satisfacción en el rostro.

El viejo Käspar era el criado de Fröliker y ahora me sirve a mi. El fue sujeto de prueba de nuestras primeras aplicaciones del proceso. El valioso hombre quedó tan satisfecho con el resultado que nunca nos permitió regresarle el color original a su cabello. Es leal, y mi único intermediario y representante con  el mundo visible.

Ahoraprosiguió Flack, a la historia de mi infortunio. El gran histólogo con quien tuve el privilegio de asociarme, volcó su atención a otra rama de investigación aun mas interesante. Hasta ese momento, solo había apuntado a incrementar y/o modificar los pigmentos en los tejidos. Entonces empezó una serie de experimentos ante la posibilidad de eliminar esos pigmentos en su conjunto del sistema, mediante la absorción, exudación, y uso de cloruros y otros agentes químicos que actúan sobre la materia orgánica. ¡Tuvo un éxito arrollador!

Nuevamente fui sujeto de prueba de los experimentos que Fröliker supervisó, impartiéndome solo la parte del secreto de este proceso que le resultó inevitable no compartir. Durante semanas permanecí en su laboratorio privado, sin ver a nadie y ser visto por nadie, con excepción del profesor y el confiable Käspar. Herr Fröliker procedió con cautela, observando de cerca los efectos de cada nueva prueba, y avanzando en etapas. Nunca fue tan lejos con un experimento al punto de no poder retroceder a discreción. Siempre mantenía una salida fácil y rápida para revertir el proceso. Por esa razón me sentí perfectamente a salvo en sus manos y me sometí a todo lo que él requería. 

Bajo los efectos de drogas debilitantes que el profesor me administró junto a otros poderosos detergentes, lo primero que hizo fue hacerme pálido, blanco, sin color alguno como un albino, pero sin efectos negativos sobre mi salud. Mi cabello y barba parecían hechos de cristal y mi piel de mármol. El profesor estaba satisfecho con sus resultados, y no fue mas lejos esa vez. Me devolvió a mi color original.

Durante el siguiente experimento, y en todos los que le siguieron, él permitió que sus agentes químicos se asentaran firmemente en los tejidos de mi cuerpo. No solo me puse blanco, como un hombre remojado en cloro sino ligeramente traslucido, como una figura de porcelana. Esa vez también detuvo su trabajo por un tiempo, me devolvió mi color original y pude regresar al mundo exterior. Dos meses después, ya era mas que traslucido. Has visto esas criaturas que flotan en el mar, las medusas o aguavivas, cuya figura es casi invisible al ojo humano. Bueno, yo era en el aire lo que una medusa era en el agua. Casi perfectamente transparente, fue solo mediante una minuciosa inspección que el viejo Käspar pudo encontrarme en la habitación cuando fue a llevarme alimento. Era Käspar quien velaba por mis necesidades durante los periodos en los que me encontraba recluido.

¿Pero y su vestimenta?pregunté, interrumpiendo el relato de Flack. Eso debía haber contrastado fuertemente con el tenue aspecto de tu cuerpo.

Ah, nodijo Flack. El espectáculo de un conjunto de ropa aparentemente vacío moviéndose por el laboratorio era una imagen demasiado grotesca incluso para el profesor. Para resguardar su solemnidad, se vio obligado a idear la manera de aplicar este proceso en materia orgánica muerta, como la lana de mi capa, el algodón de mis camisas y el cuero de mis zapatos. Así pase a estar equipado con un atuendo en combinaba con mi condición física. 

Fue durante esta etapa de nuestro progreso, cuando habíamos alcanzado la transparencia casi perfecta, y por lo tanto la completa invisibilidad, que conocí a Pandora Bliss.

En julio se cumplió un año de eso, la conocí durante uno de los intervalos de nuestros experimentos, en un momento en el que me encontraba con mi apariencia natural, viaje a Schwarzwald a recuperarme. Vi y admire a Pandora por primera vez en la pequeña aldea de San Blasien. Habían venido desde las Cataratas del Rin y viajaban hacia el norte. Di media vuelta y me dirigí hacia el norte. Para cuando llegamos a las montañas de Feldberg ya estaba locamente enamorado de ella. Fue en el Höllenpass que ya estaba listo para sacrificar mi vida por una gentil palabra de sus labios. En el Hornisgrinde, cuando le pedí permiso para arrojarme desde la cima de la montaña hacia las tenebrosas aguas del Mummelsee para probarle mi devoción. Usted conoce a Pandora. Como la conoce no necesito ni siquiera explicarle el porqué de la velocidad de mi enamoramiento. Ella coqueteo conmigo, se rió conmigo, de mi, condujimos juntos, caminamos juntos en senderos a través del bosque, juntos escalamos pendientes tan empinadas que la actividad se convirtió un delicioso y prolongado abrazo; hablamos de ciencia, y sentimientos, escucho mis esperanzas y entusiasmos, se burló de mi, me doblegó completamente a su dulce voluntad, todo esto mientras su prosaico padre descansaba en la cafetería de la posada leyendo periódicos de New York. Pero si ella me amaba o no, es algo que ignoro hasta el día de hoy. 

Cuando el padre de Pandora vio cuales eran mis intenciones y sopeso mis medios de subsistencia, terminó abruptamente con nuestro pequeño idilio. Creo que me ubicó en algún lugar entre malabarista profesional y curandero matasanos. En vano intenté explicarle que iba a ser famoso y probablemente rico.

Cuando sea rico y famoso remarcó con una sonrisa, estaré encantado de verle en mi oficina de la calle Broad. Llevó a Pandora a Paris y yo regrese a Freiburg. 

Unas semanas mas tarde, durante una brillante tarde de agosto, me paré en el laboratorio de Fröliker y pase inadvertido delante de cuatro personas que estaban a un brazo de distancia de mi. Käspar estaba detrás mío, lavando unos tubos de ensayo. Fröliker con una orgullosa sonrisa en el rostro miraba intencionalmente al lugar donde sabia que yo debla estar. Dos hermanos, profesores los dos, convocados con alguna excusa, discutían sobre alguna trivialidad casi golpeándome con sus codos. Podrían haber oído el latido de mi corazón.

¿A propósito Herr Profesorpreguntó uno cuando se preparaba para irse¿su asistente ya regresó de sus vacaciones? La prueba fue un éxito.

Tan pronto estuvimos solos, el Profesor Fröliker tomó mi mano invisible, al igual que tu lo hiciste esta noche. Estaba de buen humor.

Querido amigome dijo, mañana es la coronación de nuestro trabajo. Mañana te presentaras o mejor dicho no te presentaras ante una asamblea del cuerpo docente de nuestra universidad. He telegrafiado invitaciones a Heidelberg, Bonn, Berlin. Schrotter, Haeckel, Steinmetz, Lavallo estarán aquí. Nuestro triunfo será en presencia de los mas grandes físicos de esta era. Será entonces cuando revelaré los secretos de nuestros procedimientos que hasta ahora he mantenido ocultos incluso de ti, mi colaborador y mas confiable amigo. Pero compartiremos la gloria. ¿Me pareció escuchar que un ave del bosque fue apartada de tus brazos? Muchacho, te devolveré tu pigmentación e iras a Paris a buscarla con fama en tus manos y bendiciones de la ciencia sobre tu cabeza.

La mañana siguiente, el diecinueve de agosto, antes de que me hubiese levantado de mi catre, Käspar entró corriendo al laboratorio. 

¡Herr Flack! ¡Herr Flack!dijo agitado. Herr Doctor Profesor ha fallecido a causa de un derrame cerebral.

V

El relato había llegado a su fin. Me senté largamente a pensar. ¿Qué puedo hacer?¿Qué podía decir? ¿De qué forma podía ofrecer consuelo a este desdichado hombre?

Flack, el invisible, sollozaba amargamente.

Él hablo primero ¡Que difícil, difícil, difícil! No hay crimen a los ojos del hombre, ya que no hay pecado ante los ojos de Dios, he sido condenado a un destino diez mil veces peor que el infierno. Debo caminar por la tierra, un hombre como cualquier otro, con la capacidad de vivir, de ver y de amar, a la vez que entre mi persona y todo lo que vale la pena en la vida se levanta una barrera fija para toda la eternidad. Incluso los fantasmas tienen forma. Mi vida es la de un muerto viviente; mi existencia quedará en el olvido. Sin amigos que me miren a la cara. Jamas podre volver a abrazar a la mujer que amo, hacerlo solo le inspiraría un terror inexpresable. La veo casi todos los días. A menudo le rozo el vestido cuando pasa junto a mí en las escaleras. ¿Alguna vez me amo? ¿Aun me ama? ¿Es que acaso la respuesta a esa pregunta haría mas cruel esta maldición? Aun así lo he traído aquí para contarle la verdad.

Entonces, cometí el error mas grande de mi vida.

¡Anímese!le dije. Pandora siempre lo ha amado.

Por el repentino vuelco de la mesa supe con que vehemencia Flack se había puesto de pie. Sus manos me tomaron por los hombros con firmeza.

Si continué.Pandora ha sido fiel a su memoria. No hay razones para desesperar. El secreto del proceso de Fröliker murió con él, pero ¿por qué no podría ser re descubierto mediante inducción y experimentación ab initio con la asistencia que usted pueda proporcionar? Tenga valor y esperanza. Ella lo ama. En cinco minutos puede escucharlo de sus propios labios.

Ningún chillido de dolor que había oído antes era la mitad de patético que este salvaje llanto de felicidad.

Bajé rápidamente por las escaleras y convoqué a la Señorita Bliss al corredor. Le expliqué la situación brevemente. Para mi sorpresa, no se desmayo ni le agarro un ataque de histeria.

Ciertamente, lo acompañare me dijo, con una sonrisa que entonces no pude interpretar.

Me siguió hasta la habitación de Flack, escrutando tranquilamente cada rincón del apartamento, con la sonrisa fija aun en su rostro. El nivel de compostura que manejaba era como si hubiese entrado a un salón de fiestas. No manifestó asombro ni terror, en absoluto, cuando manos invisibles la tomaron de la mano y se la cubrieron de besos utilizando labios invisibles. Escuchó con total tranquilidad el torrente de palabras amorosas que mi desafortunado amigo le vertió en los oídos. 

Observé la extraña escena, perplejo e incomodo.

Rápidamente la Señorita Bliss le retiró la mano. 

Ya esta bien Sr. Flackdijo con una ligera risa, es usted demasiado demostrativo. ¿Acaso adquirió ese habito en el continente? 

¡Pandora! lo escuche decir a él.No lo entiendo. 

Quizás, prosiguió ella con calma, lo consideres uno de los privilegios de tu invisibilidad. Déjame felicitarte por el éxito de tu experimento. Que hombre tan inteligente es tu profesor... ¿cómo era su nombre? Puedes hacer una fortuna exhibiendo tu habilidad.

¿Era esta la misma mujer que había sufrido de manera inconsolable durante meses por la perdida de este hombre? Me quede estupefacto. ¿Quién podría empezar a comprender los motivos de esta mujer? ¿Qué tipo de ciencia es lo suficientemente concisa para desenmarañar tan inadmisibles caprichos?

¡Pandora! exclamó nuevamente y esta vez sonaba confundido. ¿Qué significa esto? ¿Por qué me recibes de esta manera? ¿Es todo lo que tienes para decirme?

Creo que es todo respondió en forma relajada mientras se movía hacia la puerta. Eres un caballero y no necesito pedirle que no siga molestándome con estas tonterías. 

Tienes el corazón de piedrale susurre mientras pasaba junto a mí y saa de la habitación. No eres digna de él.

El llanto desesperado de Flack alertó a Käspar quien se presento de inmediato. Con el instinto adiestrado por un prolongado y leal servicio, el anciano fue directo al lugar donde se encontraba su maestro. Lo vi manotear el aire, como intentando sostener al hombre invisible pero con dificultades para encontrarlo. Lo aparto violentamente hacia un costado. Se incorporó y se paró en silencio a escuchar, con el cuello estirado y el rostro pálido. Entonces salio corriendo por la puerta y bajo rápidamente las escaleras. Lo seguí. 

La puerta de la calle estaba abierta. En la vereda Käspar dudo un par de segundos. Hasta que finalmente giró hacia el oeste y salió corriendo por la calle con tal velocidad que tuve muchas dificultades para alcanzarlo.

Era cerca de la medianoche. Cruzamos avenida tras avenida. Un inarticulado murmullo de satisfacción salio de los viejos labios de Käspar. Un poco mas adelante vimos a un hombre de pie en la esquina que súbitamente era empujado al suelo. Nos apresuramos, sin disminuir nuestro ritmo. En ese momento escuché pisadas a corta distancia que venían rápidamente hacia nosotros. Me aferré al brazo de Kaspar. El asintió.

Casi sin aliento, entendí que ya que no estábamos en una calle pavimentada, sino sobre tablas y rodeados por un grandes pilas de leña. Ya no habían lamparas en la calle, solo el oscuro vació. Käspar hizo el ultimo esfuerzo y corrió para alcanzarlo. Lanzó un manotazo, erró, cayó de espaldas y gritó horrorizado.

Un apagado chapuzón se escuchó en las oscuras aguas del rio a nuestros pies.


FIN

 

Una boda extraordinaria

 


Por Edward Page Mitchell

Publicado originalmente en el periódico The Sun en 1878

Traducido por Ema U

I

El profesor Daniel Dean Moody de Edimburgo, un caballero conocido tanto por su labor como psicólogo, como por ser un honesto y perspicaz investigador de los fenómenos a veces llamados espirituales, visitó este país no hace muchos meses atrás y fue recibido en Boston por el Dr. Thomas Fullerton en su encantadora residencia de la calle Mount Vernon. Una tarde en el salón del Dr. Fullerton, en presencia de él, su huésped escoces, el Dr. Curtis de la escuela de medicina de la Universidad de Boston, el reverendo Dr. Amos Cutler de la Iglesia de la calle Lynde, el Sr. Magnus de West Newton, tres damas, y el escritor, la conversación se tornó de carácter ocultista.

Solía vivir en Aberdeendecía el Profesor Moody, una médium llamada Jenny McGraw, de poca inteligencia, pero de una destacable fortaleza psíquica. Hace doscientos años la buena gente de Boston hubiera colgado a Jenny por bruja. He visto en su cabaña, materializaciones sobre las que no pude ni puedo elaborar hipótesis alguna acerca de qué tipo de engaño o alucinación utilizaba. He visto formas aparecer, no de ningún gabinete o baúl de trucos, sino expulsadas frente a mis ojos desde el mismísimo cuerpo de Jenny. Una noche, Platón en persona, o un Eidolon que afirmaba ser Platón, salió del pecho de Jenny McGraw y conversó conmigo durante quince minutos enteros sobre la dualidad de la idea, la médium, mientras tanto, permanecía en trance.

El Dr. Fullerton intercambio una mirada cargada de contenido con su esposa. Su huésped intercepto la mirada y le dijo:

¿No me cree? No me sorprende.

No es esorespondió el Dr. Fullerton. Su testimonio como observador científico es digno de toda forma de respeto. ¿Pero qué fue de Jenny McGraw?

Era una joven sosa y poco agradable, difícilmente una persona racional. Lejos de interesarse en estas maravillosas manifestaciones exhibidas a través de ella, le molestaban muchísimo y finalmente dejó Escocia para escapar de los espíritus problemáticos y los aún más problemáticos mortales que iban masivamente a su cabaña e interferían con sus tareas domésticas.

Una chica yanqui dijo el Sr. Magnus, habría dado a esos poderes un buen uso y hubiera hecho una fortuna.

Jenny McGrawcontesto el profesor Moody, quien según tengo entendido es la única médium del mundo capaz de producir materializaciones a plena luz e independientemente de su entorno, era austera, como todas las mujeres escocesas, pero no tenia la inteligencia para reconocer tal oportunidad. A menudo le aconsejaron presentarse en público. Aconsejar a un escocés es inútil. No sé dónde pueda estar.

El Dr. Fullerton volvió a mirar a su esposa. La señora Fullerton se levantó y tocó una campana.

Las puertas se abrieron rápidamente y una rustica mucama pelirroja entró al salón haciendo una torpe reverencia.

Llamo uste’, señora?preguntó.

Jenny dijo la Sra. Fullerton, aquí hay un viejo amigo tuyo de Escocia.

La chica no dio muestra alguna de sorpresa. Su estúpido semblante apenas dio muestra de reconocimiento mientras caminaba sin ánimos hacia el profesor y sin ánimos tomaba su mano extendida.

No sabía que uste’ venía a América, maestre Moody” dijo ella y miró a su alrededor como queriendo escapar de tan mentada compañía.

Ahora con su permiso Sra. Fullertondijo el profesor, mirando a su anfitriona por sobre el hombro de Jenny McGraw, le pediremos a la joven si es tan amable de asistirnos en una investigación.

Jenny levantó la vista con desconfianza y volvió sus pequeños y aburridos ojos desde su amo hacia su ama y desde ahí hacia la puerta.

No siento deseo’ de hacer una ivestigacio dijo con firmeza, i me dule en el petcho trair los viejo fantasma’ o no se corda maestre Moody.

Durante un largo rato la chica se negaba obstinadamente a revisitar su relación con su misterioso don. He olvidado que argumento o alegato usaron para conseguir su reacio consentimiento. No he olvidado lo que siguió.

La habitación estaba tan iluminada como puede estar con cinco lámparas a gas prendidas al máximo. Bajo ese resplandor y rodeada de una parcialmente entretenida y parcialmente escéptica audiencia, Jenny se sentó en una silla turca. No presentaba un cuadro atractivo, era pequeña, rechoncha, pecosa y con mirada maliciosa¡Dios santo!le susurre a una persona a mi lado¿Acaso los gloriosos espíritus eligen este tipo de intermediarios para contactarse con nosotros?

¡Silencio!dijo el profesor Moody. La chica está entrando en trance.

Sus canallescos ojos se abrían y cerraban. Una convulsión atravesó sus flácidas mejillas. Un suspiro o dos, un sacudón nervioso en la silla y respiración agitada.

Coma simulado ineficazmenteme murmuró el Dr. Curtis y no es obra de un artista. Esto es una farsa.

Durante quince o veinte minutos nos sentamos pacientemente, la calma fue interrumpida solo por la áspera respiración de la chica. Cuando una o dos personas empezaron a bostezar, la anfitriona, temiendo que el experimento aburriese a sus invitados se movió para romper el círculo. El profesor Moody levantó su mano en señal de alto. Antes de bajarla hizo un gesto para que todos los ojos se posaran sobre Jenny McGraw.

Su cabeza y su busto parecían estar envuelta en una tenue y delgada capa de vapor opalescente que flotaba sobre ella, pero estaba fija en un punto al igual que un circulo de humo cuelga de la punta de un buen cigarro. El punto de origen parecía estar en las proximidades al corazón de Jenny. Había dejado de respirar ruidosamente, y estaba tan pálida que parecía muerta, pero su rostro no estaba tan marchito como el del Dr. Curtis. Sentí como su mano se estiraba para tomar la mía. Cuando la tomo, la estrujó hasta dejarla entumecida.

Mientras observábamos, el vapor que salía del pecho de Jenny crecía en volumen y se opacaba. Era como una nube, oscura y bien definida, flotando ante nuestros ojos, juntándose por un lado y extendiéndose por el otro hasta que alcanzo la forma perfecta.

Han visto como un objeto insignificante bajo una lente gradualmente se empieza a ver mas definido a medida que se lo enfoca mejor. O mejor aún, han visto como la sombra de una pantomima es una vaga y amorfa nubosidad que al intensificarse toma forma a medida que la persona se acerca a la pantalla, hasta que se convierte en una silueta perfecta. Ahora, imaginen que la silueta atraviese la pantalla en tu presencia, y entonces podrás darte una idea de la maravillosa transición que significa que esta sombra de un mundo del que nada sabemos dé un paso adelante y se encuentre ahora entre nosotros.

Observe al reverendo Dr. Cutler del otro lado del cuarto. Se tomaba la frente con ambas manos. Nunca vi una escena semejante, una mezcla de horror, terror y perplejidad.

El recién llegado era un hombre de unos veintiocho o treinta años, de rasgos distinguidos y un semblante majestuoso. Hizo una reverencia de cortesía ante la gente reunida pero cuando vio que el profesor Moody estaba a punto de hablar, se llevo un dedo hasta los labios y miro inquieto a la médium. Se me ocurrió que una expresión de disgusto se había apoderado de su rostro cuando descubrió que poco agraciada era su puerta de entrada de vuelta a la tierra. Sin embargo, tenia su mirada fija en el pálido rostro de Jenny McGraw y se cruzó de brazos como si esperara algo.

En ese momento estábamos completamente bajo el hechizo de la misteriosa aparición. Con mucho entusiasmo, pero ya sin el elemento de sorpresa, vimos que el fenómeno de la nube se repetía, la sombra, la concentración y la presencia.

Lentamente la niebla blanca y la sombra nebulosa dieron forma a la más hermosa mujer que ojos mortales hayan contemplado jamás. Era una mujer, una mujer viva de carne y hueso, con sus magníficos labios ligeramente entreabiertos, su pecho se elevaba y caía bajo un vestido una textura maravillosamente tejida, sus gloriosos ojos negros brillaban sobre nosotros hasta que nuestras cabezas salieron flotando y nuestras mentes estallaron. Seria más fácil descubrir el secreto de su existencia que describir la belleza fuera de este mundo que nos había asombrado y maravillado.

El primer individuo descruzo sus brazos, y con la ternura de un amante y el respeto digno de la realeza, tomo la hermosa y delicada mano de la maravillosa dama y la guio hasta el centro de la sala. No dijo una palabra, pero se dejo guiar por su mano y se paró ahí como una emperatriz, escaneando nuestros rostros y vestimentas con cierta curiosidad, curiosidad mezclada con una pizca de desdén. El rompió el silencio en una voz muy tenue.

Amigos dijo lentamenteun gran amor ha traído a alguien que solía ser mortal ante la presencia de una diosa. Una inmensa fortuna ha caído sobre él y es mucho más de lo que sus pequeños sacrificios le ameritaban, no puedo ser mas claro al respecto. Escuchen nuestra suplica y concédannos sin preguntar. Hay aquí presente un siervo de la iglesia, debidamente calificado para pronunciar las únicas palabras que pueden coronar un amor como el mío. Ese amor estiró su brazo a través de los siglos para alcanzar su objetivo y fue sellado por una muerte voluntaria. Hemos venido desde otro mundo para pedir que nos unan en matrimonio de acuerdo con las formas de este mundo.

Extraños como fueron, los eventos precedentes habían armonizado nuestras mentes a la presencia de los espíritus que escuchamos este extraordinario discurso sin gran asombro. El Sr. Magnus de West Newton, quien había mantenido su temple ante la presencia de lo que podían ser arcángeles, murmuró audiblemente¡Por Jupiter! ¡Se fugaron para casarse desde la tierra de los espíritus!.Sus palabras cayeron duro sobre nuestros oídos.

El reverendo Dr. Amos Cutler desplegó de forma impresionante, el efecto que el decoro tiene en el sentido común impuesto en personas del siglo diecinueve como nosotros. Ese hombre devoto se levantó de su silla con una mirada de indefensión y aturdimiento y, como una persona que camina dormida, avanzó hacia la pareja.

Levantó su mano para pedir silencio, con solemnidad y deliberación hizo las preguntas que por usos y costumbres de la iglesia son preliminares en el ritual de matrimonio. El hombre respondió en un claro y triunfante tono. La novia respondió inclinando su hermosa cabeza.

Entonces prosiguió el Dr. Cutler, en presencia de estos testigos, los declaro marido y mujer. Y que Dios me perdone agregó, por hacer la obra del Diablo mediante este sacrílego acto.

Uno por uno pasamos al frente a estrechar la mano del novio y a saludar a la novia. Su mano era como la mano de una estatua de mármol, pero una sonrisa radiante iluminaba su rostro. Por sugerencia del novio, la novia inclino su majestuoso rostro y permitió que cada uno de los presentes la besara en la mejilla. Era suave y cálida.

Cuando el Dr. Cutler la saludó, ella sonrió por primera vez y con un rápido y elegante movimiento se quito una enorme perla de su negra cabellera y la coloco en su mano. La miro por un momento, y luego, en un repentino impulso, lo arrojó a la chimenea. En la llama ardiente, el honorario del Dr. Cutler palideció, se calcinó, se desmoronó y desapareció.

El novio guió entonces a su esposa de vuelta a la silla donde la médium seguía en trance. La apretó fuerte contra su cuerpo. Sus siluetas se entremezclaron y empezaron a diluirse en la sombra vaporosa, y lentamente se desvanecieron, la pareja recién casada encontró su lecho nupcial en el pecho de Jenny McGraw.

 

II

 

Un día, luego de que el profesor Moody había abandonado Boston, fui a la librería del ateneo a buscar ciertos datos y fechas respecto a la guerra franco-prusiana. Mientras daba vuelta las paginas de un archivo del Daily Nevvs de Londres de 1871 mis ojos se posaron sobre el siguiente párrafo.

La Freie Presse de Viena afirma que a las cuatro en punto de la tarde del doce de Julio un joven de buena apariencia se dio un disparo al corazón en el corredor este de la Galería Imperial. Era la hora del cierre y el joven había sido advertido por el encargado que debía abandonar la galería. Estaba parado, inmóvil frente al hermoso cuadro que Herr Hans Makart había pintado llamado “La barcaza de Cleopatra” y no había puesto atención a la reprimenda. Cuando se le repitió con más énfasis, él señalo de manera ausente a la pintura y exclamó¿No es ella acaso una mujer por la cual vale la pena morir?saco la pistola y disparó con resultados mortales.

No hay pistas sobre la personalidad del suicidado excepto por el hecho de que se hospedaba en el Hotel Golden Lamb, donde estaba registrado como “Cotton”. Había estado en Viena durante semanas, había gastado dinero a diestra y siniestra, y había sido visto con frecuencia en la galería Imperial, siempre ante la pintura de Cleopatra. El desafortunado joven parecía haber perdido la cabeza.

Hice una cuidadosa copia de esta breve historia y se la envié, sin comentario alguno, al Reverendo Dr. Cutler. Al cabo de un día o dos me la devolvió junto a una nota.

Los sucesos de esa noche en la residencia del Dr. Fullertonescribió, son para mí, como los eventos de un sueño que apenas recuerdo. Disculpe si le digo que sería una gentileza que me dejase olvidar todo el asunto por completo.

 

Fin


The midnight club, temporada dos según Mike Flanagan.

 Con la cancelación de la serie, el creador de la serie Mike Flanagan publicó en Tumbler un pequeño descargo contándole a los fans cómo pret...