The midnight club, temporada dos según Mike Flanagan.

 Con la cancelación de la serie, el creador de la serie Mike Flanagan publicó en Tumbler un pequeño descargo contándole a los fans cómo pretendía continuar la serie si esta era renovada por Netflix, algo que finalmente no sucedió. A continuación, la traducción de lo que Flanagan nos dejó. 

El club de la medianoche. Temporada dos.

Estoy muy decepcionado que Netflix haya decidido no avanzar con la segunda temporada de El club de la medianoche.

Mi mayor decepción es que nos quedaron muchos arcos argumentales abiertos, cosas que no revelamos esperando una hipotética segunda temporada, algo que siempre es un riesgo.

Escribo esto como si fuera la segunda temporada, para que vean lo que pudo haber sido, y conozcan los destinos de sus personajes preferidos, y las respuestas a esos misteriosos arcos que abrimos en la primera temporada.

Para quienes quieran saber lo que teníamos planeado hacer, he aquí lo que podría haber sido la temporada  dos.

Amesh: La temporada dos habría abierto con Amesh, su Glioblastoma avanza rápidamente. Iba a contar la primera historia de la temporada, pero le costaría mucho trabajo continuarla. Nos enfocaríamos en su historia de amor con Natsuki durante los primeros episodios a medida que es cada vez mas evidente que su muerte se aproxima.

Mientras tanto, Ilonka intenta aceptar el hecho de que fue engañada por Julia Jayne mientras se enamora de Kevin cada vez y percibe a la vez que este se desvanece mas rápido de lo que deja entrever.

Ilonka comienza una historia serializada en un esfuerzo de alentarlo a “seguir con vida un poco mas”, como hizo en la temporada uno. Y la historia que cuenta es....

RECUERDAME.

Esto es lo que mas me emocionaba de la temporada.

RECUERDAME es una de mis historias preferidas de los libros de Pike, es la historia de una chica adolescente que fue empujada de un balcón y despierta como un fantasma. Tiene que lidiar con ser un fantasma mientras intenta resolver su propio asesinato. Este arco se extendería durante cinco episodios.  Íbamos a usarlo como medio para que Ilonka hiciera las paces con el hecho de que iba a morir y empezara a hacerse a la idea de convertirse ella misma en un fantasma.

Pero esta es la mejor parte, el personaje de Ilonka en la historia no iba a ser representado por ella, sino por... Anya.

Porque así es como seguimos vivos ¿no? En la mente de los que dejamos atrás. Ilonka iba a usar RECUERDAME como una forma de recordad a su querida amiga Anya, volviendo en forma de fantasma y navegando por el mas allá. Y esto configura uno de los mejores mecanismos de la serie, incluso si un personaje muere, mientras los demás miembros lo recuerden siguen vivos, viven en sus historias.

Mientras la historia se pone cada vez mas buena, el grupo tiene que lidiar con la muerte de Amesh, la cual él recibe con gracia y valor. En sus momentos finales, él ve a alguien en su habitación, el Conserje de la primera temporada, interpretado por Robert Longstreet, que con sus palabras le da consuelo a Amesh aun cuando él ya no podía responder. 

En sus momentos finales, la Sombra desciende sobre Amesh y lo envuelve, lo que refuerza la idea de que la Sombra es la Muerte.

Tras la muerte de Amesh sucede algo que da vuelta toda la dinámica de la serie, llega un nuevo paciente. No trabajamos mucho en como funcionaria esto, pero si que sería una nueva compañera de cuarto de Ilonka. Alguien que ocuparía la antigua cama de Anya. Ilonka pondría distancia al principio, de la misma manera en que Anya la trató a ella cuando llegó. Al punto de sentir que esta nueva chica no debería ser introducida al club. Pero, por supuesto, eventualmente desarrollarían una bella amistad a lo largo de la temporada. La chica nueva se une al club, donde algo emocionante también ocurre, Cheri cuenta una historia. No habíamos decidido cual, pero creo que podría haber sido Monster.

Para Spence, las cosas daría un giro diferente.

Los avances en el tratamiento del VIH de finales de los 90 entrarían en escena y su prognosis cambiaría. El cocktail VIH se descubre a fines del 95 y queríamos explorar eso. Spence se beneficiaria del tratamiento antiviral y para el final de la temporada ya no sería diagnosticado como terminal. En el season finale, Spence dejaría Blightcliffe de la misma forma que Sandra en la temporada uno, partiría a tratar su enfermedad y vivir el resto de su vida.

 En cuanto a los Grandes Misterios de la temporada uno, he aquí algunas respuestas:

¿Qué onda la Dra. Stanton y su tatuaje y su cabeza calva?

Un par de cosas. En primer lugar, la doctora Stanton es la hija de la líder del culto Paragon original, Aceso. Su sobrenombre era Athena, ella escribió el diario de Paragon que Ilonka encontró en la primer temporada. Ella le dio la espalda a su madre y ayudo a los niños a escapar, pero como era parte del culto en sus años adolescente llego a tener el tatuaje. Eran sus iniciales las que Ilonka encontró talladas en el árbol en la temporada uno, su nombre de soltera era Georgina Ballard, de ahí el G.B. que encontró en el árbol.

 Ella detestaba en lo que se había convertido su madre, y las atrocidades del culto. Reclamo la propiedad cuando su madre desapareció, y quería convertirlo en un lugar que celebrara la vida. Intentaba deshacer el legado de su madre y dejar algo bello detrás. Usaba peluca al final de la temporada, no por alguna razón siniestra sino porque ella también estaba recibiendo tratamiento de quimioterapia. La Dra. Stanton tiene cáncer. Despues de ayudar a tanta gente a lidiar con su enfermedad, ahora tenía que lidiar con la suya. Su tratamiento resultaría exitoso y entraría en remisión, pero enfrentar la enfermedad mientras intenta cuidar a los niños de Blightcliffe iba a ser su arco introspectivo de la temporada.

¿Y qué hay de la Sombra? Era la muerte, ¿no? Bueno, no.

Al final de la temporada, Kevin moriría, seguido por Ilonka. Y en sus últimos momentos, dos cosas sucederían. Primero, ella hablaría con el Conserje y haría un descubrimiento.

Él es la Muerte. Nada que temer. Resulta que nadie mas puede ver a este personaje. Stanton tiene un servicio de limpieza, y los enfermeros que arreglan los cuartos, las únicas personas que ven al Conserje misterioso son los pacientes. Él es la Muerte, y les da palabras de alivio antes de morir. ¿Entonces, qué es la Sombra?

Esta es una idea que sacamos directamente del libro RECUERDAME, y lo veríamos desarrollarse en los momentos finales del cuento de Ilonka. En los libros de Pike, una entidad oscura llamada La Sombra persigue a Shari. Cuando finalmente la atrapa, resulta no ser algo malo después de todo.

La Sombra son ellos mismos. Es lo Desconocido.  Cuando envuelve a alguien en los últimos momentos de su vida, los lleva a un lugar de entendimiento y catarsis, los prepara para el siguiente paso. Esto es lo que le sucede a Anya en la temporada uno cuando la Sombra finalmente la atrapa, por eso ella fantaseaba con su vida fuera de Blightcliffe, algo que eventualmente le hizo aceptar su propia muerte. Y es diferente para cada quien, y depende de como estén mentalizados a la hora de su muerte, ya que no es nada mas que una extensión de si mismos.

La Sombra es solo una catarsis final, un regreso a su forma original, es un momento de entendimiento y una vez superado, podemos avanzar a la siguiente etapa.

Vemos a la Sombra detalladamente cuando llega a buscar a Kevin. Kevin muere con Ilonka a su lado y nos lleva a la revelación mas grande de la temporada: ¿Quiénes eran el Hombre del Espejo y la Mujer con Cataratas? 

Eran Stanley OScar Freelan y su esposa, el hombre que construyo Blightcliffe (un hecho curioso, su nombre deriva de Freelan OScar Stanley, una persona real, quien construyó mi hotel preferido en América, el Hotel Stanley. Hotel que inspiró al hotel de El Resplandor)

Hay algo mas... hay una razón por la cual Ilonka solo ve a Stanley en el espejo y a la Mujer Catarata cuando ve a Kevin. Esto es algo que sacamos directamente de los libros de Pike... no son fantasmas, sino visiones de vidas pasadas.

Ilonka era Stanley Oscar Freeman, y Kevin era su esposa. Han vivido muchas vidas de esta manera, y son verdaderas Almas Gemelas, siempre se encuentran la una a la otra, y siempre se enamoran. En esta vida, sabían que sus vidas serian cortas, deciden encontrarse en el lugar que construyeron. Han estado “recordando” sus vidas pasadas y viendo esas imágenes de si mismos en reflejos y a veces cuando se miran el uno al otro. Esa es la razón por la cual Ilonka le dice a Kevin al verlo por primera vez, “¿nos conocemos?” y al mismo tiempo Kevin reconoce que le resulta familiar. Son dos almas que siempre se encuentran, una y  otra vez.

La historia es así: Stanley estaba agonizando, por lo que construyó esa casa frente al mar con la esperanza de que el aire del mar lo sanara. Y así fue, sobrevivió a su prognosis (algo que también le sucedió al Freelan Stanley real).

Sin embargo, su esposa empezó a sucumbir lentamente hacia la demencia senil. Deambulaba por los pasillos buscándolo, “Cariño” lo llamaba, incluso olvidaba alimentarse “Me muero de hambre” decía, llegó al punto de no querer abandonar el sótano. Conmovido, Stanley pintó paisajes en las paredes y un cielo nocturno en el cielorraso, para que se sintiera un poco mas hermoso para ella.

También pintó un laberinto en el suelo, una técnica utilizada para aminorar los efectos de la demencia. Ella recorría los patrones del laberinto y se creía que eso podía ayudarla con su cognición.

Eventualmente, ella desarrolló cataratas, pero Stanley nunca dejó de amarla.

Eran almas gemelas. 

Aunque parecían aterradores en la temporada uno, eran solo un reflejo en las mentes de Kevin e Ilonka intentando recordad sus vidas pasadas. Incluso veíamos sus rostros distorsionados, algo consistente a como los recuerdos se degradan por el tiempo. Cuando la Sombra viene por Ilonka y la asiste en el entendimiento, esta “remembranza” la ayuda a comprender que no tiene nada que temer.

Ella y Kevin reencarnaban en estas personas, renacían y tenían el gozo de volver a encontrarse en distintas circunstancias. La Sombra la envuelve, y la Muerte se la lleva, Ilonka emprende así su viaje hacia el cosmos junto a Kevin, lista para su siguiente encarnación. La serie concluye con Cheri contando esta historia a una mesa llena de nuevos pacientes, incluyendo a nuestros nuevos protagonistas. La mayor parte de nuestro reparto original existiría entonces en las historias contadas a una “generación” de contadores de historias. Personajes que se conocerían hacia el final de temporada. Esa historia se llamaría “El club de la medianoche”.

 Y eso es todo, eso es lo que teníamos en mente. Es una pena que no pudimos hacerlo, pero sería aun peor dejar colgados a los fans con preguntas sin responder. Me encantó hacer esta serie y estoy orgulloso del reparto y el equipo de filmación. Particularmente del reparto, personas que interpretaron esta historia con un espíritu increíble y muchísimo valor cada día de filmación.

Por el momento, hay que apagar el fuego y abandonar la biblioteca. Por aquellos antes y por los que siguen. Por lo vivos, y por los muertos. Visto o no visto, aquí, pero no aquí. Siempre estaré agradecido de haber podido ser parte de este Club.

Mike Flanagan.

Traducido por Ema U. 


La Ciudad de los Cubos de Hierro (tercera parte)

 Después de un tiempo largo de ausencia, hemos regresado al sitio y a completar la ultima historia que publicamos, están disponibles claro, las dos primeras partes del cuento y he aquí la tercera a la espera de una cuarta y quizás una quinta. Lo que es seguro es que la historia se publicará completa. Saludos y que disfruten la lectura.


Mientras me hundía en la oscuridad, seguía vagamente consciente de la figura femenina aferrada fuertemente a mi pecho. Recuerdo que incluso en ese momento, me sentí feliz que nuestro final fuera así.  

Después de un prolongado intervalo del vacío mas profundo, recobré finalmente mis sentidos en forma abrupta, como una cuerda repentinamente afinada. Me encontré boca abajo en un mar de barro mientras una lluvia torrencial casi irreal me azotaba con fuerza. Busqué el cuerpo del doctor pero no pude verlo por ningún lado. La cabaña había desaparecido de mi vista por completo cuando originalmente estaba a unos pocos metros de donde estábamos.
Me levanté dolorosamente y tuve el primer vistazo del cubo recién llegado. Había aterrizado en el lugar exacto designado para completar el circulo de monstruos de hierro. Fue a partir de su ubicación que pude estimar la dirección de la cabaña.

Por segunda vez en ese día tan estresante y emotivo, levanté a la chica, la sostuve en mis brazos y me encaminé tambaleante por el derruido sendero cubierto de residuos. Todo el escenario había cambiado por completo. El arroyo que nos separaba de la cabaña había desaparecido, solo quedaba el tortuoso surco por donde solía fluir. El aire se llenó de un hedor a hierro fundido, similar al nada saludable olor que se siente en cercanía a una fundición. La lluvia seguía cayendo con fuerza, un fenómeno en sí mismo en esa época del año.

Un extraño sonido se apoderó del ambiente, una vibración extraña,un  silbido constante, como si una serpiente gigante siseara constantemente exaltada por la ira y el miedo. Detecte su origen rápidamente, era la lluvia que golpeaba el hierro ardiente del octavo proyectil, cuya superficie ya se estaba ennegreciendo. Vientos huracanados soplaban con fuerza en el cielo, enfurecidos quizás por el intruso que lo había atravesado con total inmunidad. Pequeños incendios esparcidos en la meseta luchaban en vano contra el torrencial hasta quedar extintos por completo, a pesar de lo cual otorgaban luz suficiente para iluminar la escena. Yo estaba mas allá de cualquier emoción o preocupación.Lo único que sabía es que en algún lugar cercano había un refugio aceptable para cobijarme de los elementos y que debía alcanzarlo antes de volver a perder el sentido. Por suerte no estaba lejos, o no lo hubiera alcanzado.Iluminada tenuemente por pequeñas llamas, la cabaña había sufrido muy poco daño. El techo estaba apenas dañado en una esquina, pero por lo demás parecía estar intacta. La combinación entre robustez y poca altura había servido para preservarla.

Acosté a la chica en el catre y me arrodillé junto a ella.Creí que había muerto por lo que enterré mi rostro en su vestido y lloré desconsolado. Eramos tan insignificantes, dos pequeños insectos combatiendo a un extraño y cruel antagonista. Los dos contra un embravecido universo.

El efecto se desvaneció después de un tiempo. Recordé que el doctor seguía ahí afuera, me incorporé pesadamente y emprendí la búsqueda de su cuerpo. Aturdido por el tumulto del visitante nocturno, nunca se me ocurrió pensar que había sobrevivido.

Cuando llegué a la puerta de la cabaña, sin embargo, lo vi subir por el sendero, una oscura figura tambaleándose de lado a lado.

¡Gracias a Dios estás bien, Dana!dijo.Es un milagro lo que hemos presenciado esta noche, nosotros tres.

Asentí con poco entusiasmo.

Así es, Doctor, pero mucho me temo que de los tres, solo hemos quedado dos. Venga a ver.

Tonterías.Si nosotros pudimos sobrevivir a ese infierno,¿por qué no los tres? Dejame verla.

Me hice a un lado y esperé silenciosamente a que terminara su análisis.

Pss, dijo él, estás imaginando cosas. Un poco de descanso y estará como nueva. Fue creada con suerte.Dijo mientras le apartaba el cabello oscuro del rostro con una ternura que nunca creí que tuviera. Dejemosla sola, Dana, me ordenó,y tú también deberías descansar un poco. Soy demasiado viejo para atender a dos pacientes a la vez.

Seguí sus instrucciones y con renuencia me obligue a quitarme la ropa mojada y a acostarme en el otro catre. La lluvia,ocasionada por la perturbación atmosférica al igual que se producía con el fogoneo de cañones en Francia, golpeaba con fuerza contra las paredes de la cabaña.

Lo ultimo que recuerdo antes de que el sueño me venciera fue la imagen del doctor, con su cabello blanco y despeinado, su ropa empapada destilando agua, mientras utilizaba su típico poder de abstracción y se sumergía en el libro que había extraído hace unas horas del interior del séptimo cubo.

Mientras dormitaba, el recuerdo de su rostro se grabó en mi mente. Tenía una expresión de asombro y un genuino aire de sorpresa. Me pregunte que habría descubierto. No recuerdo nada mas después de eso.

Soñé con la tortura china conocida como el agua que cae, un sueño horrible donde estaba atado a una inmensa silla tallada con la frente atada hacia atrás con hilos de seda donde un liquido con un fragancia dulce caía sobre mi sien gota a gota con un ritmo entumecedor. Y así continuó durante horas y horas, monótono, y exasperante, debilitando mi voluntad y mi cordura. Intenté mover mi cabeza aunque sea una fracción de pulgada. Era imposible. Grité fuerte y durante mucho tiempo. Cerca mío pude escuchar una risa tintineante, parecían pequeñas campanas de plata.

Me desperté e instintivamente supe que había quedado como un tonto. La lluvia, que había aumentado su caudal y era ahora un aguacero, había encontrado la forma de penetrar el techo y un goteo constante comenzó a caer sobre mi frente. Avergonzado, me incorporé y mis ojos se encontraron con los intrigados ojos grises de mi dama del cubo mirándome.

-Ven, Dana-, dijo la voz del doctor detrás mio-, el desayuno está listo y necesito tu ayuda.

Era difícil concentrarse en comer después de los sucesos irreales e imposibles que acabábamos de sobrepasar. Me vestí y mientras lo hacía mire por la derruida ventana para cerciorarme de que lo que había pasado esa noche había sido real o solo un producto de mi imaginación.

El suelo del valle estaba desgarrado y revuelto por la fuerza del impacto. En circulo yacían entonces las monstruosidades de hierro, con los laterales lisos y brillantes bajo la lluvia. Los conté. Eran ocho. ¡Todo había sido real!

Desde el octavo cubo salía una pequeña columna de humo que se disipaba y se perdía entre la lluvia.Parecía inconcebible que realmente hubiera aterrizado anoche desde algún puerto desconocido.

La voz del doctor volvió a llamarme e interrumpió mi ensueño, me apresuré a responder su llamado. Llegué a su lado silbando alegremente.Después de todo,el evento ya había terminado y habíamos sobrevivido.La vida me sonreía. La expresión demacrada y ennegrecida en el rostro del Dr. Frelinghusen me trajo a tierra.

-Date prisa, Dana - dijo-, hay mucho que hacer.

Me di cuenta de inmediato que no había dormido en toda la noche y me pregunte que habría descubierto que lo preocupaba tanto.

-Primero el desayuno, luego los negocios-, estableció, interrumpiendo mi pregunta a medio pronunciar. A pesar de nuestra ansiedad y del hecho que a la joven todo le resultaba extraño, fue un desayuno feliz. Nos divertimos.

Nuestras costumbres le resultaban indudablemente extrañas e inusuales, pero ella se adapto con una facilidad impresionante. Percibí subrepticiamente que no le agradaba la carne ni el pan marrón, que eran los principales artículos de nuestra dieta, pero si degusto las frutas tropicales, los vegetales y el agua. Probó un vino suave que el doctor nos sirvió pero termino por rechazarlo, con cortesía, claro.

Una vez terminado el desayuno, el doctor nos convoco a una reunión importante en su escritorio.

-En primer lugar-, dijo-. Quiero presentarte a Miss-ah-, dijo y bajo la vista hacia sus notas-. Miss Aien...- se detuvo abruptamente. El rostro de la chica se había ruborizado exaltada a la vez que se lanzó a vociferar sin parar. Sin intentar responder, el doctor le señalo una silla para que se sentara.

-La Señorita Aien-, continuó-, es, o mejor dicho, era, la hija de una ciudadano, un inventor creería yo, de un mundo en algún lugar del espacio. Donde queda ese mundo y cuales son sus costumbres, no lo sé. Quizás nunca lo sepamos, por lo menos hasta que ella nos lo diga.

-Doctor Frelinghusen-, interrumpí yo-, dígame cómo sabe su nombre y de dónde ha venido y todo eso.

El viejo doctor me sonrió. Era su momento de triunfo.

-Dana-, dijo-, la bitácora del séptimo cubo relata toda la historia. ¡Mira!

Me mostró entonces el volumen de forma curiosa que llevaba bajo el brazo-.Descifré una parte de este libro durante la noche. Cómo lo hice no tiene importancia. Alcanza con saber que lo hice.

-Como iba diciendo antes de que me interrumpieras, el padre de Aien era un inventor. Fue él quien creó esas...- dijo señalando las monstruosidades fuera de la cabaña-. El mundo de donde vienen, según lo que pude interpretar del diario, es un mundo muy antiguo, tan antiguo diría yo, como nuestro mundo, unos cien millones de años o mas,en fin, la atmósfera de su mundo se filtró hacia el espacio, los ríos se secaron, y la tierra se enfrió tan rápido que las condiciones para la vida resultaron imposibles.

-Su padre, según el diario, era la esperanza de un planeta agonizante, un mundo sería mas preciso, quizás no era un planeta. Lo que es seguro es que la carrera por la supervivencia de su especie recaía sobre los hombros de este hombre. Su invento habilitó la posibilidad de escapar, una forma de transportar aunque sea una parte de su población a nuevo mundo y eludir la extinción, el inevitable final.

-Así fue que durante mucho tiempo, qué tanto tiempo no lo sé, no pude descifrar eso, experimentaron respaldados por su gobierno. Debido a la caída energética, debe haber significado un esfuerzo inmenso. Tras años y años de experimentos, eventualmente tuvieron éxito y consiguieron enviar una serie de cubos, en intervalos considerables, para aterrizar en nuestro mundo, aterrizar exitosamente, es decir, en forma tan ligera que cualquier ser vivo dentro tuviera la mínima posibilidad de ocupar los proyectiles y no morir en el impacto.

Todo estaba listo para intentar una invasión interplanetaria de este mundo, una invasión en el sentido que un mundo de inmigrantes venía en camino. Cómo supieron que la Tierra era habitable, lo desconozco, pero aparentemente habían descubierto lo suficiente sobre nosotros para asumir que lo era.

Es evidente que durante el progreso de este experimento este viejo inventor tuvo que combatir la envidia, la ignorancia y el temor; envidia de sus rivales inventores, ignorancia de parte de la gran masa de personas que al igual que en nuestro planeta eran bastante menos inteligentes que sus lideres.

Pero la dificultad mas grande que debía soportar era la velocidad en la que debía resolver el problema, el planeta moría rápidamente e incluso sus lideres empezaban a caer presas del pánico. Este ultimo factor fue determinante en su propia ruina.

Todo estaba listo para la ultima prueba del proyectil que iba a ser enviado con una selecta tripulación, una guardia de avanzada.Algo sucedió a ultimo momento, no sé qué. Según el diario, hubo un tumulto, le ordenaron a la tripulación abandonar la nave y un grupo de políticos cobardes intentaron tomar su lugar para salvar su propio pellejo.

De alguna manera, durante los tumultos, el viejo inventor y su hija se las arreglaron para subir a bordo del cubo y comenzaron el viaje por su cuenta. Sin embargo, antes de partir, el padre recibió una puñalada. Debe haber muerto durante el viaje, y solo en su cubo, Aien embalsamó su cuerpo. Es probable que haya muerto en forma tan súbita que no alcanzo a darle instrucciones a su hija sobre cómo abrir las puertas exteriores de la nave,por lo que ella estuvo muerta en vida en este valle por cuatro largos años. Eventualmente, muerta de desesperación, ella debe haber activado algo que abrió las puertas. ¿No es así, Aien? Se inclinó hacia adelante y le palmeó afectuosamente la mano.

Yo estaba tan absorto en la historia sobre los sucesos en ese mundo lejano que perdí de vista lo que sucedía en nuestros alrededores mas inmediatos. No fue hasta que terminó de contar la historia que pude escuchar el leve chillido que parecía perforar las derruidas paredes de la cabaña. Era el sonido de un gigantesco soplete cortando el metal. Solo lo había escuchado una vez antes, pero estaba seguro de haberlo interpretado correctamente.

Del otro lado del valle, los últimos visitantes de mas allá de las estrellas estaban abriendo la puerta de su nave.

Aien y el profesor notaron esta perturbación casi al mismo tiempo, y corrieron a la ventana, forzando la vista para contemplar la feroz llamarada cortante. Incluso a la distancia pudimos ver con facilidad que nuestras sospechas era correctas. En ese momento, mientras observábamos, la llama completaba el tallado del octavo cubo de hierro y el trozo de metal ardiente caía estrepitosamente contra el suelo.

¿Cree que sean amistosos, doctor?susurré yo.¿O cree que sean... no amistosos?

No lo sérespondió él, pero por la actitud de nuestra visitante, creería que no.

Fue en ese momento que volteé a verla y ella encogía su cabeza entre sus hombros. Su mirada era desesperanzadora, observaba el agujero oscuro sobre el cubo con una expresión de abatimiento que nos hizo abandonar toda esperanza.

He visto ese semblante antes, en la mirada de un soldado a punto de ser embestido por un arrolladora carga de bayonetas.

Sin saber a temerle, no podía caer en la desesperanza tan rápido.

¿Cuánto tiempo mas tenemos? pregunté.

Sacudió su cabeza. No lo sé. Es posible que no descubran nuestra presencia hasta la noche. Depende cuantos de ellas hayan venido.

Quédate aquí y cuida de Aien. Me ordenó.Tengo algo que hacer en forma urgente. Y sin perder un segundo mas, nos dejó y descendió por una puerta trampa en el suelo de la cabaña, una que nunca había visto antes.

Nos quedamos solos. Aien y yo; solos, excepto claro por el agujero negro que bostezaba amenazante sobre la montaña de hierro a unos escasos quinientos metros de nosotros. Me propuse distraerla de su actitud de derrota, la tomé de la mano y la alejé de la ventana.

Sus ojos grises me miraron directo a los míos, abstraídos.

Aien, Aien, le dije entonces¿qué importa? Ven, mírame a mí. La tomé de los hombros y me incliné sobre ella casi al nivel de sus ojos.

Automáticamente, ella se percató del contacto de mis manos y se sacudió para soltarse.

La sacudí suavemente como quien reta a su amigo. Ella respondió con una expresión de orgullo y arrogancia. Por un breve instante nuestras miradas chocaron como sí fueran dos ríos de acero fundido que desembocaran en un solo canal ardiente. Sus ojos grises se endurecieron y al ver que no la soltaba pasaron a la agresión.

No iba a soltarla. Aunque quisiera no podría. Había una corriente magnética que corría entre los dos. Estoy seguro de que ella también lo sintió.

Por un instante, luchó frenéticamente para soltarse de mi agarre mientras yo, sin pensarlo demasiado la atraje hacia mí. Se relajó y se dejó aprisionar entre mis brazos y dejó de luchar.

Ese momento de relajación me devolvió mis cabales. Era increíble. Solo la había conocido hacia apenas unas horas y ahora,estuve a pocos segundos de haberla besado.

La deje ir y haciendo una reverencia con la cabeza le dije con humildad, “le ruego me perdone” olvidando que mi idioma no le decía nada. Aunque creo que lo entendió, quizás lo capto por mi actitud, ya que su expresión de desdén desapareció de su rostro y su mano encontró la mía, la apretó y la volvió a soltar. Nos volvimos hacia el cubo, pero, de mi parte, no me importaba nade de lo que hubiera sucedido durante nuestra pequeña abstracción. Por lo menos me había perdonado.

Busqué y tomé mis binoculares y los enfoque hacia la entrada.

Juntos, esperamos lo que sea que fuera a suceder.

Debió pasar al menos media hora antes de que hubiera movimiento alguno. Un hombre apareció en la entrada cubriendo sus ojos del feroz resplandor del sol. Se quedo de pie durante un largo minuto, y yo me pregunté que estaría pensando en ese momento. Debió ser una sensación maravillosa, ser el primero en ver ese mundo nuevo y desconocido, un mundo esperando a ser conquistado; ser el primero en atravesar el espacio y pisar tierra desconocida. Podría ser peligroso, y un eterno enemigo, pero en ese momento, envidie la gloria que había experimentado.

Ese momento terminó mientras lo observábamos, ya que con un hábil movimiento, levantó su mano y lo agitó por sobre su cabeza en un silencioso saludo.Se volvió entonces y desapareció en el interior del cubo.

Regresé a la cabaña y tomé el rifle y la cartuchera con balas. Debía estar preparado para lo que sea.

Cuando regresé a la ventana, una hilera de hombres salía del portal.Vestían ropa ajustada de un atípico y casi invisible tono de gris. Cada uno de ellos llevaba un tubo largo bajo el brazo, era similar a uno de nuestros rifles pero con un barril dos o tres veces mas grande. No conocía su propósito pero tuve que asumir que era un arma. Aparentemente ya habían recibido ordenes antes de salir, con una señal sonora que pudimos oír, se formaron en grupos de cuatro y desaparecieron en los alrededores. Detrás de ellos habían otros hombres, docenas de ellos, que marchaban ordenadamente. A pesar de temer por nuestro destino ante el avance de la compañía no pude evitar admirar semejante habilidad de maniobra. Los extraños que descendían del cubo ya no portaban armas sino herramientas; herramientas extrañas de una impensable utilidad. Eran trabajadores, no soldados. Mientras observábamos, comenzaron a ensamblar una inmenso y aparatoso dispositivo frente al cubo. Trabajaron con rapidez, y con un mínimo de instrucciones, cada hombre hacia su parte. Un grupo de ingenieros o supervisores bajaron del cubo a verificar el ensamblaje. Por su reservada apariencia no era difícil concluir que eran los lideres de la campaña, sea cual fuera.

Minutos después, los exploradores regresaron.Una figura camuflada se asomó desde la tierra, como si hubiera sido un hombre sombra que se materializo de la nada. El explorador inclinó brevemente su cabeza, enunció unas palabras y éste desapareció nuevamente.

Unos minutos mas tarde, dos soldados, asumí que eran soldados por su apariencia, llegaron cargando un bulto envuelto en tela blanca. Volteé rápidamente a mirar a Aien. Era obvio que era lo que llevaban, habían encontrado la entrada al séptimo cubo y llevaban el cuerpo del viejo inventor. Aien observaba la escena junto a mí pero su reacción no daba señal de que hubiera identificado el bulto.

Los lideres observaban con intensa curiosidad. Les ordenaron bajar el cuerpo, destapo el rostro de la figura envuelta y para mi disgusto, lo escupió.

Le preguntó algo al guardia y el sujeto movió la cabeza negando. Una conmoción en la entrada del cubo lo distrajo por un segundo. Traían a otro hombre, un prisionero evidentemente porque traía las manos atadas.

Por ordenes del líder, llevaron a ese hombre ante el cadáver expuesto. Observó los rasgos muertos del hombre y pareció sorprendido y apenado.Volvió rápidamente a bajar la cabeza, algo que enfureció al líder,que indicó algo a los guardias y avanzó hacia el prisionero.

Aien, a quien había descuidado por completo por la emoción del suceso, eligió ese momento para tirarme de la manga y pedirme en silencio los binoculares. Fui lo suficientemente tonto para dárselos.

El hombre, hasta donde pude ver sin binoculares, parecía observar al líder con una actitud desafiante pero desprovista de toda esperanza. Todo ocurrió tan rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar ¡El líder tomó al cautivo por la garganta y lo estrangulo frente a nuestros ojos!   

Aien gritó, soltó los binoculares y corrió hacia la puerta. Yo reaccioné y la atrapé en el umbral. Luchamos ferozmente antes de que pudiera meterla de vuelta en la habitación de la cabaña. Parecía determinada a intentar rescatar al hombre prisionero, luchó con vehemencia, y tuve que usar toda mi fuerza para subyugarla.Finalmente, colapsó en el suelo, llorando y gritando.

La tierra eligió ese preciso momento para retorcerse bajo nuestros pies. Inmediatamente pensé en la llegada de otro cubo pero esta vez se trataba de un temblor real. El suelo de la planicie tembló y cedió. El sacudón no fue tan severo pero sumado a lo sufrido la noche anterior resulto fatal para la cabaña que colapso sobre nosotros. Antes de que me diera tiempo para moverme, el techo entero cayó pesadamente sobre nuestras cabezas. Quedé atrapado bajo el derrumbe. Era extraño pero no sentía dolor alguno,aunque el golpe me había derribado. Noté que el impacto total de la caída había sido absorbida por la resistente mesa de madera en el centro de la habitación y que, a menos que hubiera otro temblor, nos mantenía a salvo del techo.

¿Qué había pasado con el doctor y Aien?

En menos tiempo de lo que me tomó contar esto, el temblor paró y lo escuché retumbar y rebotar en el circulo montañoso a nuestro alrededor. Luché con toda mis fuerzas para liberarme pero no fui capaz de hacerlo. Olvidé por un momento mi necesidad de hacer silencio y comencé a gritar, una y otra vez.

Una extraña sensación interrumpió mis alaridos, me sentía observado.El silencio a continuación fue impresionante. Intenté con mucho esfuerzo mover mi cabeza de un lado a otro para comprobar que era lo que había impresionado de esa manera. Fue inútil, estaba completamente atornillado bajo los escombros.

Entonces, un par de piernas entraron a mi campo de visión. Eran piernas extrañas, estaba seguro que no eran de Aien ni del doctor.Piernas grises, el mismo color de los exploradores. Se movieron de acá para allá frente a mis ojos, hasta que su dueño, se alejó un poco para ver desde un mejor angulo, fue ahí que pude verlo de cuerpo completo.

En efecto era uno de los enemigos, un hombre de contextura mediana y ojos fríos y crueles. Al ver que estaba consciente, vociferó unas palabras en mi dirección. Apoyo su arma contra la pared y atravesó la cabaña para acercarse a mí. Al parecer eran amistosos después de todo, pensé cuando lo vi arrodillarse junto a mí. Fue entonces que sus largos y angostos dedos rodearon mi garganta que recordé lo que le habían hecho al prisionero ¡Era eso! Claro, en un mundo agonizante donde el aire era escaso, la estrangulación debía ser la sentencia de muerte mas cruel.

Lentamente, casi con cariño, sus dedos se endurecieron sobre mi garganta. Me quedé sin aliento. Todo se oscureció ¡Qué fácil era morir! Aun a la distancia, pude oír una gran explosión. Sus manos se relajaron sobre mi garganta y en lugar de morir, quedé inconsciente.



La catástrofe, y el alucinante secreto del origen de los hombres de los cubos de hierro será revelado en los capítulos finales de esta apasionante historia.

No se lo pierdan.

La Ciudad de los Cubos de Hierro (segunda parte)

En el capitulo anterior, el ingeniero y militar, Dana Harrod respondió al desesperado llamado de su íntimo amigo el Doctor Frelinghusen. Se reunió con él en una extraña meseta en la cima de Los Andes peruanos donde ademas de su antiguo amigo encontró siete extraños y gigantescos obeliscos.

¿Qué esconden los Cubos de Hierro? 
La historia continua ahora...


Entonces se me ocurrió¿Doctor, le preguntéestá armado?

-No, Dana-respondió-, nunca llevo armas. ¿Crees que deberíamos tener una?

-Estoy seguro que sí-, respondí-. Espere aquí mientras voy a la cabaña a buscar nuestros rifles.

Espere un segundo a que asintiera y salí rápidamente por el sendero hasta la pequeña choza donde el doctor había estado viviendo los últimos tres años. Tomé los dos rifles de repetición 30-30 y volví sobre mis pasos. Era un día calmo y despejado, ideal para actividades al aire libre, pero la noche estaba próxima. La noche en que... levanté la cabeza y observé esa extensa expansión azul celestial sobre mí.

¿Será posible que en algún lugar, a miles de kilómetros de distancia, un punto oscuro aceleraba casi a la velocidad de la luz hacia el punto de encuentro que era nuestro planeta? La idea era ridícula, pero también lo eran los cubos, y el doctor y los eventos que habíamos presenciado. Mi afiebrada imaginación creyó que podía distinguir un ligero punto en ese cielo despejado. ¡Patrañas! Eran solo las ondas de calor que se elevaban desde el suelo.

Me apresuré entonces por el sendero cuesta abajo hacia la sombra del sexto cubo donde había dejado al doctor.

Cuando llegué al punto donde estaba sentado, él había desaparecido.

Creyendo que quizás me había equivocado de locación, miré en todas direcciones e incluso caminé alrededor del cubo. No había error. Aunque me ausente por apenas diez minutos, el doctor había desaparecido por completo, como si el cielo se hubiera abierto y... miré entonces a través del valle en dirección a la amplia abertura un poco preocupado. ¿Habrá entrado sin esperarme? ¿O quizás algo, alguna criatura mas allá de mi imaginación, había salido del oscuro agujero y lo había abducido en plena luz del día?

Parecía imposible que hubiera entrado voluntariamente sin esperarme. Encone mis manos para darle potencia a mi grito y deje que los ecos preguntaran y respondieran a mi llamado.

-¡Doctor!¡Doctor Frelinghusen!

No hubo respuestas, solo ecos. Las ondas de calor dibujaban sonrisas burlonas en los gigantes de hierro oxidado, como si se burlaran de mí. La meseta había quedado completamente en silencio.Me tomé un segundo para tomar coraje, solté uno de los rifles, me aseguré de que el que llevaba estuviera cargado y listo, y me aventura por la extensa explanada frente a mí. Algún sexto sentido que no sabía que tenía me decía que por propia voluntad o a la fuerza, el doctor había desaparecido en el interior del séptimo cubo.

Cualquiera fuera el caso, es el primer lugar donde debía buscar.

Me detuve momentariamente en la entrada. El interior era negro, no negro como el color es negro, ero negro como la ausencia de luz absoluta. Era como si, a unos metros de la superficie una especie de cortina invisible extendida entre el interior y el exterior detenía cualquier intento de entrar de una partícula o incluso un haz de luz. Encendí una linterna eléctrica que lleve conmigo y me aventuré hacia el interior.

Una vez ahí, sentí un fuerte hedor a hierro fundido y pude sentir el calor que penetraba incluso las suelas de mis zapatos.

Avance apenas tres metros y la linterna se apagó repentinamente. Me detuve, sin certeza sobre qué hacer. Me percate entonces de un suave hormigueo, era una especie de corriente eléctrica que recorría mi brazo extendido hacia adelante.

No tenía sentido detenerme ahora. Solté mi inútil linterna y me adentré en la oscuridad.A unos metros, la corriente me había cubierto por completo. Fue entonces que una segunda sorpresa apareció ante mí.

Volví la cabeza orientarme con el reflejo de la luz de la entrada. Pero no había luz. La puerta, aunque no había avanzado aun mas de unos pocos metros, era invisible. Era desconcertante. Me sentí atrapado, confinado, como alguien perdido en la niebla.

Me volví hacia el exterior y avancé unos metros cuando de igual manera, súbitamente, me encontré en la boca de un túnel con luz del día brillando a la distancia. En ese momento, el hormigueo cesó.

El cambio me desconcertó, y entendí que la corriente, la fuerza, o lo que fuera, sin duda alguna actuaba como un no conductor de rayos de luz. El interior del cubo era de hecho un mundo confinado.

Ajuste el seguro de mi rifle, y nuevamente entré al túnel y atravesé a salvo la cortina de oscuridad. Encontré entonces un conducto ascendente y estrecho, un pasadizo de hierro con escaleras de caracol que lo rodeaban y ascendían. Entendí entonces que estaba subiendo lentamente hacia la cima del cubo.

Era casi como si luchara contra la corriente de un flujo de agua invisible, agua que parecía brotar, hervir y burbujear alrededor de mis rodillas, activadas por alguna misteriosa fuerza. La fuerza de la corriente aumentaba a medida que yo ascendía, lo sentía en mis piernas, en las caderas y en el pecho. La situación era indescriptiblemente terrible. Solo, en esa eterna noche vacía, luché contra esa cosa despreciable e invisible que intentaba obligarme a volver sobre mis pasos.

Entonces, cuando hube avanzado un poco mas, escuché un leve llamado, un grito que reverberaba sobre las paredes metálica, un grito que mutaba y sonaba como el lamento de un alma perdida siendo arrastrada al infierno. Recorrió corredores oscuros buscando una salida sin éxito, el sonido rebotó y regresó a mi triplicado. Ahí se bifurcó, se distorsionó y cambió rápidamente para convertirse en una risa espantosa.

-¡Dana!¡Dana!-decía la voz nuevamente, llamándome por mi nombre. Reconozco el atemorizado tono de voz del Dr. Frelinghusen. Tenía razón al creer que su fervor científico le había hecho meterse al túnel por su cuenta.

Luchando ferozmente contra las irreales ataduras que restringían mi camino, aceleré el paso, curva tras curva, arañando y desgarrando mi cuerpo contra los rústicos muros de hierro. Las fuerzas a mi alrededor me soltaron súbitamente y caí de bruces hacia adelante.

Había pasado la zona de corriente. Me incorporé, y descubrí, por el sentido del tacto que los muros y el suelo ya no eran de metal sino que eran de una especie de substancia dura y lisa, obviamente un material no conductor. Delante de mí escuché nuevamente una voz que me llamaba:

-¡Dana!¡Dana!

Su tono de voz era una mezcla de miedo con una pizca de impaciencia y asombro.Aceleré el paso y me estrellé súbitamente contra un muro, me tomé unos momentos para recuperarme y entendí entonces que el corredor había doblado a la derecha por primera vez desde que había entrado en él. Entonces, una vista de lo mas reconfortante, vi un haz de luz que delineaba la figura del doctor que presionaba su rostro contra un obstáculo invisible en dirección a una fuente luminosa. Parecía no haber sufrido daño alguno.

Al escuchar mis pasos, se volvió hacia mí.Deje de lado el alivio que sentí al verlo sano y salvo y me aventuré rápidamente a su lado. Estaba contemplando el mas increíble espectáculo. La luz venia de una cámara inmensa del otro lado del cristal. Era un compartimiento de unos treinta metros cuadrados y ocupaba el corazón del cubo. El cuarto era tan alto que el techo estaba oculto en las sombras y las lamparas que iluminaban el suelo pendían muy alto sobre él.

Sin salir de su asombro por lo que había allí dentro, el doctor estiró su mano hacia atrás y me arrastró para que viera.

-¿Puedes verla?-demandó.

-¿A quién?- pregunté, mientras mis ojos se acostumbraban lentamente a la luz y me quede mirando en silencio y sin aliento.

Boca abajo sobre el suelo de mármol, a unos tres metros del cristal sobre el cual nos recostamos, estaba el cuerpo de una mujer.

Aunque la observe durante un eterno minuto no pude ver señales de que se moviera.

-¿Está muerta?

El doctor negó con la cabeza.

-Solo está desmayada, eso creo. Se desmayó de felicidad y sorpresa cuando me vio. No pude esperarte, había algo que silenciosamente me llamaba desde el interior.

Pude sentir como me atraía, me jalaba en contra de mi deseo de mantener mi promesa y esperarte. Finalmente, cedí y me aventuré por el túnel. Cuando llegué a este muro, ella estaba sentada junto a la mesa. Golpeé suavemente el cristal y se volteó a verme. Sin sonido que yo pudiese oír a través de este condenado muro, estiró los brazos y cayó rendida. Un shock, imagínate.

-Le grite y le grite pero no se movió. Entonces escuché los pasos detrás de mí y henos aquí. ¿Qué crees que deberíamos hacer?

-No lo sé-, respondí-.Quizás se recupere y nos deje entrar.¿Intentó encontrar alguna puerta?
Negó con la cabeza-. No, estaba demasiado emocionado. Busquemos.

La encontramos fácilmente, pero fue en vano buscar la cerradura. El bloque transparente estaba asegurado por dos bisagras inmensas y del otro lado tenía un pesado pasador del mismo material símil cristal, pero no había señales de una manija de nuestro lado. Evidentemente la puerta no estaba hecha para ser abierta de nuestro lado de la cámara.

-Retrocede-ordené tomando mi rifle-, voy a volar el pestillo.


Yo no haría eso si fuera tú, Dana advirtió el doctor.Veras, la puerta está cerrada herméticamente. El aire aquí es bastante puro, pero debe haberse filtrado aquí desde nuestra propia atmósfera terrestre.El aire ahí dentro, Dana, quizás no sea aire en absoluto. Suponte que nuestra visitante no respira oxigeno. Podrías matarla.

En ese momento, la figura en el suelo se movió ligeramente y se puso de lado. Pude ver su rostro.

Era morena, alta para ser mujer y delgada producto de la privación y la hambruna. Su rostro lucía demacrado y exhausto pero de una belleza fuera de este mundo con la que los hombres solo pueden soñar. Sus pestañas era pesadas, negras y tan largas que su cabello corto parecía apenas mas largo. Sus manos y pies eran pequeños pero perfectamente estilizados, mientras que sus dedos, flexibles, incluso en posición de descanso, irradiaban habilidad artística y elegancia. Sus labios estaban ligeramente separados y mientras la observábamos sin aliento, se comprimían de dolor y sufrimiento. No podía seguir esperando.

-Doctor- repetí-,tengo que intentarlo. Mientras nos quedamos aquí, impotentes, ella está sufriendo, posiblemente muriendo. Retroceda.

Sin esperar respuesta, adelante el rifle, apunté con cuidado al pestillo transparente y disparé. El estallido en ese pequeño espacio cerrado fue ensordecedor. Sin esperar a ver lo que había sucedido, volví a disparar y una vez mas. Entonces, con la culata del rifle golpeé salvajemente el cristal. Cedió. Lentamente al principio, y luego mas rápido, la puerta se movió en su eje y una atmósfera perfumada nos abrazó. Respiré agradecido. El compartimiento contenía aire.

Titubeando apenas por un segundo para ver si había alguien mas en ese cuarto, me incline junto a la chica y la gire suavemente para dejarla de espalda.En ese momento, sus pestañas se levantaron y la miré por primera vez a los ojos.Eran grises, profundos, insondables como el cielo de otoño y orgullosos. Al observarla, pude ver en las profundidades de sus ojos una alegría y sorpresa que iba en aumento. Dio un suave suspiro y volvió a caer en la inconsciencia. Sentí su pulso. Era débil pero regular.

El Dr.Frelinghusen se inclinó y la examinó con sus hábiles manos.

- Estará bien en unos minutos- concluyó finalmente-. Solo necesita un poco de sol y aire fresco.

-Eso puede arreglarse- dije yo-siempre y cuando podamos salir de este lugar.

-Dame un minuto, por favor-dijo el doctor-. Debemos dar un vistazo. Quizás haya mas personas en este cubo.No creo que haya venido aquí sola.

Levanté a la chica y la coloque sobre uno de los dos sofas que había en la cámara. La sentí frágil y ligera en mis brazos, delicado como una espada rapier que era ligera pero increíblemente resistente.

-Dana-dijo el doctor-, ven un momento, por favor.

Vi que estaba inclinado sobre el otro sofá y corrí a su lado. Cubierto por una sabana, yacía el cuerpo de un viejo, extendido frente a nuestros ojos, con las manos dobladas sobre su pecho. Me basto un vistazo para saber que estaba muerto.

El Dr. Frelinghusen se inclinó sobre el cuerpo y se incorporó-. Ha estado muerto durante años, Dana-,dijo-. Mira, el cuerpo ha sido cuidadosamente embalsamado.

Retiró la sabana para mostrarme y ambos nos sobresaltamos sorprendidos. Tenía una herida profunda en el pecho, evidentemente realizada con un arma filosa y punzante, probablemente un cuchillo.Observé los apacibles y nobles rasgos del rostro muerto y me volteé a ver la chica inconsciente. Había un evidente y fácilmente reconocible parecido. Ambos tenían el mismo rostro largo y ovalado, la mismas fosas nasales, delicadas y sensibles y la misma frente grande.Era fácil adivinar que eran padre e hija.

-Ven- dijo el doctor-, no hay nada que podamos hacer aquí.

Examinamos brevemente el compartimiento. Tal como había establecido antes, tenía forma de cuadrado y media aproximadamente treinta metros en cada dirección y era tan alto que no se veía el cielorraso. En un extremo había una serie de perillas y controles, junto a un enorme mecanismo que cubría casi la totalidad de los treinta metros de ese muro. El aparato no lucia a nada que hubiera visto, excepto quizás a los controles de un submarino, aunque la forma y el diseño de los diales, palancas y controles eran inusuales. Debían ser los mecanismos utilizados para suavizar la caída del cubo y quizás para abrir la puerta.

Junto al panel de control había un escritorio y en él un libro abierto. El doctor le dio un vistazo rápido y se lo calzó bajo el brazo. Filas de libros similares llenaban varios estantes en las inmediaciones.

Un pequeño cuarto adjunto al principal había servido evidentemente para almacenar provisiones. El suelo estaba cubierto con envases de carton metalizado vacíos mientras otros sin abrir estaban apilados en las paredes. Tomé uno de ellos y lo abrí, estaba lleno de pequeños cubos parecidos a un caldo de sopa condensada.

Un gemido en el cuarto principal nos llamó la atención. La chica había salido del desmayo y había caído ahora en un sueño profundo y agitado. Su ceño gesticulaba ferozmente y ella se retorcía como si quisiera sacudirse un pesado y deprimente peso de encima. Observándola pude ver la aterradora marca de los días y años que ella había pasado prisionera en esa tumba viviente junto al cadaver de su padre. Me maravillé al pensar lo imposible que hubiera sido para cualquier ser humano sobrevivir y salir cuerdo de semejante martirio.

-Ven- dijo el doctor-. Hemos esperado demasiado tiempo.

Tomé a la chica en mis brazos y nos preparamos a dejar el cubo.

-¿Qué hay de él?-pregunté, señalando al cuerpo del viejo con la cabeza.

-Debemos dejarlo- dijo el doctor-.El cubo será su lugar de descanso final. No puedo pensar en un lugar mas apto.

Sin mediar mas palabras, abandonamos la cámara. Mientras atravesábamos la puerta y encarábamos el corredor le di un ultimo vistazo al compartimiento, en toda su inmensidad y tristeza.Una leve corriente de aire venida de quien sabe donde desacomodó el manto blanco que cubría el cuerpo del viejo, una atmósfera de quietud y majestuosa tristeza envolvía ese lugar. Las luces ocultas que iluminaban el cuarto se desvanecían lentamente.

El doctor cerró la puerta de cristal detrás nuestro y lo dejamos atrás.

-Tengo una teoría sobre esa brisa- señaló el doctor, mientras pasábamos por la sección de la no substancia y la sentíamos a nuestro alrededor, la marea, el flujo de una fuerza invisible.

-Se me acaba de ocurrir en este instante. Creo que es parte de la fuerza utilizada para amortiguar la caída del cubo. Una variedad de fuerza electromagnética repelente de la cual sabemos muy poco aquí en la Tierra. En teoría, este cubo, al ser de hierro está altamente magnetizado y cuando entró a la atmósfera terrestre desde las profundidades del espacio utilizó ese magnetismo como fuerza de repulsión para aligerar la caída.

 

-Al pasar el tiempo, mucha de esa fuerza claramente se ha disipado, pero un poco permanece aferrado al metal con fuerza, suficiente para sentirlo.También creo-, agregó-que el compartimiento se encontraba originalmente mucho mas alto en el cubo. Utilizando algún método para amortiguar el shock interno, ya que sin importar lo suave que fuera el aterrizaje, el impacto en los tripulantes hubiera sido terrible. El interior del cubo hueco debió actuar alguna vez como un gigantesco colchón de aire.

-Quizás algún día tenga la oportunidad de probar sus teorías-, le sugerí.

-Quizás-, respondió-, aunque dudo que tengamos la posibilidad. ¿Has olvidado algo?

Mientras me hacía esa pregunta atravesamos la linea de la oscuridad y la corriente invisible desaparecía. En la entrada, donde debía recibirnos una potente luz del día, había en su lugar un suave y tenue atardecer. Moví el cuerpo de la chica suavemente en mis brazos y seguí adelante. En la boca del túnel, nos detuvimos sorprendidos. Evidentemente habíamos pasado muchas horas en las profundidades del cubo. Cuando entramos era apenas pasado el mediodía, pero ahora era casi de noche. Delante nuestro, a menos de doscientos metros brillaba la olvidada lampara de gas de la cabaña.

El doctor reformuló su pregunta.

-¿Has olvidado, Dana, por qué hoy, o mejor dicho esta noche, es tan importante?

Lo miré con cara de estúpido.

-¿A qué se refiere?

-Hoy-dijo él- es 25 de julio de 1925. Hace cuatro años exactos, el cubo donde encontramos a esta chica- dijo mientras gesticulaba en dirección a la joven en mis brazos- alcanzó los limites atmosféricos de la Tierra. Y está noche-,pausó para enfatizar lo que iba a decir-, esta noche otro cubo va a aterrizar y es muy probable que no sobrevivamos al impacto.

-Quieres decir- empecé a preguntar mientras baje la vista hacia la joven-, ¿que la hemos salvado solo para que muera en el impacto?

El doctor corrió delante de mí hacia la oscuridad de la noche-. Eso parece- respondió fríamente.

Y para adornar aun mas mi pregunta, la chica se sacudió en mis brazos. Bajé la mirada hacia ella y el pensamiento de nuestra destrucción inminente parecía increíble, imposible. La vida era repentinamente hermosa y llena de posibilidades. Ahora, por primera es mi vida, tenía algo por que luchar y algo que atesorar. No podía creer que el destino me hubiera permitido encontrarla solo para volver a perderla. Sería tan injusto.

El doctor miró su reloj-. Son las 7 en punto- declaró-. Según mis cálculos, tenemos tres horas y media antes del impacto. Tenía planeado que nos retiráramos al extremo de la meseta antes de eso, y aun ahí habríamos corrido gran peligro. Sin embargo, no podemos arriesgarnos a moverla a una distancia así. En su condición, la mataría sin lugar a dudas.

-Deberías ir tu solo- sugerí. Habíamos llegado a la cabaña por lo que crucé rápidamente el umbral y coloqué a la joven en el catre antes de responder.

-Sabes que jamas podría hacer eso, Dana- dijo él.

Lo sabía, en efecto. El anciano doctor me tenía en demasiada estima y le quedaba mucho valor en su cuerpo como para abandonar a un amigo. Sería el fin de los dos, juntos hasta el final. No, no los dos, los tres. Bajé la mirada hacia la cama y encontré los ojos grises de la joven bien abiertos y mirándome sorprendida.

Fue entonces, cuando ella habló y escuché por primera vez su melódico y embriagadora voz, sonido que habría de atormentarme por el resto de mis días. Las silabas que pronunció, las he olvidado ya, pero en ese momento, el hecho de que hablara era suficiente. Sí recuerdo que sostuve sus manos y le murmuré suave al odio, mientras el doctor se ocupaba de prepara una taza de té o un poco de sopa. Ella aceptó agradecida lo que le ofrecimos y nos concedió suaves palabras de agradecimiento, que aunque nos resultaron inentendibles, parecían perfectas para la situación.

Cuando terminó de hablar, se pasó la mano frente a sus ojos para demostrar que estaba cansada. La tapamos con una manta y la dejamos descansar mientras preparábamos la cena.

Mientras comíamos, discutimos en voz baja los sucesos que iban a acontecer esa noche y qué podíamos hacer al respecto, si es que había algo qué hacer, para garantizar nuestra seguridad. Finalmente, decidimos que no había nada que hacer, y que nuestras vidas dependían de la distancia que había que poner entre nosotros y el impacto.

-Si tenemos suerte- enfatizó el doctor-.Y el cubo aterriza, y creo que lo hará, la temperatura probablemente nos mate si por casualidad sobrevivimos al impacto.

-¿Y no hay nada que podamos hacer al respecto?

-Nada, salvo esperar, y orar si crees en las oraciones.

La voz suave volvió a sonar nuevamente en nuestros oídos y al volvernos, vimos a la chica sentada en el catre. Su peculiar inteligencia le indicó que era inútil insistir en el uso de su lenguaje en la presente situación por lo que optó por símbolos y señas de una era olvidada. Señalando al cielo, en silencio nos hizo una pregunta.

-¿Qué es lo que quiere decirnos?-preguntó el doctor.

Al ver que no comprendíamos, se levantó y camino lentamente hasta la solitaria ventana de la cabaña. Corrimos a asistirla por las dudas que sus fuerzas la dejaran caer. La luna iluminaba desde detrás de una tenue nube de vapor pero la luz era suficiente para distinguir objetos en la meseta. Con ansias, la chica contó los gigantescos cubos de metal en el pequeño valle y nosotros entendimos la expresión en su rostro al ver que los bloques eran solo siete.

Se volvió hacia nosotros y volvió a repetir los gestos que había hecho antes.

-Dana-murmuró el Dr. Frelinghusen-, creo que pregunta cuando llegará el próximo visitante.

Apuntó entonces al cielo y dibujó una linea recta hasta señalar el espacio vacío en el circulo de gigantes metálicos. Entonces, imitó lo mejor que pudo los gestos y expresiones de la joven al preguntar. Para nuestra sorpresa y alivio, ella pareció entender lo que le decíamos y asintió.

El doctor sacó su reloj. Eran las 10 en punto. Rápidamente, señaló la distancia entre la hora y las 10:45. Repitió el gesto y señalo al cielo.

La chica observó por un instante como se movían las manecillas del reloj y rápidamente entendió lo que significaba. Su rostro cambió radicalmente del interés a la emoción, al mas puro terror. Intentamos contenerla pero nos hizo a un lado y salió corriendo por la puerta de la cabaña. La seguimos, ella observaba ansiosa el cielo, temerosa de lo que pudiera divisar. Se volvió hacia nosotros y parecía haberse repuesto.Sus labios suaves, apretados, formaban una linea recta mientras que sus ojos grises brillaban en la oscuridad.

El miedo se desvaneció y dio lugar al enojo, un ira temible que nos aterro, temimos que fuera una furia vindicadora. Por un instante, ignorando nuestra presencia,la joven se volvió hacia el cielo y profirió, desde esos tiernos labios, una serie de improperios, llenos de ira, excitación y valor. El tono de su voz era amenazante y rudimentario al igual que antes había sido melódico.

-Dana- susurró el doctor-.Creo que está jurando venganza a quienes vienen en camino.¿Alguna vez experimentaste un odio así?

-Es posible-advertí- que aquellos que vienen en camino sean responsables de la muerte de su padre y que la hayan obligado a aventurarse en el espacio sola.

Aun cuando dije esas palabras en un tono muy bajo, gracias a algún instinto desconocido, ella me escuchó y comprendió mis palabras, se volvió hacia mi y asintió con tristeza.Su ira había desaparecido, ahora era solo una mujer triste y desesperada. Era evidente que ya había hecho la catarsis que necesitaba y ahora estaba lista para un poco de empatía y compañía humana. Abrimos nuestros brazos para contenerla. Ella comprendió y estiró sus brazos para devolvernos el gesto. El doctor la tomó en sus brazos y ella sollozó apoyando su cabeza en su hombro,de pronto se había convertido en una extraña, triste pero accesible personita que nos necesitaba.

El doctor la consoló y apaciguó mientras yo regresaba a la cabaña a buscar la manta para abrigarla. Cuando regresé, nos sentamos en la oscuridad, a la sombra del cubo mas cercano, tres aventureros, esperando lo que fuera que el destino nos trajera. La chica se acurruco junto a mí con aparente felicidad, le ofrecí mi abrigo como almohada y ella me agradeció con su apacible y suave voz.

Ninguno de los tres quería quedarse encerrado esperando lo que iba a venir.Cuando pienso ahora en esa descabellada serie de eventos esa noche a la luz de la luna en los Andes,suena a que nos anticipamos a nuestra aventura con valor, entusiasmo y una actitud temeraria. En todo caso, nos resignamos a mantener la calma y presenciar algo que no había sido presenciado por ningún ser humano en la historia, y lo hicimos con un nivel de indiferencia similar al que si hubiéramos ido a la opera.

No había que esperar demasiado. Durante los últimos minutos, la niebla que nos cubría se elevó, hasta que la luna, mensajera de la felicidad y esperanza, dejo de luchar y quedo completamente cubierta detrás de un manto nebuloso.

Miré mi reloj. Eran las 10:40.
-No creo que veamos mucho hasta que el cubo esté bastante cerca-dijo el doctor-.Quizás no lo veamos en absoluto. Si no llega, bueno, suerte para nosotros, Dana.

Estiró su mano en alto y yo se la estreche, inconsciente de que nuestro comportamiento era digno de una opera bufé. La chica, se contagio del espíritu de la ocasión y también estiró su mano y la estrechó con la nuestra. El doctor la estrechó calidamente pero yo me contuve, consciente, incluso en ese momento jocoso de una corriente que vibraba misteriosamente entre nosotros, una corriente magnética, muestra sutil de alegría y una promesa de lo que estaba a punto de llegar.

-Dana-gritó el doctor-, ahí viene.¡Mira!

El cielo se iluminó súbitamente, cambiando lentamente su habitual oscuridad y adoptando un vibrante tono verdoso. El color no tenía comparación, excepto quizás al color del cobre fundido en una ardiente llama blanca. Reflejada en las nubes, los rayos finalmente llegaron a nosotros, tocaron tierra y nuestros rostros dándole a la locación un tinte verdoso fuera de este mundo. Seguimos observando y el verde fue cediendo, mire mi reloj.

Eran las 10:44.

-Algo anda mal- murmuró el doctor-.Si el cubo hubiera entrado a la atmósfera ya debería estar aquí, a menos que hayan desacelerado incluso mas de lo que...

Mientras hablaba, la luz regresó, pero esta vez era rojiza. Se intensificó rápidamente, iluminó el cielo entero, cambió a rosado, blanco, un blanco increíblemente cegador, se hizo cada vez mas potente, incandescente...ardiente.

-¡Está aquí, Dana! ¡Está aquí!-gritó el doctor-Dame tu mano, quédense juntos, no se separen.

Rápidamente, tomé a la mujer de la mano y me aferré a la del doctor.

En ese mismo instante, aterrizó. 

Un tormento como ningún otro cayó sobre nuestro mundo y era sobrecogedor. Recuerdo haber visto una vaga figura, el recuerdo es difuso,como si fuera una visión, era como el ardor de mil hornos flotando sobre nuestras cabezas. Entonces, la luz se intensificó y me encegueció. El impacto tardo lo que parecieron años. Recuerdo sentir que una corriente de aire nos levantó y nos hizo girar con una fuerza aterradora, como un remolino de aire envuelve a un mosquito y lo arroja al fuego. Después, llegó el estallido, un estruendo como si mil ferrocarriles se estrellaran entre sí de frente, un choque ensordecedor y estridente que se tragó nuestras vidas, las diseccionó y terminó con nosotros.


continuará...


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